"Me he criado en el campo, con mi padre en el tractor y dando de comer a las gallinas"
Con solo 22 años, Clara García Fernández ya ha logrado ser graduada en Educación Social por la Universidad de León. Pero más allá del papel y de las aulas, tiene clarísimo dónde quiere estar: en León, sí, pero sobre todo en su pueblo, Vega de Antoñán. Un lugar pequeño en la provincia leonesa, con apenas 40 habitantes, que forma parte del municipio de Benavides de Órbigo. "Para mí Vega es como un arraigo, una dependencia, me atrevería a decir incluso", reconoce Clara.
Nació y se crió en ese rincón donde la vida transcurre despacio, rodeada de naturaleza y de rostros conocidos. Reconoce que Vega "no tiene mucho: un parque, una casa de cultura, pero no cuenta ni con colegio ni bares", así que su vida social siempre giró en torno a Benavides, a solo cuatro kilómetros. Allí fue al colegio, hizo amigos y también conoció a su pareja, un vínculo que permanece intacto.
Una infancia entre naturaleza y cuidado de animales
Su infancia se tejió entre la familia y el campo. Clara recuerda con ternura aquellos momentos con su padre, que además de su trabajo cuidaba la tierra. "Me encantaba ir con él al huerto, al monte en el tractor, a sembrar trigo…". En lugar de muñecas, ella prefería cuidar animales. "Darle de comer a los perros, a los gatos, a las gallinas… mantenerlos limpios, todo eso me entretenía muchísimo".
Creció disfrutando de una libertad que solo los pueblos pequeños regalan: calles tranquilas, la certeza de que todo el mundo se conoce. En verano, cuando aparecían niños de su edad, las tardes y noches se llenaban de bicicletas y risas. "Salíamos al parque hasta las doce, nos íbamos en bici a Benavides o a pueblos cercanos… era otra forma de vivir".
El salto a León
Tras acabar el Bachillerato en Veguellina de Órbigo, a quince kilómetros, Clara dio el salto a León para estudiar Educación Social. Desde 2021 ha vivido en la capital en un piso de estudiantes, pero nunca ha querido irse más lejos. "Tenía muy claro que no me quería ir de León. No sé si es dependencia hacia Vega, hacia mi familia… pero simplemente me gusta estar aquí. Me da paz, seguridad y estabilidad".
Aunque sus amigas la animaban a aprovechar oportunidades fuera, Clara no siente que pierda nada quedándose. "Me decían: 'Es que es una oportunidad, ¿qué haces en León?'. Pero yo vengo de un pueblo súper pequeño, y para mí León ya es como un mundo. Tiene de todo, es suficiente".
"Para mí León ya es como un mundo. Tiene de todo, es suficiente"
La vida que Clara elige
Ahora, graduada y con el Trabajo de Fin de Grado presentado, ya ha hecho las maletas y regresado a su hogar. "Mis días se basan en irme con mis perros a dar un paseo por el monte, quedar con amigos, coger la bici y salir a tomar algo. Para mí eso es vida”.
Aún así no reniega de la capital. Le gusta León —"es una ciudad pequeña, no me agobia, tiene todo lo que necesito"— pero su corazón está en la vida rural. "Sé que me perderé algunas oportunidades, pero no me quiero ir. Si no trabajo de lo mío, trabajaré en lo que sea. Lo que priorizo es estar cerca de mi familia, tranquila, en mi entorno", asegura.
Un círculo que apuesta por quedarse
Esa forma de vivir es común en su círculo más cercano. "Mis amigos viven aquí durante todo el año. La gente joven se está quedando. En Benavides hay mucho arraigo". Incluso su pareja, con la que lleva varios años, también tiene claro que su futuro está allí.
¿Y en unos años? No se sabe. Pero Clara siempre tendrá su lugar favorito al que volver. Mientras otros buscan oportunidades lejos, ella ha encontrado las suyas en la cercanía, la calma y la raíz que solo un pueblo pequeño puede ofrecer.