'El esplendor y la amargura. La poesía de Basilio Fernández': el rescate de un leonés desconocido
En junio de 1992 se produjo un hecho insólito: el Premio Nacional de Poesía se otorgaba a título póstumo en la persona de Basilio Fernández López por el conjunto de su obra, titulada ‘Poesía 1927-1987’, que había visto a luz también después de la muerte de su autor. El fallo del premio del Ministerio de Cultura pilló a la mayoría de los críticos literarios, por no decir a todos, a contrapié. Porque, por si ambas circunstancias ya eran extrañas de por sí, resultaba que su autor era un absoluto desconocido. Tras las líneas que Eduardo Moga rescata en la prensa del momento quedan patentes el estupor y la perplejidad vividos junto a las dudas sobre la calidad de sus poemas.
Sin embargo en León, la provincia de la que era natural el poeta, sí había quien le conocía. De mi entorno más próximo, José Enrique Martínez, profesor universitario y crítico literario en el suplemento cultural Filandón de ‘Diario de León’ cuyas páginas capitaneaba con asombrosa lucidez (e inmediatez) Alfonso García Rodríguez. También estaban al corriente Antonio Gamoneda, involucrado claramente en la concesión del galardón, como más tarde se sabría, y convertido en descubridor de su obra para otros, incluido Eduardo Moga. Y Francisco Martínez García, que en su obra ‘Historia de la Literatura Leonesa’, publicada en 1982, había dejado escritas sobre él unas líneas preciosas al considerar que tal vez era “el único poeta leonés que tenía su reloj puesto a la hora del mundo, sin atrasos seculares”. Aunque yo para entonces no le conocía, presumo que Tomás Sánchez Santiago también conocía la obra de Basilio Fernández a quien después calificaría como poeta “clandestino”. No obstante, se trata de una lista que no pretende ser exhaustiva: habría más, por supuesto.
Basilio Fernández, el de Valverdín
Eduardo Moga, poeta y crítico él mismo, comienza su brillante estudio ‘El esplendor y la amargura’ precisamente con aquella extrañeza, cuyas causas estaban más que justificadas. Basilio Fernández había nacido en Valverdín (León) en 1909 pero la familia se había trasladado siendo él niño a Gijón, donde regentó un almacén de ultramarinos. No puede decirse que fuera, en absoluto, un desarraigo, pero en el lugar se perdió su rastro a pesar de que él lo convertiría en materia poética. En Gijón trascurrió el resto de su vida, ligada a aquel negocio en el que nadie atisbó jamás su escondida afición al verso que solamente se puso de manifiesto tras su muerte en 1987. Fue de la mano de su sobrino Emiliano Fernández Prado (pues el poeta tampoco tuvo hijos) quien encontró aquel tesoro y lo publicó en 1991 en la editorial asturiana ya desaparecida Llibros del Pexe con el título de ‘Poemas (1927-1987)’. Una nueva edición revisada y ampliada aparecería en 2015 publicada por la editorial Impronta.
A pesar de aquel reconocimiento, el extraño poeta ha seguido siendo un desconocido. Al menos en la que fue su tierra de nacimiento donde no recuerdo que, de manera pública, se haya reivindicado su memoria.
Por eso ha sido todo un regalo la aparición de ‘El esplendor y la amargura’, una voluminosa publicación que transita por la biografía de un hombre que parecía que no tenía biografía (una apariencia fruto del desconocimiento), que bucea en sus relaciones literarias ( que las tuvo en un época precisa de su vida: Gerardo Diego, Torrente Ballester, José María de Cossío, Luis Álvarez Piñer, Dionisio Ridruejo, Alberti ) y que ofrece una interpretación espléndida y profunda de su poesía, de su discurrir por los ‘ismos’ (ultraísmo, creacionismo, existencialismo), de sus influencias literarias y de los temas que la sustentan: la fugacidad del tiempo, la belleza, el amor, el caos, la vanidad, la luz, la oscuridad, la tristeza…
Todos saben que la codicia de vivir
cae fuera de propósito,
y que el tiempo clava el acontecer
sin treguas ni patrañas.
Eugenio Moga recorre la poesía de Basilio Fernández para encontrar en ella “el sufrimiento por haber abandonado un proyecto de vida como escritor y los ideales de la juventud: la literatura, el amor y la libertad”. Pero también, y esto resulta extraordinario, “el deslumbramiento de la forma, la crepitación exultante del lenguaje y, al mismo tiempo, la oscuridad superlativa de la angustia”. Ahí están, pues, las claves que explican el título del estudio.
Gran estudio académico
No creo que exista la menor duda de que ‘El esplendor y la amargura’ resulta hoy un estudio académico imprescindible sobre Basilio Fernández López que, al decir de Eduardo Moga, es “uno de los más silenciosos, desconocidos y mejores poetas españoles del siglo XX”. Y que hoy está, más cerca que nunca de sus lectores. Sobre todo de los leoneses en cuya montaña nació, en una diminuta aldea del Torío:
El 28 de julio de un año sin gloria
Nací a la extrañeza
Y al bienestar de los rincones familiares,
discontinuo y sin sueño
como el que no espera visitas.