Los grises
Demasiado joven, sí. Soy demasiado joven como para presumir de haber protagonizado grandes hitos en la consecución de libertades y derechos civiles. Cuando la deseable desaparición del 'Dictador' nos trajo la Transición, servidor de ustedes era poco más que un párvulo. Los tortazos se los llevaron los que hoy calzan, arriba o abajo, a partir de 65 tacos. Y esos sí que corrieron delante de “los grises”, de aquellas “grilleras” también grises, por aquellas calles grises, saliendo de un tiempo gris, y gris marengo, casi negro.
Me recordaba un amigo la habitual práctica del “botijo”, aquel camión cisterna equipado con manguera a presión que se utilizaba para disolver manifestaciones. El agua salía con tal fuerza, que te tiraba al suelo sin remedio. Una vez allí solías ser “aconsejado” a palos, porrazos o patadas por el amable y entregado agente del orden, que comparecía equipado para tal fin. Lo veías todo gris. Y en el espejo, morado.
Pero el botijo no sólo lanzaba agua a presión sin más, sino que la tiraba mezclada con cal, de manera que servía para “marcar” al manifestante y proporcionarle la oportunidad de recibir otra inopinada tunda, por si acaso la primera no le había parecido suficiente, al encontrarse en algún otro lugar con el sufrido agente, al que ya le dolía el brazo, pobre.
Y esto de la supuesta arbitrariedad policial, que no era sino consigna de la autoridad para tener al personal a raya, se me ha venido a la cabeza este pasado lunes con motivo de la protesta “Día de Luto Forestal”, promovida por la “Asociación STOP Incendios Noroeste Peninsular”
Sí recuerdo vagamente de aquel tiempo haber estado con el vaso de agua o la “Mirinda” en alguna cafetería, producirse entrada atropellada de público desde la calle y, tras éstos, policía antidisturbios mirando a ver quién tenía consumición en la mano. El que no, a la calle a dar explicaciones o, si renuente, al furgón. Y así.
Y esto de la supuesta arbitrariedad policial, que no era sino consigna de la autoridad para tener al personal a raya, se me ha venido a la cabeza este pasado lunes con motivo de la protesta “Día de Luto Forestal”, promovida por la “Asociación STOP Incendios Noroeste Peninsular”. Se trataba de poner en “solfa” la terrible situación vivida como consecuencia de los incendios en la provincia de León, particularmente en El Bierzo, aprovechando el desfile de autoridades con motivo de las Fiestas de La Encina en Ponferrada. Pedía la asociación comparecer vestidos de riguroso luto. A priori, buen símbolo: el negro es sinónimo de duelo en el Occidente cultural, y de negro se han teñido nuestros montes y nuestro previsible futuro.
Pero comparecer ya señalado al lugar de la movilización resultó ser delator. Sólo accedieron a la plaza donde tiene lugar el habitual paseíllo de prebostes los más madrugadores, porque después hubo estrategia por parte del aparato policial para acordonar y desviar la presencia de aquellos que se presentaban de luto riguroso. O sea, que la movilización pudo ser mucho mayor y más exitosa. Se anunciaba como silenciosa y pacífica, pero parece que el negro, y en abultado número, iba a contrastar demasiado con el rojo de las caras de autoridades y otros semovientes. No obstante, parezco nuevo: éstos no se ponen coloraos ni en la “Tomatina de Buñol”.
Y me pilla viejo, y con el rumbo y cariz que toman los acontecimientos y ese probable advenimiento de una derecha no muy amable, me parece que, o empiezo a entrenar, o me van a caer más palos que a una estera
Vuelvo a lo de las libertades y derechos. Tampoco corrí delante de marrones ni azules, suerte del acomodado e ignorancia del indiferente. No tengo un pasado reivindicativo y a estas alturas no me lo voy a inventar. Tampoco es que me haga falta, que ahora me parece que no me pierdo una ocasión para levantar la voz. Confieso que este último año me ha entrado tal sentimiento de falta de justicia y equidad para con León, que considero casi moralmente obligatorio manifestarme.
