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Tres motivos para tocarle las narices a San Froilán

Tradición de ‘tocarle las narices al santo’ en la romería de San Froilán. Foto: Campillo
Más de 50.000 romeros acuden cada 5 de octubre a La Virgen del Camino para cumplir con un rito que mezcla historia, fe y tradición popular

San Froilán, patrón del Reino de León, fue eremita antes que santo. Vivió en cuevas buscando silencio y meditación, pero pronto su fama atrajo a reyes, obispos y multitudes de vecinos que querían escucharle. 

La tradición le atribuye incluso la compañía de un lobo domesticado. Hoy, más de mil años después de su muerte, el santo sigue convocando multitudes: Más de 50.000 peregrinos se esperan este fin de semana en el santuario de La Virgen del Camino, donde el rito de tocarle las narices se ha convertido en un gesto de fe y de identidad leonesa.

Primer tirón: la salud

La estatua de bronce de San Froilán, esculpida por José María Subirachs en 1961, preside la puerta sur de la basílica. Allí los romeros hacen cola para agarrar con fuerza el apéndice del santo y darle tres tirones. El primero, según manda la tradición, asegura la salud, el bien más deseado por quienes acuden con promesas o agradecimientos.

Segundo tirón: el trabajo

El segundo de los tirones está vinculado a las necesidades cotidianas. “Es para que no falte el pan en la mesa”, explican los vendedores de avellanas que cada año se instalan junto al santuario. En un territorio marcado históricamente por la emigración y el esfuerzo campesino, el gesto simboliza la petición de prosperidad y estabilidad laboral para las familias leonesas.

Tercer tirón: el amor

El último de los deseos que se confían al santo es el del amor. No falta quien acude con su pareja, quien pide reconciliación o quien espera encontrar pronto compañía. La tradición oral recoge que ya en el siglo XVII se vinculaba este gesto con los jóvenes que aprovechaban la fiesta para cortejar y luego regresaban a casa con avellanas, rebautizadas como ‘perdones’, para calmar a sus novias.

Entre la fe y la fiesta

Tras los tirones de nariz, el rito continúa con el beso al manto de la Virgen del Camino y la compra de los inevitables perdones en forma de avellanas. 

Entre liturgia y feria, la romería conserva su carácter singular, con pendones, carros engalanados y la ofrenda institucional en la que el alcalde de León y los municipios del Voto —Valverde de la Virgen, Valdefresno y Villaturiel— se presentan ante la patrona.

San Froilán, el santo “que nunca estuvo solo”, volverá a ser el centro de una devoción popular que cada año reafirma su vigencia tirándole, una vez más, de la nariz... Y los tirones de nariz puede tener esas peticiones o bien otras más personales. La fe, ya se sabe, mueve montañas.