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¿Quién era San Froilán?

Imagen de San Froilán, en la Catedral de Lugo.
San Froilán, patrón de León, nacido en Lugo en el siglo IX, su vida como ermitaño, abad y obispo dejó huella en la historia religiosa leonesa

Las primeras noticias sobre San Froilán provienen de un códice redactado quince años después de su muerte en la catedral de León. Según este documento, Froilán nació en las afueras de Lugo en el año 832. 

A los 18 años eligió la vida de ermitaño y predicador itinerante, trasladándose al Bierzo, donde se recluyó en una cueva en Ruitelán, junto al río Valcarce, hoy convertida en ermita en su honor.

La fundación de monasterios y la colaboración con Atilano

Posteriormente, Froilán se dirigió a los montes del Curueño, donde se le unió Atilano, sacerdote y monje mozárabe. Ambos se establecieron en el picacho Cucurrino de la Valdorria antes de descender al valle y organizar un monasterio en Veseo, que llegó a reunir trescientos monjes.

El rey asturiano Alfonso III (866-910) apoyó la fundación de nuevos monasterios en la llanura del río Esla, en tierras zamoranas. Se establecieron dos comunidades: una en Tábara, con seiscientos monjes y monjas, y otra en un “lugar ameno y elevado” aún no identificado, con doscientos monjes. Froilán ejerció como abad en Tábara y Atilano como prior.

Obispo de León y fin de sus días

Debido a su fama de santidad, los habitantes de León solicitaron al rey Alfonso III su nombramiento como obispo de León, mientras que Atilano fue designado obispo de Zamora. 

Ambos fueron consagrados en la catedral de León el día de Pentecostés de 900. Froilán falleció cinco años después, a los 73 años, siendo sepultado en el sepulcro que Alfonso III había construido para sí mismo, y la diócesis lo declaró su patrón, celebrando su fiesta el 5 de octubre.

La leyenda del lobo fiel

Una de las historias más conocidas de San Froilán relata que, durante uno de sus peregrinajes, se encontró con un lobo hambriento dispuesto a atacar su asno. Froilán, absorto en oración, lo enfrentó con serenidad y compasión. 

El lobo, acurrucado y temeroso, quedó a su servicio, acompañándole siempre a la derecha y ayudándole a llevar alforjas. Esta tradición dio origen a la representación icónica del santo junto a un lobo.