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La León–Valladolid: una deuda histórica con León

Hay carreteras que no solo conectan ciudades, sino que unen territorios, equilibran oportunidades y simbolizan respeto institucional...

Hay carreteras que no solo conectan ciudades, sino que unen territorios, equilibran oportunidades y simbolizan respeto institucional. La autovía entre León y Valladolid debería haber sido una de ellas. Pero lo cierto es que, en pleno 2025, seguimos sin una vía rápida directa entre las dos capitales más importantes de Castilla y León. Un agravio que los leoneses llevamos décadas soportando con paciencia, y cada vez con más resignación e indignación.

Una promesa que envejeció mal

La idea de una autovía entre León y Valladolid no es nueva. Surgió hace más de treinta años, casi al mismo tiempo que se diseñaban los grandes ejes de la red estatal moderna. Se hablaba entonces de una infraestructura clave para vertebrar el noroeste y reforzar la cohesión territorial. Sin embargo, mientras otras comunidades veían nacer autovías que unían sus principales ciudades, en León nos quedamos con un proyecto que nunca pasó del papel.

Durante años, los distintos gobiernos, de distinto signo político, han ido prometiendo estudios, trazados y partidas presupuestarias. Ninguna se ha materializado. Se han invertido miles de millones en autovías entre Madrid y Valladolid, Burgos y Soria, o incluso en duplicar carreteras hacia Salamanca y Zamora. Pero el eje León–Valladolid, el más lógico y simbólico dentro de la propia Comunidad, sigue dependiendo de una carretera nacional saturada, peligrosa y mal mantenida: la N-601.

Una vía insegura y obsoleta

Cualquiera que haya conducido entre León y Valladolid por la N-601 sabe que es una ruta de otro tiempo: rectas infinitas, adelantamientos arriesgados, tráfico pesado y una siniestralidad que no se corresponde con el siglo XXI. A diario la usan transportistas, estudiantes, trabajadores y familias que simplemente buscan una conexión digna entre las dos provincias.
No hablamos de una comodidad, sino de seguridad y justicia territorial. En una comunidad tan extensa como Castilla y León, la movilidad interna debería ser prioritaria, pero parece que las inversiones solo miran hacia el centro peninsular, no hacia la cohesión real de su territorio.

Un símbolo de desequilibrio

La ausencia de esta autovía tiene también un valor político y simbólico. Refleja el desequilibrio que arrastra León dentro de la estructura autonómica. Valladolid, con sus conexiones rápidas hacia Madrid, Palencia, Burgos o Salamanca, se ha consolidado como centro logístico y administrativo. León, por el contrario, sigue aislada por carretera, con vías lentas y proyectos eternamente pospuestos.
Y mientras se habla de despoblación y de reactivar el noroeste, se niega una infraestructura básica que permitiría acortar tiempos, atraer inversiones y generar empleo. Es incoherente hablar de “España vaciada” y al mismo tiempo dejar sin conexión moderna a una de las capitales históricas del país.

Una exigencia, no una petición

La autovía León–Valladolid no es un capricho ni una obsesión localista: es una necesidad estratégica para todo el noroeste peninsular. No solo uniría a las dos principales ciudades de la comunidad, sino que reforzaría el eje Atlántico y conectaría mejor Galicia, Asturias y el norte de Portugal con el centro del país.
Su construcción significaría apostar por la igualdad territorial y por una Castilla y León más integrada, donde León no siga siendo el extremo olvidado de un mapa diseñado desde el centro.

Por eso, desde León reclamamos que el Gobierno central deje de esconderse detrás de estudios infinitos y compromisos vacíos. Queremos hechos. Queremos autovía. Queremos, en definitiva, la misma consideración que tienen otros territorios. Porque la historia nos une a Valladolid, sí, pero el progreso no puede seguir separándonos por una carretera de un solo carril.