"Empecé a pintar con mi tío, aprendiendo una profesión que se ha convertido en familiar"
Alfredo Alonso está disfrutando por fin de su jubilación. Después de más de cuatro décadas dedicándose a lo que se convirtió en su pasión, la pintura, actualmente disfruta de un merecido descanso, aunque asegura que aprovecha el tiempo para hacer todo aquello que anhelaba mientras trabajaba.
Alfredo nació en Corbillos de la Sobarriba, un pequeño pueblo a escasos cinco kilómetros de León. Su infancia en Corbillos fue similar a la de todo niño de aquella época, “jugábamos en la era, íbamos a la escuela y disfrutábamos de la libertad del campo”, recuerda Alfredo.
Mudanza a León capital
Por el trabajo de su padre, la familia se vio obligada a mudarse a León cuando Alfredo contaba con poco más de seis años. “Dejamos la casa de Corbillos, que aún a día de hoy tenemos, y nos mudamos a un pequeño piso de dos habitaciones para los siete que éramos”, relata. Alfredo recuerda su llegada a León como una nueva aventura, “en el barrio éramos muchos niños, jugábamos juntos, había mucho prado y mucho descampado, nada tiene que ver con el León de ahora”.
Con tan solo diez años, el pequeño Alfredo vivió una nueva mudanza, en esta ocasión él solo, “mis padres me mandaron a estudiar a El Pardo, a Madrid, a un colegio de curas”, una época que recuerda de manera especial. Y es que, la posibilidad de haber vivido fuera de casa, siendo aún un niño, le otorgó la fortaleza e independencia que a día de hoy le definen. En el internado estuvo solo un año, tiempo suficiente para aprender que, fuese a donde fuese, León siempre sería su casa.
Su regreso a casa trajo consigo, un par de años más tarde, su primer contacto con el mundo laboral. “Era habitual en aquella época, hacer algún que otro recado para ganar un poco de dinero para ir al cine o comprar alguna cosa”, asegura Alfredo.
Vida típica de un joven de los años 70 y 80
Su vida era la típica de un joven de aquella época, “salíamos por el barrio, escuchábamos flamenco y, cuando fui un poco más mayor, iba con mi moto a ‘La Estrella’, la discoteca de Mansilla de las Mulas, muy famosa por aquel entonces”. Y fue en una de estas escapadas cuando conoció a la que, a día de hoy, es su mujer, Joaquina.
Pero, en un primer momento, esta relación se vio truncada por una nueva mudanza de Alfredo, en esta ocasión para hacer el servicio militar en Paterna, Valencia. Y es que, a pesar de sus capacidades, decidió no seguir estudiando al terminar la enseñanza básica.
“La mili fue toda una experiencia, tengo grandes recuerdos de ese tiempo, muchos de ellos muy divertidos”, relata Alfredo, quien siempre que podía, aprovechaba los permisos para volver a León o, incluso, para ir a Barcelona a ver a uno de sus hermanos.
Pintura, un oficio familiar
Al finalizar este servicio militar obligatorio, Alfredo volvió a asentarse, una vez más, en León. Y fue en este momento en el que finalmente comenzaría su andadura laboral en lo que se convirtió en la profesión de sus sueños. “Empecé a pintar con mi tío, aprendiendo un negocio que se ha convertido en familiar, pasando por tres generaciones”, afirma Alfredo.
Por aquel entonces, la vida no solo le trajo de vuelta a León, sino que hizo que volviese a encontrarse con Joaquina. Todo parecía estar en orden, comenzando a consolidarse su vida en todos los aspectos.
Tras años trabajando con su tío, Alfredo, junto a su otro hermano, montó su propia empresa de pintura. “Me había dado cuenta que lo que hacía me gustaba y se me daba bien, así que nos lanzamos a la aventura y lo cierto es que nos salió muy bien”, relata.
De su vida como pintor, Alfredo tiene grandes recuerdos y es que, su trabajo iba mucho más allá de dar brochazos a una pared, conseguía plasmar en cada sala los deseos de sus clientes, llegando a utilizar técnicas especiales, poco habituales y que se convirtieron en su especialidad, “he vivido cómo los tiempos han cambiado en cuando a pintura se refiere, desde aquel gotelé que llenaba las paredes en los 70, hasta técnicas más modernas y llamativas como las tierras florentinas o el estuco veneciano. Las modas han cambiado con los años y, como profesional, hay que saber adaptarse a las mismas”, asegura.
Su trabajo le ha llevado a descubrir gran parte de la provincia, “uno de los grandes beneficios de trabajar como pintor ha sido la gran cantidad de lugares que he conocido, he trabajado por muchos pueblos de todo León, incluso en algunos de Asturias también”.
Disfrutando de la jubilación
Su pasión por su profesión llevó a Alfredo a apurar hasta el último momento su vida activa, “cumplí los 65 el 8 de diciembre de 2022, pero tenía una obra empezada, así que no pedí la jubilación hasta que la terminé, el día 22, fue como si me tocase la Lotería de Navidad”, relata divertido. Y es que, a pesar de estar encantado con su trabajo, después de una vida dedicada a los andamios y la pintura, Alfredo asegura haberse encontrado cansado, con necesidad de parar y disponer de más tiempo para sí mismo y su familia. “Llevaba años contando los días que me quedaban para jubilarme, pero es verdad que cuando llegó el momento, me dio mucha pena colgar las brochas”.
Pero ha sabido aprovechar bien su jubilación, “volví a disfrutar de algo que siempre me ha gustado mucho y que, por no tener tiempo, había dejado de hacer, jugar la partida al dominó”, asegura Alfredo, “y no solo eso, también hago deporte cada día y he encontrado un nuevo hobby, la repostería, y siempre que puedo, viajo junto a mi familia”.
Alfredo es el claro ejemplo de que el esfuerzo tiene sus recompensas. Una larga vida de trabajo, en la profesión de sus sueños, que le ha permitido cumplir todas sus metas. Y que, a día de hoy, por fin jubilado, le ofrece la posibilidad de disfrutar de sus pasiones.
Trabajador, constante, con los objetivos siempre claros y luchador incansable hasta conseguirlos, así es Alfredo Alonso, un gran profesional de la pintura y una gran persona.