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Entibadores: el arte de sostener la mina y la memoria

El II Concurso Nacional de Entibadores Mineros en Cabrillanes reivindica una profesión clave en la historia minera leonesa, hoy desaparecida pero aún viva gracias a la tradición y el reconocimiento popular
El II Concurso Nacional de Entibadores Mineros en Cabrillanes reivindica una profesión clave en la historia minera leonesa, hoy desaparecida pero aún viva gracias a la tradición y el reconocimiento popular
El II Concurso Nacional de Entibadores Mineros en Cabrillanes reivindica una profesión clave en la historia minera leonesa, hoy desaparecida pero aún viva gracias a la tradición y el reconocimiento popular
El II Concurso Nacional de Entibadores Mineros en Cabrillanes reivindica una profesión clave en la historia minera leonesa, hoy desaparecida pero aún viva gracias a la tradición y el reconocimiento popular

El II Concurso Nacional de Entibadores Mineros en Cabrillanes reivindica una profesión clave en la historia minera leonesa, hoy desaparecida pero aún viva gracias a la tradición y el reconocimiento popular

La pequeña localidad de Cabrillanes se convirtió este fin de semana en el epicentro de una tradición minera que, aunque relegada por el cierre de las explotaciones, resiste con fuerza simbólica: la figura del entibador.

En un ambiente festivo, con juegos tradicionales y una comida popular, vecinos y visitantes se reunieron para presenciar el II Concurso Nacional de Entibadores Mineros, un evento que va mucho más allá de una simple exhibición de habilidad.

La cita contó con la presencia del vicepresidente de la Diputación de León, Roberto Aller, y del diputado Emilio Martínez, quienes quisieron mostrar su respaldo a una iniciativa que pretende mantener viva la memoria y el oficio de quienes fueron garantes de la seguridad en las entrañas de la tierra.

Entibar, el arte olvidado de sostener la vida bajo tierra

En el corazón de la mina, cuando la oscuridad lo cubría todo y el aire era denso, el trabajo del entibador era sinónimo de vida. Su misión era tan sencilla de explicar como difícil de ejecutar: apuntalar con precisión quirúrgica las galerías para evitar derrumbes mortales.

Con maderas, codales y trabancas como herramientas, estos artesanos del subsuelo moldeaban estructuras de sostén que convertían lo inestable en seguro.

El entibador no solo conocía la técnica, sino también el terreno, los sonidos y hasta los silencios. El más leve crujido podía ser la señal de una tragedia inminente, y ellos estaban allí para anticiparla, para prevenirla, para sostener —literalmente— el trabajo de toda una cuadrilla.

De la mina al concurso: la memoria como patrimonio

Aunque la minería de interior ya no tiene actividad en las comarcas leonesas, concursos como el de Cabrillanes sirven para que las nuevas generaciones entiendan la dureza y la destreza de un oficio que no se enseña en academias, sino en el tajo y al calor de la experiencia.

Durante el concurso, las parejas de entibadores trabajaron como antaño: con hacho en mano, tallando maderas para formar la clásica estructura de entibación. Cada corte, cada encaje, cada codal era una demostración de técnica, fuerza y memoria. Quienes participaron no solo compitieron, también homenajearon a los cientos de hombres que hicieron de ese trabajo una forma de vida —y en muchos casos, una forma de muerte—.

La jornada no fue solo un evento cultural, sino un ejercicio de justicia histórica. En un país donde muchas veces el pasado obrero se diluye con el paso del tiempo, Cabrillanes decidió mirar al frente sin olvidar su origen.