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REPORTAJE

100 años del improbable primer atraco a un banco de Chile a manos del leonés Durruti

Buenaventura Durruti (centro), junto a Ascaso y Jover en una foto de archivo.

Antes de alcanzar fama mundial en la Guerra Civil, el revolucionario leonés viajó por América dando golpes para sufragar la causa anarquista y desatando la psicosis colectiva en la capital chilena por la audacia de sus movimientos.

Tal día como hoy, un 16 de julio, jueves y a la hora del almuerzo para más señas, cinco encapuchados rompen la monotonía del invierno de Santiago de Chile. Entran en una sucursal de banco y, revolver en mano, exhortan a los empleados a levantar las manos con un acento atípico: “Esto es un atraco”. 

Pese a las reticencias iniciales de los trabajadores, que de entrada piensan que les están gastando una broma, los asaltantes acceden a la caja y se hacen con el botín sin mayor resistencia. Ya con la plata en bolsas, huyen en un taxi marca Hudson con techo de lona que les espera en la calle. Antes de poder poner tierra de por medio, dos trabajadores del banco se abalanzan sobre el coche para tratar de evitar su huida.  

Sorprendidos, los atracadores abren fuego matando a uno de ellos, el cajero Alfredo Muñoz, e hiriendo a su compañero, Manuel Moya, que quedan tendidos en la calle. Ya sin oposición, el taxi se pierde en las calles de la capital chilena sin dejar rastro con un botín de entre 30.000 y 46.000 pesos chilenos de entonces. 

El relato de este suceso, basado en fuentes de la época y en la genial reconstrucción de la revista The Clinic, podría no resultar especialmente sorprendente hoy en día, pero este robo sucedió exactamente hace 100 años, en 1925, y el líder de los atracadores no era cualquiera, sino Buenaventura Durruti, el legendario revolucionario leonés que años más tarde pasaría a la historia por su papel en la Guerra Civil Española. 

Chile, en la era moderna 

Pero claro, hace un siglo y a más de 11.000 kilómetros de la península Ibérica, nadie podría siquiera imaginar que una banda de conocidos anarquistas españoles se iba a dedicar a robar bancos, por lo que al día siguiente, el 17 de junio, en la prensa local comenzaron a circular todo tipo de hipótesis a cada cual más desatinada en torno a la autoría del atraco. Lo único en lo que coincidieron periodistas, políticos y ciudadanos en general fue en asegurar, no sin cierto orgullo, que su alargado y arrinconado país acababa de entrar en la era moderna tras ser víctima del primer atraco bancario de su historia. En eso y en que "los hechos recuerdan las más emocionantes películas de cine norteamericano", tal y como escribió el periódico Las Últimas Noticias. 

Así, aquellos encapuchados fueron bautizados como ‘Los Apaches’, un apodo tribal que era usado por un grupo de asaltantes francés cuyo modus operandi habitual le resultó similar al usado en el atraco a la policía: cubrían su rostro, usaban armas de fuego, vehículos a motor y tenían predilección por los bancos. 

Aunque la historia todavía iba a tardar en situar a Durruti como un personaje clave en el devenir de la Guerra Civil, su nombre ya era conocido en los círculos anarquistas, especialmente en Europa, aunque también en América Latina. En Chile solo un puñado de sindicalistas estaban familiarizados con el nombre del cenetista. Exactamente los mismos que les recibieron y sirvieron de red de apoyo. 

Durruti, junto con sus inseparables e igualmente conocidos Gregorio Jover y los hermanos Francisco y Alejandro Ascaso, no eran nuevos en el mundo de las “expropiaciones” y la acción directa. Su golpe más conocido probablemente sea el atraco al Banco de España de Gijón en 1923. Pero no fue, ni mucho menos, el único.

Noticia publicada en el diario La Prensa el 28 de febrero de 1924 sonbre el asalto al Banco de España de Gijón. Durruti, a la izquierda.