Y me pilla viejo, y con el rumbo y cariz que toman los acontecimientos y ese probable advenimiento de una derecha no muy amable, me parece que, o empiezo a entrenar, o me van a caer más palos que a una estera. Miren ustedes alrededor, a esa Europa decadente y marchita en busca de identidad común, y verán que en países de nuestra órbita se castigan como delitos de terrorismo manifestaciones, o simples declaraciones personales, denunciando el genocidio en Gaza.
Hoy mismo y en España la Audiencia Nacional analiza si es delito de odio el intentar parar una etapa de La Vuelta Ciclista, bien es verdad que por denuncia presentada por la muy respetable organización “Acción y Comunicación sobre Oriente Medio”, presidida por el Muy Honorable David Hatchwell, presidente a su vez de la Fundación Hispano-Judía y dueño de Excem, empresa relacionada con el desarrollo y venta de “Pegasus”. Que sea mentor y propagandista de Ayuso, productor del famoso e irregular musical de Nacho Cano, “Malinche”, y que su organización “Zakut” reciba ayudas de los gobiernos autonómicos de Murcia, Andalucía y Madrid, de lo único que habla es de que soy un conspiranoico de tomo y lomo. Que, de paso, haya sido uno de los mayores donantes para la campaña de Netanyahu es sólo malintencionada casualidad, seguramente inventada.
Excem también está relacionada con Verint Systems, otra empresa israelí que controla el sistema de intervención legal de comunicaciones de la Ertzaintza. Esto no es más que la monitorización de comunicaciones intervenidas por la Justicia. Escuchas legales y ordenadas por un juez, pero que son manejadas por empresas privadas. La verdad es que, leyendo, se entera uno de cada cosa…
Leer, y después pensar. Pero nos escriben el discurso. Y el pensamiento. Aquí los medios de comunicación tienen una importancia fundamental. Estamos en un momento crítico. La mayoría de ellos deben hasta la funda del micro o la tinta que te mancha las manos, y, prácticamente la totalidad son deficitarios o están en quiebra técnica. No se libra ni “el Tostao”. De esta forma es muy fácil comprar independencia, criterio, veracidad. Y son los gobiernos los primeros en la puja, después los lobbies y las empresas que necesitan lavar su imagen. Si busca usted criterio, lo encontrará a demanda, y puede que hasta el mismo medio defienda una cosa y la contraria.
Pero hay hechos constatables, destrucción comprobada y hasta exhibición impúdica de las terribles acciones y bombardeos. Y en Gaza ya han muerto más de 60.000 personas, probablemente entre ellas los rehenes de Hamás
Las redes sociales tampoco ayudan. Hay más posibilidades de independencia, pero, ante tanta oferta, las ocasiones de intoxicación tienden a número infinito. En estos tiempos de inteligencia artificial, echando mucho de menos la natural, hasta cualquier imagen se nos dice puede ser manipulada.
Pero hay hechos constatables, destrucción comprobada y hasta exhibición impúdica de las terribles acciones y bombardeos. Y en Gaza ya han muerto más de 60.000 personas, probablemente entre ellas los rehenes de Hamás. ¿Se acuerdan? Netanyahu justificó la invasión para el rescate de los secuestrados. Estarán ustedes de acuerdo en que es bastante dudoso que aparezcan en ese solar en que se ha convertido la Franja. Y la censura a la que en Israel son sometidos los familiares de los rehenes, paranoia pura, que son ustedes unos mal pensantes.
Siento mucho el negacionismo del genocidio, que se acuse de propaganda a la ayuda humanitaria, que representantes públicos españoles den la espalda a este terrorismo de estado y lleguen a negar su existencia. Y lo siento, sobre todo, porque no está basado en convicciones, sino, como siempre que hablamos de esta ralea, sólo atiende a condicionantes económicos.
En este mundo que nos habíamos dado, al menos en Occidente, donde, tras grises etapas, parecía apuntar cierto color de esperanza, ¡ay, aquellos noventa ya sin Muro de Berlín!, hoy parecemos abocados no ya a una vuelta a la tristeza y grisura, sino a un negro profundo y abisal. Que todo quede en nada, y en memoria de lo terrible que pudo haber sido y no repetirlo, depende de todos.
Y de cada uno.