El día que Franco quiso ser minero en León
Este 20 de noviembre se cumplen cincuenta años del fallecimiento de Francisco Franco Bahamonde, el general que encabezó el golpe militar contra la II República, se impuso en la Guerra Civil (1936-1939) y ejerció como jefe de una dictadura militar hasta su muerte en 1975. Décadas marcadas por la represión sistemática, la eliminación de la disidencia y la imposición de un único modelo político y social.
En la memoria de la provincia de León permanece una de las visitas más destacadas del dictador: la que realizó en septiembre de 1962, cuando pronunció un discurso ante la ciudadanía desde el Palacio de los Guzmanes y mantuvo un encuentro emblemático con los mineros de la cuenca de Santa Lucía.
Inauguraciones, honores y puesta en escena oficial
Durante aquel viaje, acompañado del entonces ministro de Educación Nacional, Lora Tamayo, Franco recibió la Medalla de Oro de la ciudad de León y presidió la inauguración de la Escuela de Peritos de Minas. Allí lo esperaban el director de Escuelas de Minas de España, Marcelo Jerissen, el Director General de Enseñanza Profesional y Técnica, García Escudero, y el director del centro, José Oliden.
Tras el acto académico, el dictador se desplazó a Ciñera, donde, según la prensa de la época, habría sido recibido “con entusiasmo” por los trabajadores de la mina, una puesta en escena acorde con la propaganda del régimen.
Fue allí donde pronunció uno de sus discursos más extensos ante el sector minero, una pieza política que hoy permite contextualizar el tono doctrinal y paternalista que caracterizaba sus intervenciones públicas.
Franco inició su intervención presentándose ante los trabajadores: “He venido a visitaros muy complacido de poder tomar contacto con vosotros y deciros unas palabras, que deseo sean una lección política, porque todos los problemas de España son y se reducen a un problema político, que se encierra en el servicio del bien común”.
Desde ese punto, reivindicó las políticas sociales del régimen como ejemplo, afirmando que los mineros podían comprobarlo “en todas las realizaciones del nuevo Estado”.
La herencia histórica y la reconstrucción tras la guerra
El dictador insistió en que su gobierno había afrontado la ruina del país tras la contienda: “A pesar de las ruinas de la guerra, a pesar del anquilosamiento en que estaba la economía española, nos hemos enfrentado con los primeros problemas sociales de nuestra época”.
Enumeró medidas como el Seguro de Enfermedad, el salario familiar, los Seguros Sociales, viviendas baratas o montepíos.
Ataque al liberalismo, la República y la lucha de clases
En un tono doctrinal, aseguró que su régimen surgía como alternativa al liberalismo y a la II República: “Nosotros nos enfrentamos con el sistema liberal… nos alzamos contra aquella República que organizaba la lucha de los hombres contra los hombres”. Reivindicó la “unidad de todas las clases” frente a la “lucha de clases”.
El triple concepto de bien común
Franco estructuró su mensaje en torno a lo que definió como tres facetas del bien común: espiritual, nacional y social. Sobre lo espiritual, sostuvo que los españoles eran “portadores de valores eternos, creados a imagen y semejanza de Dios”.
En cuanto a lo nacional, lo describió como una herencia colectiva: “Esta Nación es la que nos hace ser como somos, y nos cobija”. Y sobre lo social, defendió la “justa distribución de la renta” y la igualdad de oportunidades.
Unidad, sacrificio y rechazo del pluralismo político
El dictador reclamó adhesión plena a su sistema: “La Patria necesita que todos los días le ofrezcamos algo; y no podremos ofrecer algo si nosotros no tenemos el corazón abierto”. Atribuyó los males de España a las “luchas intestinas” y justificó la ausencia de pluralismo político.
Crítica simultánea al capitalismo y al comunismo
Franco contrapuso ambos modelos para justificar el suyo: “Uno es la Europa occidental, con su progreso, pero con su injusticia; otro es Rusia, con sus checas y la esclavitud de los campos de concentración”. Rechazó la empresa estatal absoluta y también el liberalismo económico.
El entonces jefe del Estado aseguró que España sufría campañas contra su política por parte de intereses extranjeros, incluyendo “credos políticos capitalistas liberales”, la masonería y el comunismo. Afirmó que el sistema franquista constituía “un camino de soluciones políticas modernas”.
Llamamiento final a la defensa del régimen
La intervención culminó con una apelación directa: “Tenéis que enraizaros en él y defenderlo con vuestras uñas y vuestros dientes, porque en él está el porvenir, la grandeza de España y el bienestar para vuestros hijos”. Y concluyó con el consabido grito: “¡Arriba España!”
Un episodio leído hoy desde otra perspectiva
La visita de 1962 aparece hoy como un ejercicio de propaganda en un contexto de tensión social en las cuencas mineras.
En pleno aniversario de su muerte, aquella escenificación del dictador como “minero por un día” se vuelve a analizar a la luz de los testimonios y estudios sobre la represión laboral, sindical y política del franquismo en León.
Una mirada histórica a un episodio propagandístico
La visita de 1962 fue diseñada por el régimen como un acto de afirmación política en un contexto de tensiones sociales, crisis económicas recurrentes y conflictividad laboral creciente en las cuencas mineras del norte.
El discurso pronunciado en Ciñera insistió en los ejes habituales de la retórica franquista: apelación al “bien común”, reivindicación del orden social impuesto tras la guerra y deslegitimación de otros sistemas políticos o económicos.
Más de seis décadas después, aquel episodio se reinterpreta a la luz de la historia: un intento de reforzar la adhesión de un sector estratégico —la minería— en un momento en el que aumentaban las protestas obreras y se consolidaban formas de resistencia sindical clandestina.