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Las monjas de clausura hacen 'su agosto' por Navidad con la venta de la repostería artesanal

Monasterio de Santa Cruz de Sahagún. Foto: Campillo.
La Guía Repsol incluye 27 conventos en su listado de Soletes, entre ellos el de la Santa Cruz en Sahagún

Las monjas de clausura del Monasterio de la Santa Cruz en Sahagún combinan oración y repostería artesanal en la época más intensa del año, cuando sus dulces tradicionales se convierten en protagonistas de las mesas navideñas. La repostería artesanal se ha convertido en una actividad esencial que combina el trabajo manual con la espiritualidad, especialmente durante esta temporada, cuando los pedidos se multiplican y los obradores monacales funcionan a pleno rendimiento.

Solete de la Guía Repsol

En pleno esplendor de la estética conventual, la Guía Repsol dedicó parte de su nuevo listado de Soletes a la repostería de clausura, llegando a incluir hasta 27 conventos, entre ellos, el Monasterio leonés de la Santa Cruz en Sahagún. Sor Marta, encargada de las redes sociales de la congregación, explica en una entrevista a Servimedia, cómo recibieron la noticia del galardón: "Nos llamaron y nos informaron tanto de lo que era como de que nos habían seleccionado. Lo vimos tan positivo que aceptamos encantadas". Es un poco como la estrella Michelin de la repostería, "tener un sol de estos". La religiosa asegura que mucha gente las felicitó y que la noticia se difundió mucho más de lo esperado.

La repercusión del premio no tardó en notarse en el obrador. "Hubo un incremento de las ventas online muy notorio y sigue también ahora", señala Sor Marta. La distinción de la Guía Repsol ha servido para dar visibilidad a un trabajo que las monjas realizan con dedicación durante todo el año, pero que alcanza su punto álgido en los meses próximos a la Navidad.

La jornada de trabajo en el monasterio está perfectamente organizada. "La mañana entera es para hacer la repostería y la tarde más para envolver y empaquetar", explica la religiosa. Además, hay otras tareas como preparar las almendras picadas o empaquetar para distintos tipos de pedidos, lo que requiere la coordinación de toda la comunidad.
Sor Marta reconoce que estos meses de Navidad son "la etapa más dura", aunque fuera de esta temporada también se dedican a la repostería y a la elaboración de productos de cosmética natural. El resto del año, el ritmo es más pausado y pueden compaginar mejor el trabajo con el tiempo litúrgico y la vida contemplativa.

Monja instagramer

A pesar de la clausura, las benedictinas de Sahagún tienen cogido el pulso a la vida más allá del convento gracias a Sor Marta, que gestiona las redes sociales de la congregación. "Depende del trabajo que haya que hacer en comunidad. Estos meses no todas las semanas puedo subir algo porque nos hacen falta todas las horas para sacar adelante los pedidos", admite.

La presencia en redes sociales ha sido clave para dar a conocer tanto sus productos como su forma de vida. El pasado verano, las monjas anunciaban a través de un vídeo de TikTok: "¿Sabes que se pueden hacer prácticas de monja? Las jóvenes que se planteen que el Señor las está llamando a la vida consagrada pueden venir unos días a vivir en nuestro monasterio".

En cuanto a los productos que elaboran, Sor Marta detalla que en Navidad hacen los mismos productos que durante el año, además de los polvorones. "Tenemos amarguillos, hojaldres, coquitos, pastas de té, mantecadas y, de vez en cuando, empiñonados, que son de almendra y llevan piñones por fuera", enumera. 

Ora et labora

El lema benedictino 'ora et labora' (reza y trabaja) cobra pleno sentido en este monasterio. Durante las jornadas de trabajo en el obrador, las monjas combinan momentos de charla con otros de silencio y oración. "Hay momentos de charlas, hay momentos de silencio, hay momentos en los que igual echamos un rosario. Tratamos de acompasar una parte más informal y lúdica con una parte más que busque la tranquilidad interior", explica Sor Marta.

Los productos se venden en el propio monasterio, en plataformas especializadas como Contemplar y De Clausura, y en la tienda online. Además, envían sus dulces a estas asociaciones que tienen tienda física en Madrid. Las monjas también procuran asistir a ferias para dar a conocer sus productos: "Procuro que vayamos cada mes a una feria por lo menos. En noviembre fuimos a tres, pero en diciembre, con la demanda que hay de dulces, no hemos ido a ninguna porque no damos abasto", relata.

Un equipo de once hermanas

Sor María Anunciación, Madre Abadesa del monasterio, confirma el impacto del premio: "Sí, hemos notado lo del premio". La religiosa explicó que estas fechas son cruciales para la economía de la comunidad: "Es cuando más vendemos, porque hasta febrero y luego ya bajan mucho las ventas. Tenemos que aprovechar mucho estos meses porque León es muy frío y tenemos que cargar la calefacción. Son muchos litros de gas a pagar".

En el monasterio viven once hermanas, aunque una de ellas padece alzhéimer y no puede participar en la elaboración de repostería. De modo que el equipo efectivo está formado por diez monjas perfectamente sincronizadas. La Madre Abadesa relató que se reparten las tareas: mientras unas se encargan del horno, otras van empaquetando y el resto se ocupa de la logística, es decir, del envío de paquetes.

"Más o menos hacemos un promedio de más de 50 cajas de hojaldres al día, unas 60 cajas de polvorones y 20 de mantecadas", detalla Sor María Anunciación. La producción es intensiva y requiere que todas las hermanas trabajen de forma coordinada, alternando momentos de pie y sentadas para no sobrecargar el cuerpo. Incluso durante el trabajo, las monjas mantienen su vida de oración. "Las horas menores se usan para un rezo muy cortito que hacemos, como dice San Benito, allí donde estamos trabajando. Los dulces, como digo yo, van con oración incluida", explica la Madre Abadesa.

Cuando llega la noche las religiosas acaban “extenuadas”, admite Sor María Anunciación. El ritmo de trabajo es agotador, pero necesario para aprovechar la temporada alta de ventas que les permite mantener el monasterio durante el resto del año.

La defensa de recetas clásicas y su elaboración totalmente artesanal convencieron al equipo de expertos de la Guía Repsol. Así, monjas de una docena de congregaciones religiosas distintas reciben por primera vez una calificación gastronómica española, poniendo en valor el trabajo silencioso de cientos de religiosas que, entre oraciones y hornos, mantienen viva una tradición centenaria.