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Los incendios de León ponen en jaque la estabilidad de las poblaciones de oso pardo y urogallo

Los incendios afectan la estabilidad de los poblaciones de osos y urogallos.
La destrucción de hábitats amenaza a dos de las especies más emblemáticas de la cordillera, cuya recuperación podría tardar más de una década

La oleada de incendios que ha devastado extensas áreas de la provincia de León ha encendido todas las alarmas sobre el futuro de la fauna más vulnerable de la Cordillera Cantábrica. El oso pardo y, sobre todo, el urogallo cantábrico, se encuentran entre las especies más amenazadas por la pérdida de bosques y suelos fértiles. 

Los especialistas advierten de que la regeneración de estas zonas calcinadas no será inmediata: se calcula que el proceso podría prolongarse entre siete y quince años, afectando al equilibrio de todo el ecosistema.

Una población de osos en riesgo

En León habitan cerca de 370 osos pardos, repartidos en dos núcleos: uno occidental con unos 250 ejemplares y otro oriental con alrededor de 120. La desaparición de grandes áreas de robledales, encinares y cerezales reduce las posibilidades de alimento y refugio para estos animales. 

Sin frutos ni coberturas forestales, su supervivencia depende de la capacidad de desplazarse hacia territorios más estables, lo que podría alterar sus patrones de movimiento y aumentar los conflictos con la actividad humana.

El urogallo, la especie más castigada

Si el futuro del oso genera preocupación, el del urogallo cantábrico resulta todavía más incierto. De los aproximadamente 209 ejemplares que sobreviven en la cordillera, dos tercios se concentran en las comarcas leonesas de Alto Sil, Laciana y Omaña, precisamente en las áreas más afectadas por el fuego. 

La desaparición de sotobosques y claros adecuados para su reproducción compromete seriamente la viabilidad de esta especie, que ya arrastra décadas de declive poblacional.

Daños invisibles y lenta recuperación

Más allá de la superficie quemada, el daño alcanza al propio suelo, donde los incendios de combustión profunda destruyen microorganismos y fauna esencial para la cadena trófica. Micromamíferos, reptiles e invertebrados, base del alimento de especies como las musarañas o aves insectívoras, tardarán años en recolonizar el terreno, lo que agrava aún más el panorama para la biodiversidad.

Reclamos de protección efectiva

Organizaciones como SEO/BirdLife y FAPAS coinciden en la necesidad de una estrategia estatal que refuerce la prevención, la restauración de bosques autóctonos y la protección de hábitats incluidos en la Red Natura 2000. También subrayan la urgencia de garantizar la conectividad ecológica, sin la cual especies como el oso y el urogallo quedan expuestas al aislamiento genético y a la falta de recursos.

Aunque la población de oso pardo aún cuenta con cierta capacidad de adaptación, el futuro del urogallo se vislumbra crítico si no se revierten las dinámicas actuales. Los incendios han demostrado su poder destructivo: en cuestión de días pueden borrar un paisaje que la naturaleza tardó siglos en construir, comprometiendo la supervivencia de dos de los símbolos más reconocibles de la montaña leonesa.