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365 leoneses | Adrián Macías, ingeniero

"Quiero convertir las minas del Bierzo en un pulmón mecánico que devuelva la vida a mi tierra"

El leonés Adrián Macías.
Desde Bembibre y con raíces profundas en la minería del Bierzo, Adrián Macías ha recorrido un camino entre el deporte, la ingeniería y la naturaleza para desarrollar una propuesta innovadora que busca convertir las minas abandonadas en un recurso energético y devolver vida a su tierra

De Bembibre al mundo, con las raíces bien plantadas en Santa Cruz de Montes, Adrián Macías ha aprendido que los sueños se cumplen con esfuerzo… y que las ideas que parecen imposibles a veces solo necesitan que alguien se atreva a contarlas.

Desde niño tuvo claro que quería volar alto. “Tenía dos sueños: ser ingeniero mecánico o piloto comercial”. Hoy puede decir con orgullo que uno de ellos ya está cumplido. “Ser ingeniero ha sido posible gracias al esfuerzo de mis padres. Ellos lo dieron todo para que yo pudiera estudiar”, dice.

Adrián Macías con su TFG.

Infancia entre bicicletas y montaña

Su niñez fue pura libertad sobre ruedas. Hasta los 17 años compitió en mountain bike a nivel profesional. “La bici era mi forma de desconexión y de conectar con el medio al mismo tiempo. Para mí significó mucho”. Pedaleando entre montes aprendió la constancia, el sacrificio y el amor por lo esencial. “Me encanta estar rodeado de naturaleza. Eso me ha marcado para bien”.

Y cada vez que podía, subía al lugar que aún hoy nombra con especial ternura: Santa Cruz de Montes, su pueblo. “Era el sitio al que deseaba llegar cada fin de semana. Allí la gente siempre te recibe con los brazos abiertos”.

Una herencia negra… que él quiere volver verde

Macías lleva en la sangre algo más que tierra: carbón. Toda su familia ha trabajado en la minería. “Mi padre fue minero, mi hermano aún lo es, aunque se ha tenido que ir a Noruega. Mis tíos, mis abuelos… todos se han manchado las manos con carbón”.

Pero hoy el Bierzo ya no luce negro, sino gris. “La comarca está en declive. Las minas cerraron y la gente joven tuvo que marcharse. Solo quedan los mayores con sus pensiones”. Él no lo cuenta con queja, sino con responsabilidad. “Valoro mucho el esfuerzo que hizo mi padre cuando se quedó sin trabajo y aun así sacó la familia adelante. Yo quiero devolver algo de todo lo que he recibido”.

Fue en ese pensamiento cuando apareció la chispa. Durante su etapa Erasmus en Italia, se topó por primera vez con las centrales CAES y descubrió que en otros países llevaban años dándole una segunda vida a espacios industriales abandonados. “Me sorprendió ver lo natural que resultaba allí hablar de almacenar energía con aire comprimido. Y pensé: ‘¿Y por qué en León no?’”. Allí entendió que la innovación no siempre es inventar algo nuevo, sino mirar lo de siempre con otros ojos.

El reto de las energías renovables

Adrián explica que la energía eléctrica funciona de manera muy distinta a lo que muchos imaginan. “La energía tiene que ser generada y consumida al instante. No existe una mega batería donde podamos almacenarla para cuando nos haga falta”. Esto significa que, aunque España sea pionera en energías renovables y produzca gran parte de su electricidad a partir de fuentes limpias, todavía hay problemas de aprovechamiento.

“Muchas veces no estamos consumiendo esa energía, y por eso los molinos se paran”, señala. Incluso si la producción de energía eólica o hidroeléctrica es máxima, hay momentos del día en los que la demanda baja y parte de esa energía se desperdicia. “Si no necesitamos la energía, ¿por qué no aprovecharla de otra manera?”, dice Adrián.

Así, queda claro que el problema no es generar energía renovable, sino almacenarla de forma eficiente para poder usarla cuando realmente se necesita. Este contexto ayuda a comprender por qué su propuesta tiene sentido: buscar formas de aprovechar la energía sobrante evitando que se desperdicie.

La idea que puede llenar de aire nuevo un territorio herido

Su propuesta no es solo técnica: es poética y revolucionaria. Se resume en una frase que parece ciencia ficción, pero que Macías explica con una claridad desarmante: “Convertir las minas en depósitos de aire comprimido para almacenar energía y evitar desperdiciarla”.

Cuenta que existen ya tecnologías como las centrales CAES en Alemania, donde el excedente de energía renovable —como la que producen los molinos eólicos cuando la demanda es baja— se utiliza para comprimir aire dentro de enormes depósitos. Ese aire, después, se libera para generar electricidad sin quemar ni carbón ni gas. “Y nosotros tenemos esos depósitos ya hechos: son las minas abandonadas del Bierzo”.

No quiere verlas como cicatrices, sino como pulmones. “Las minas son agujeros gigantes en el suelo que podemos sellar y convertir en depósitos de aire a presión. No hace falta construir nada nuevo. Solo aprovechar lo que ya existe”.

Un sueño tan grande como su gratitud

Macías sabe que su idea requiere inversión y voluntad política, pero no le asusta. Su convicción es más grande que cualquier trámite. “Tenemos una fuente de energía renovable que no estamos utilizando. Me parece importante para dar salida a la minería y devolverle la vida a la comarca”.

Y no solo quiere hacerlo por él. También por los que vienen detrás. “Hay muchos chavales del Bierzo con talento que sienten que para cumplir sus sueños tienen que irse fuera. Yo quiero demostrarles que también se puede volver para construir”. Porque para él, futuro y raíz no son conceptos opuestos, sino piezas que encajan.