El hombre del chándal y las viñetas
Jaime Gutiérrez Martínez no se parece a nadie. Profesor de pádel por afición —y por necesidad, como él mismo admite con ironía— y dibujante por vocación absoluta, se ha ganado un espacio reconocible entre los lectores del Heraldo de León, donde cada martes y viernes firma las viñetas de ‘Los Compadres’, una mirada aguda y sarcástica a la actualidad social y política.
Su último proyecto, el cómic 'Los tejemanejes de un hombre en chándal', es mucho más que un libro de historietas. “Es una radiografía de cómo entiendo la vida”, dice el autor, que no necesita disfrazarse de personaje para mostrarse tal cual es. “El tipo del chándal soy yo, claro. No hace falta buscar metáforas”, sentencia.
El chándal como manifiesto
La primera viñeta del libro ya lo deja claro: “Tío, hemos quedado para tomar unos vinos, te podrías poner algún día algo que no fuera un chándal”. Esa frase, aparentemente banal, es toda una declaración de principios.
“Siempre me ha hecho gracia que la gente se vista para los demás. Yo me visto para estar cómodo. Y dibujo, pienso o me cabreo de la misma manera: con naturalidad”, confiesa entre risas.
Esa autenticidad impregna cada página del cómic, que combina humor cotidiano, reflexiones sobre la identidad y retratos casi filosóficos de la rutina. “No es un cómic de superhéroes ni de mundos imposibles. Es un cómic de gente que vive, que duda, que se contradice. Y eso, en el fondo, me parece mucho más interesante”.
Humor, crítica y generación X
Publicado en una cuidada edición disponible puntos (nada mejor que un bar para citarse con el cómic) como Delirios, Luna o Ferecor, 'Los tejemanejes de un hombre en chándal' está pensado “para el lector adulto, especialmente para quienes no suelen leer cómic”.
“El que más lo va a disfrutar es el público de mi generación, la Generación X, los que crecimos entre cintas VHS y el desencanto de los noventa”, explica. “Pero también los más jóvenes pueden reírse y ver reflejados en el protagonista a sus padres, o incluso a sí mismos dentro de unos años”, añade.
Su humor, ácido en ocasiones pero nunca cruel, se combina con una capacidad analítica que desarma. Las viñetas de Jaime son una especie de espejo torcido en el que se reflejan las manías, los miedos y las contradicciones colectivas.
Detrás del trazo
“Dibujar para mí es una forma de pensar. No busco gustar, busco entender”, resume Gutiérrez. Esa filosofía se percibe tanto en el tono del cómic como en sus colaboraciones en prensa, donde sus personajes —los célebres ‘Compadres’— ya forman parte de la cultura visual leonesa desde Heraldo de León.
Sus lectores lo saben: detrás de cada trazo hay observación, ironía y una ternura encubierta. “El humor sirve para decir lo que a veces no te atreves a decir en serio”, afirma. “Y el chándal, al final, es solo una excusa para mirar el mundo sin imposturas”, concluye.