"León necesitaba Medicina; si la opción hubiera estado antes, no me habría marchado"
A los 18 años, Marina Ferreras Mariscal hizo lo que tantos jóvenes leoneses se han visto obligados a hacer: marcharse. Quería estudiar Medicina, pero León no ofertaba el grado. Hoy, con 23 años, está a punto de terminar la carrera en la Universidad del País Vasco, después de haber pasado por Bilbao y ahora Vitoria. El próximo curso lo cerrará con prácticas en Burdeos y, después, llegará el esperado MIR.
Un comienzo incierto
Empezar no fue fácil. Los primeros años de carrera, recuerda, fueron los más duros. "No sabía bien cómo estudiar. Me pasaba horas haciendo resúmenes y memorizando, pero así no funcionaba". Con el tiempo aprendió a estudiar de otra forma: entendiendo los conceptos, conectándolos y aplicándolos. Fue en los hospitales, durante las prácticas, cuando la Medicina empezó a cobrar verdadero sentido. "Ver pacientes, entender su historia, poner en práctica lo aprendido… ahí sentí que estaba exactamente donde quería estar".
Nació y creció en León. Estudió desde infantil hasta segundo de bachillerato en el colegio Marista San José. Sus raíces están bien ancladas en la provincia: su abuela materna nació en La Mata de Curueño, su abuelo en Cáceres; por parte paterna, Villanueva del Condado y Mallorca. "Pero al final, todos acabaron viviendo aquí. Lo nuestro es León".
Para ella hablar de León es hablar de hogar. "Echo de menos muchas cosas: volver a casa, ver a mi familia, quedar con mis amigas, hacer una ruta por la montaña y acabar tapeando en el Húmedo". Cuando alguna amiga de fuera la acompaña a León, sabe que el plan triunfa: "Siempre alucinan con el ambiente y con la comida. Les encanta".
Su cara más personal
Más allá de la bata y los libros, Marina es una amante de la naturaleza y del arte. Viajar es lo que más le recarga: descubrir culturas, explorar paisajes nuevos. “La naturaleza me llena de paz y de energía", dice. También disfruta con las manualidades, especialmente con la pintura, a la que recurre para relajarse. Durante la semana, su rutina de desconexión pasa por el gimnasio, un hábito que le ayuda a despejarse tras tantas horas de estudio.
Este año finalizará 5º de carrera. El próximo, parte de sus prácticas las hará en un hospital de Burdeos. Después, Oviedo será su base para preparar el MIR. Aunque todavía no ha decidido qué especialidad escoger, tiene claro que se inclina por la rama clínica más que por la quirúrgica. Neurología, psiquiatría o endocrinología son algunas de las opciones que más le atraen. Y aunque su camino profesional esté aún por definirse, no descarta volver a casa. “Me gustaría poder ejercer en mi tierra. Es una idea que siempre tengo ahí”, reconoce.
Sobre la implantación del grado de Medicina en la Universidad de León, lo tiene claro: “Es una gran oportunidad para la ciudad. Tenemos un buen hospital universitario y es una pena que no se haya aprovechado antes”. Si la posibilidad hubiese existido cuando ella tuvo que elegir universidad, su respuesta habría sido inmediata. “Si me hubiesen dado a elegir León desde primero, sin duda me habría quedado”.
León y los que se marchan
Marina forma parte de esa generación que ha tenido que salir para formarse, pero no se resigna a que esa salida tenga que ser definitiva. “Muchos de nosotros estaríamos encantados de quedarnos o volver, pero hacen falta oportunidades reales: empleo, vivienda, transporte, cultura”. Y lanza un mensaje a quienes, como ella, construyen su futuro lejos de casa: “Nuestra tierra nos necesita, y las puertas están abiertas. Pero para que volvamos, León también tiene que ofrecernos un futuro”, concluye.