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Sorribos de Alba, el pueblo donde cada día se podía respirar la muerte

Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
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Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
"Se veía venir: tenía una M de muerte escrita en la puerta", dicen los vecinos de Sorribos de Alba. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo)
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un hombre se entrega en la Guardia Civil de Armunia y asegura haber matado a otro en Sorribos de Alba. En las imágenes, el lugar y la localidad del crimen. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Un crimen anunciado entre amenazas grabadas en piedra. Fotos: Campillo
Los vecinos llevaban meses advirtiendo del peligro: denuncias, amenazas y miedo que acabaron en tragedia

La muerte se podía respirar en la localidad de Sorribos de Alba, situada a 30 kilómetros de León capital, y todos los vecinos lo sentían.

Amenazas directas y muy visibles.

‘Hijo de puta’, se podía leer en la fachada de un inmueble de la víctima. ‘M’ de ‘Muerte’ en la puerta.

Y en ese escenario todos, los poco más de 50 habitantes, sabían que antes o después podía ocurrir. Había tanto odio que C.H. era un peligro allí por donde caminaba.

Un pueblo atrapado por el miedo

C.H., conocido en el pueblo como ‘Melendi’, llevaba años siendo una sombra siniestra sobre Sorribos de Alba. “Hacía tiempo que escribió la M de muerte en la puerta de su casa”, recordaba un vecino tras conocer el crimen. Este miércoles, ese presagio se volvió realidad. El presunto asesino se entregó en el puesto de la Guardia Civil de Armunia y confesó lo que todos temían: había matado a su primo carnal.

La Guardia Civil localizó el cuerpo sin vida de la víctima en un paraje de montaña, a las afueras del pueblo. La brutalidad del crimen impactó incluso en una comunidad que vivía en tensión constante: golpes con una herramienta de campo, pedradas, un ensañamiento que confirmó lo que muchos intuían desde hacía tiempo. “Le machacó”, aseguró otro vecino a Heraldo de León.

Denuncias ignoradas, alertas sin respuesta

Desde su llegada desde Francia en 2005, la relación de C.H. con sus vecinos fue de mal en peor. “Empezó a tener problemas con todo el mundo, porque decía que le robábamos o le perjudicábamos de alguna forma”, afirmaron varios habitantes a la Agencia Ical. Algunos lo evitaban; otros directamente temían cruzarse con él.

Las amenazas eran habituales: “Vais a morir entre llamas” o “os voy a quemar la casa, que hay gasolina barata”, decían que gritaba por las calles. Las hijas de uno de los vecinos habían dejado de visitarle en su propia casa: “Tenían miedo de Melendi”. Las denuncias se acumularon, pero con pocas consecuencias. “Quedaron en nada por falta de pruebas”, lamentan.

Un pueblo sin ley, una muerte anunciada

El martes por la tarde, varios vecinos observaron una actitud inquietante en el presunto asesino. “Estuvo encerrado en su casa toda la tarde”, contó uno de ellos, quien intuyó que algo tramaba. Al día siguiente, por la mañana, C.H. se cruzó con un vecino y le dijo sin rodeos: “Vengo de matar a uno”.

Minutos más tarde, reiteró la confesión en el cuartel de la Guardia Civil de Armunia. La búsqueda del cadáver terminó en el monte, donde los agentes hallaron el cuerpo sin vida del primo de C.H., víctima de años de amenazas que nunca encontraron respuesta eficaz.

Una tragedia que todos vieron venir

Sorribos de Alba es ahora un pueblo roto. En sus calles, el silencio es aún más tenso que antes. Nadie quiere hablar con nombres y apellidos. El miedo no ha desaparecido, aunque su foco ya esté bajo custodia policial. “Esto se podía haber evitado”, dice uno de los pocos que se atreve a hablar.

Las pintadas siguen en algunas paredes. Las denuncias están en un cajón. Y la sensación de que todo esto era evitable, flota como un eco macabro en cada rincón del pueblo. Porque en Sorribos de Alba, como muchos sabían y nadie detuvo, se podía respirar la muerte.