Los anarquistas empleaban todo el dinero en la causa revolucionaria. Huidos a Francia tras fracasar en un intento de derrocar la dictadura de Primo de Rivera y con la policía pisándoles los talones, optaron por cruzar el charco. 

De Nueva York a Valparaíso 

En Nueva York comenzaron un periplo de varios años cometiendo fechorías por todo el continente en nombre de la causa libertaria y adoptando el nombre de ‘Los Errantes’, antes se habían hecho llamar Los Justicieros, Los Solidarios o Grupo Crisol. Golpe tras golpe, viajaron de México a Cuba antes de llegar un 19 de junio del 1925 al puerto chileno de Valparaíso a bordo del vapor Oriana. Aquí les esperaba un viejo camarada, Gregorio Martínez ‘El Toto’ quien con total discreción les presentó en sociedad en la agrupación anarquista internacional IWW (Industrial Workers of the World) de Santiago. Siempre según The Clinic, Felix López, un militante chileno, aseguró que Durruti les dijo: “Ustedes están necesitados de fondos económicos. Nosotros vamos a conseguírselos”. 

De hecho, el atraco a la sucursal bancaria no fue el único golpe perpetrado, o que al menos intentaron, Durruti y compañía en tierras chilenas. Al menos hay constancia de otros dos, un intento de llevarse la recaudación del fin de semana del Club Hípico, que resultó en un “infierno de plomo” tras enfrentarse a tiros con los guardias que la custodiaban; y un intento de robo de la Estación Central de Ferrocarril, igualmente infructuoso. Todo en pocos días y siempre esfumándose sin dejar rastro. 

“La audacia y la impunidad con que cometían sus asaltos, esa rara capacidad de atacar y desaparecer a un ritmo vertiginoso, omnipresente, como si fueran una legión de espectros, arrastró a la capital en una oleada de psicosis colectiva”, relata The Clinic. “Se les creyó ver en todas partes. Los confundieron con comerciantes españoles, con elegantes clientes extranjeros o con boxeadores retirados; se les supuso argentinos o cubanos. Un experto en criminología acusó a un ex presidiario de apellido Madriaza, quien coincidiría en sus rasgos fisiológicos, sociológicos y frenológicos con el líder de Los Apaches. Agregó el criminalista que los audaces asaltos eran producto de delincuentes chilenos, declarándose orgulloso de la industria criminal nacional profesionalizada y un decidido proteccionista de ésta”. 

Ni una solo pista real, miles de especulaciones. ¿Cómo lograron Durruti y los suyos tal proeza? Sencillo: “Conocedores del ciego clasismo de las fuerzas de la ley, confundían a sus perseguidores asumiendo el papel de elegantes burgueses, alojándose en los mejores hoteles y dándose la gran vida”. 

Ficha policial de Francisco Ascaso, Barcelona 1931.

Millonarios y futbolistas 

De hecho, mientras los Carabineros seguían poniendo patas arriba estérilmente arrabales y suburbios, Durruti, Jover y los Ascaso cruzaron la Cordillera con pasaportes falsos y ‘El Toto’ se diluyó entre los muelles de Valparaíso. En Argentina siguieron con las “expropiaciones” manteniendo su particular y eficaz método de distracción. “Finalmente, al verse acosados por los gendarmes, se escurrieron a Montevideo donde, en el papel de millonarios, disimularon el trato simple y campechano de Durruti haciéndolo pasar por exitoso futbolista”. 

Pero, ¿qué pasó con el botín del atraco al Banco de Chile? Pues que siguiendo la lógica revolucionaria lo invirtieron en un intento de magnicidio contra Alfonso XIII aprovechando una visita de éste a la vecina Francia. Fracasaron y fueron capturados por las autoridades galas.  

Solo en ese momento, en la otra punta del mundo, la policía chilena conoció al fin la verdadera identidad de los famosos autores del primer atraco de un banco de su historia, acaecido tal día como hoy hace exactamente 100 años.