La Junta protege la tradición de la tuna al declararla Bien de Interés Cultural
El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León aprobó ayer la declaración de La Tuna como Bien de Interés Cultural (BIC) de carácter inmaterial, una decisión destinada a “proteger la singularidad de una tradición viva, integrada en las ciudades universitarias”. La medida reconoce el peso histórico de una práctica que hunde sus raíces en la baja Edad Media y que, según la Junta, posee un arraigo “especialmente significativo” en la Comunidad.
La tuna surgió como forma de vida de estudiantes con escasos recursos en los primeros centros universitarios y evolucionó hasta convertirse en las conocidas agrupaciones musicales itinerantes de hoy, capaces de llevar serenatas y pasacalles por todo tipo de escenarios.
De los Estudios Generales a las tunas actuales
Ciudades como Palencia, Salamanca o Valladolid, cuna de los primeros Estudios Generales, fueron los escenarios en los que los estudiantes trovadores comenzaron a cantar “a cambio de comida o limosna”, según recuerda la Junta en su comunicado. Esa práctica marcó el origen de la figura del tuno, recogida en textos del Siglo de Oro y el Barroco y cuyo nombre aparece documentado ya en el siglo XVII.
Tras casi desaparecer a principios del XIX, la tuna renació durante el Romanticismo con las primeras estudiantinas organizadas como comparsas carnavalescas. Su impulso definitivo llegó en las décadas de 1960 y 1970, cuando el auge turístico proyectó la imagen del tuno y su capa más allá de nuestras fronteras. Las tunas femeninas, incorporadas entre los años 80 y 90, ampliaron un panorama que hoy incluye agrupaciones masculinas, femeninas y mixtas.
Música, indumentaria y un imaginario reconocible
El nuevo BIC destaca la dimensión artística de la tuna, concebida como una pequeña rondalla compuesta principalmente por bandurrias, laúdes y guitarras, acompañadas por panderetas en la sección rítmica. El repertorio, variado y heterogéneo, va desde habaneras y pasodobles hasta versiones de música folclórica local o adaptaciones contemporáneas.
Otro elemento esencial es la indumentaria: la histórica capa de estudiante, decorada con escudos de universidades visitadas y cintas de todos los colores, y la beca, cuya tonalidad identifica la facultad o centro de procedencia. La Junta subraya que este vestuario “recrea la estética de los Siglos de Oro” y constituye un “símbolo reconocible de la tradición estudiantil española”.
Una presencia extendida en toda la Comunidad
La Junta estima que en la Comunidad existen entre 20 y 30 tunas universitarias activas o con actividad reciente, incluyendo agrupaciones masculinas, femeninas y las denominadas “cuarentunas” integradas por antiguos tunos.
La tradición se extiende “por todas las provincias”, y tiene presencia especial en ciudades universitarias como Salamanca, Valladolid, Burgos y también León, donde las tunas han formado parte habitual de actos académicos, serenatas, encuentros estudiantiles y festividades locales.
Protección legal para un patrimonio vivo
La declaración de la tuna como Bien de Interés Cultural inmaterial la integra de pleno en la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León, que ampara las formas de socialización colectiva. Según el Ejecutivo autonómico, la tuna “promueve el compañerismo, la amistad y la inclusión”, además de reforzar la cohesión entre estudiantes de distintos orígenes y mantener vivo un legado que conecta generaciones.
Con este reconocimiento, la Junta pretende garantizar la continuidad de una práctica que sigue siendo parte del pulso cotidiano de las ciudades universitarias y que, pese a su larga historia, continúa reinventándose sin perder su esencia.