Pepa, la cierva que eligió pueblo en León
En La Vecilla ya casi nada sorprende cuando, a media mañana o al caer la tarde, una cierva cruza el casco urbano con paso tranquilo. Se llama Pepa y, desde hace meses, forma parte de la rutina del municipio leonés. Su destino es casi siempre el mismo: el Bar El Cruce, donde suele encontrarse con Javier Alonso, el vecino que la acogió cuando apareció sola y desorientada en la zona.
Una aparición inesperada
La historia comenzó en marzo, cuando Pepa empezó a dejarse ver en las fincas próximas al pueblo. “Se juntaba con las ovejas y se metía en la finca como si fuera un animal más”, recuerda Javier Alonso. El vecino decidió no espantarla y permitir que permaneciera allí. “Yo la dejaba con el resto de los animales y estaba tan tranquila”, explica a Heraldo de León.
Durante meses, la cierva encontró refugio y alimento en ese entorno, acostumbrándose poco a poco a la presencia humana y, en especial, a la de Javier, que terminó convirtiéndose en su principal referente.
La intervención de la Guardia Civil
La convivencia se mantuvo hasta que la situación llegó a conocimiento de la Guardia Civil. Al tratarse de un animal silvestre, los agentes advirtieron de que no podía permanecer bajo cuidado privado. “La cuidamos hasta que la Guardia Civil vio que la teníamos y decidieron multarme”, relata Javier. La sanción administrativa llegó en septiembre y obligó a cambiar la situación de Pepa.
Desde entonces, la cierva está oficialmente en libertad y ya no permanece en la finca. Sin embargo, su vínculo con el pueblo —y con Javier— no se ha roto.
Visitas diarias al pueblo
“Ahora está en libertad, pero baja todos los días”, asegura Javier Alonso. Pepa regresa a diario y, en cuanto lo ve, no se separa de él. La escena se repite ante la mirada tranquila de los vecinos, que han normalizado su presencia. “Los vecinos la ven con normalidad y ella ve con normalidad a los vecinos. Aquí a nadie le extraña ni le parece mal”, añade.
Su lugar preferido es el entorno del Bar El Cruce, convertido casi en punto de encuentro. Allí, Pepa se deja observar, camina entre la gente y demuestra una confianza poco habitual en un animal salvaje.
Una integración poco común
Pepa vive hoy en los alrededores del casco urbano, moviéndose libremente pero manteniendo esa cercanía con las personas que la cuidaron cuando más lo necesitaba. “Llegó como buscando algo, aunque nadie sabe el qué”, comentan los vecinos. Quizá compañía, quizá seguridad.
Lo cierto es que la cierva se ha integrado en la vida diaria de La Vecilla y se ha convertido en un símbolo inesperado del pueblo.