Veinticinco años sin rastro de Carlos García Lubén, el millonario leonés que se evaporó sin dejar rastro
El 5 de octubre de 2000 desapareció sin dejar rastro Carlos García Lubén, uno de los empresarios más conocidos de la provincia de León. Veinticinco años después, su paradero sigue siendo un misterio absoluto.
Hijo del industrial Cipriano García Rubén y de Ana de Cos, hija del entonces ingeniero jefe de Renfe, Lubén formaba parte de una familia influyente en el tejido económico y social leonés. Su pista se perdió entre León y la pedanía de Oteruelo de la Valdoncina, donde pasaba largas temporadas en una finca familiar.
Radioaficionado
Durante años llevó una vida tranquila, sin grandes sobresaltos, dividida entre su residencia en la capital y su chalet de una planta junto a una amplia piscina, donde cultivaba una de sus grandes aficiones: era radioficionado, actividad que lo mantenía en contacto con colegas de toda España.
"Siempre comentaba con nosotros las cosas del día a día, nada especial salvo participar en las conversaciones con gente de toda España; otra cosa es lo que él pudiera hablar por los canales privados con otra gente", recuerda un radioaficionado de la época. "Lo que sí es cierto es que él tenía una de las mejores antenas de la provincia; podía hablar con medio mundo", añaden.
Una desaparición sin señales
Aquel jueves de otoño, Lubén salió de su domicilio y nunca más se le volvió a ver. No hubo llamadas, testigos ni rastros.
La Policía Nacional registró con minuciosidad tanto su vivienda en el centro de León como la finca de Oteruelo, sin encontrar indicios de violencia ni objetos fuera de lugar. Los vehículos permanecían aparcados y limpios, las cuentas bancarias no registraron movimientos y no volvió a adquirir la insulina que debía inyectarse a diario.
“Fue como si se hubiera desvanecido”, recordaba años después un inspector ya jubilado que participó en las primeras pesquisas.
Cinco días de silencio
La denuncia por desaparición no se presentó hasta cinco días después, cuando su hermano Cipriano García Lubén acudió a la Comisaría de León preocupado por la falta de noticias. Ese retraso, explican los investigadores, dificultó el inicio de la búsqueda, aunque su entorno lo consideraba normal dado que Carlos solía pasar días sin comunicarse.
“En la hipótesis de si él quiso desaparecer o le hicieron desaparecer gana peso la segunda”, se ha repetido durante años entre los investigadores, aunque ninguna prueba sólida ha avalado ninguna de las dos teorías.
Sospechas, rumores y teorías
Con el paso del tiempo, las hipótesis se multiplicaron: posibles malas compañías, deudas relacionadas con el juego o relaciones personales complicadas. Ninguna se pudo confirmar, ninguna línea de investigación ofreció avance alguno.
La policía rastreó su círculo de amistades en León y Madrid sin hallar una sola pista fiable. Tampoco las investigaciones privadas contratadas por la familia aportaron resultados.
El caso de Lubén se ha convertido en una leyenda urbana leonesa, una historia que combina la discreción de un hombre adinerado con un silencio que ni la ciencia forense ni los medios han podido romper.
Un misterio con eco familiar
El enigma de Carlos García Lubén tiene, además, un inquietante precedente: su abuelo materno también desapareció décadas atrás sin dejar rastro. Ninguno de los dos casos logró resolverse.
Hoy, Lubén tendría 80 años, y aunque la familia tramitó su declaración legal de fallecimiento para poder gestionar su patrimonio, el convencimiento de que algo más ocurrió sigue intacto.
Hoy su hija, fruto de una relación con una pareja mexicana con la que nunca llegó a contraer matrimonio y que se encontraba alejada de la relación y del país en el momento del suceso, administra sus bienes a la espera de que un milagro permita resolver el caso que envuelve la desaparición de su padre.
“Mientras no sepamos qué pasó, no habrá descanso”, afirma un allegado del clan familiar, que cada año recuerda el aniversario de su desaparición en la misma fecha y el mismo silencio con el que se lo llevó la historia.