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365 leoneses | Lucía Domínguez, dependienta

"Hay rincones en la montaña leonesa que te regalan una experiencia visual inolvidable"

Lucía Domínguez después de finalizar una ruta.
Con raíces uruguayas y un fuerte arraigo en León, Lucía Domínguez encuentra en la montaña leonesa y el comercio local un equilibrio perfecto para disfrutar de una vida sencilla llena de orgullo por su tierra

 

Lucía Domínguez Olaizola tiene 26 años y una energía que se contagia desde el primer minuto. Habla rápido, ríe mucho, y es de esas personas que parece tener siempre una historia que contar. Vive en un pueblo pegado a la ciudad, a apenas media hora andando de la Catedral de León, que menciona con devoción: "Por favor, qué catedral tenemos. Patrimonio puro."

Aunque siente cierta curiosidad por lo que podrían ofrecerle otras ciudades más grandes, León es su ciudad. La conoce, la ha recorrido, la ha vivido desde joven, y es ahí donde ha construido gran parte de su historia. "Hay momentos en los que necesitas cambiar, conocer gente nueva, hacer cosas distintas. Pero aquí acabas queriendo volver siempre."

Ocho años tras un mostrador

Desde los 18 años es independiente y trabaja en el comercio. Empezó como dependienta casi por casualidad y lo que parecía un paso provisional, se convirtió en un camino estable. Ocho años después, sigue en el sector, con experiencia y ganas de más. "No era mi objetivo, pero me desenvuelvo muy bien. Me gusta el trato con la gente, sentir que puedes ayudar. Lo que pasa es que a veces da rabia no poder avanzar más, no tener opciones de crecer. Pero bueno, aquí estoy, dándolo todo."

Lucía se describe como una persona trabajadora, constante, que no se rinde fácilmente. Tiene claro que las oportunidades no siempre llegan, pero ella sigue luchando. Sueña con llegar a encargada algún día, y no se lo toma como algo menor: "Es que hay talento en el comercio. Y hay que reivindicarlo."

Un perro, una rutina, una vida sencilla

Su rutina diaria se equilibra gracias a dos pilares esenciales: su perro y la montaña. Tiene un compañero peludo de cinco años, inquieto, juguetón, y como ella misma le describe "a veces agotador". Draco y Lucía pasean y desconectan juntos. "No soy adiestradora ni mucho menos, y hay veces que me saca de quicio, pero le quiero muchísimo. Está conmigo en todo."

El descubrimiento de la montaña leonesa

Y luego están las rutas. La montaña leonesa ha sido uno de sus grandes descubrimientos recientes. No se considera montañera ni alpinista, pero desde que se calzó las botas por primera vez hace poco más de un año, algo cambió. "Recuerdo la primera ruta como si fuera ayer. Llegar a 1.800 metros, respirar ese aire, ver aquellas vistas… me pareció una fantasía."

Ha completado ya cuatro rutas, no muchas, pero sí las suficientes para saber que quiere seguir explorando. Le fascinan el paisaje, los pueblos que encuentra en el camino y el trato cercano de su gente. Y, por supuesto, "disfrutar de una caña con su tapa al terminar es todo un premio". Lo que más valora es esa sensación de logro tanto físico como mental. "Me estoy todavía curtiendo porque, por ejemplo, en las bajadas, depende de cómo sea la ruta, lo he llegado a pasar un poco mal, pero me encanta y tenemos unos rinconcitos escondidos que a poco que salgas puedes llegar a vivir una experiencia visual muy fuerte."

Orgullo cotidiano

León, para ella, es eso: pequeñas cosas que merecen la pena. La cercanía de sus calles, la vida tranquila pero viva, los precios que aún permiten disfrutar. "Vas por cualquier ciudad, pides algo, y no te ponen tapa. Aquí es parte del alma. Puedes salir con tus amigos, tomarte una Coca-Cola o una cerveza y ya estás cenando."

Aunque reconoce que a veces la ciudad puede resultar pequeña, no puede evitar volver a esa frase que repite varias veces a lo largo de la conversación: "Al final, siempre te tira León."

Raíz, rutina y refugio

Porque Lucía no solo vive en León: lo siente y lo defiende. Le puede la curiosidad por lo nuevo, pero también el arraigo, lo cercano, lo sencillo. Puede soñar con otras ciudades, pero si algo tiene claro es que su sitio —su casa— está aquí, entre montañas, amigos y rutina.