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Torneros. El papel de nuestros representantes

Imagen del área de desarrollo de Torneros.
En este verano algo anticipado que estamos viviendo en León, con tormentas vespertinas y un tórrido calor en las horas centrales del día, un poco más de contrariedad por parte de los de siempre...

Finalmente ha llegado el jarro de agua fría. En este verano algo anticipado que estamos viviendo en León, con tormentas vespertinas y un tórrido calor en las horas centrales del día, un poco más de contrariedad por parte de los de siempre. Espero que a estas alturas para sorpresa de nadie. Aunque me consta que, para gran cantidad de amigos y gentes esperanzadas, disgusto para todos. Torneros no se hará.

Los que me siguen, a los que agradezco atención que no merezco, ya saben de mi postura. Existe un concertado plan para eliminar a los leoneses, y a los que queden, o quedemos, asimilarlos en el maldito ente autonómico, al son de una canción de la que todavía no conocemos letra completa, aunque la partitura ya está escrita hace años. Se nos quieren cargar aprovechando nuestra tendencia a la taifa, la desunión, la mutua desconfianza y el conformismo fatalista. Y algo han debido echar en el agua de nuestros ríos, de nuestras fuentes, de nuestros pozos. 

No me explico qué nos ha podido pasar para llegar a este grado de indiferencia. León es pueblo de tradición concejil, de hacendera, de puesta en común, de iniciativa popular. Y sin embargo estamos dejando que ajenos nos corten la hierba bajo los pies, consentimos un expolio descarado y algunos de nosotros nos vendemos por un plato de lentejas y un poco de protagonismo.

Digo que la paso, ajena y mucha, viendo en general las bancadas del Congreso de los Diputados, donde ya hemos caído en un circo absurdo de frentismo, irracionalidad y sectarismo. A ver quién la dice de más grueso calibre para aprobación de los suyos y ruidoso denuesto del contrario...

Paso mucha vergüenza, y me fastidia que sea siempre por causa ajena, que por propio motivo y por mis particulares circunstancias hace mucho tiempo que no paso por tal trance. Digo que la paso, ajena y mucha, viendo en general las bancadas del Congreso de los Diputados, donde ya hemos caído en un circo absurdo de frentismo, irracionalidad y sectarismo. A ver quién la dice de más grueso calibre para aprobación de los suyos y ruidoso denuesto del contrario. Los padres de la Patria, perdidos los papeles y centrados en el funambulismo y la improvisación del “y tú más”. Me recuerda la Italia de Berlusconi, ese teatro de bufones y falta de argumentario veraz. 

La palma de la vergüenza no obstante, la paso por causa de dos paisanos, en bancadas enfrentadas, pero en parecidos puestos, tras sus estólidos jefes. De un lado Javier Alfonso Cendón, detrás del transido de amores y dolor Sánchez, en su puesto de “gato chino” marcando estrategias de votación mano arriba, mano abajo. Enfrente Ester Muñoz, en su función de “vicealgo” de la que se anticipa fracasada esperanza blanca de la derecha española, Alberto Núñez Feijóo. Y hablo de la vergüenza porque representan el paradigma de lo que no debería ser un diputado en cuya persona se deposita una representación territorial y porque sólo han sido políticos toda su vida, una de las mayores pestes del actual sistema de partidos: aportar personas sin prácticamente bagaje profesional o si acaso, el poco que puedan justificar, debido a su significación política. Eso nos aboca a que nos representen personas que viajan a una cuarta del suelo, rodeados de pelotas y palmeros que aspiran a puesto semejante. Pero eso va en la naturaleza de la política actual: trepar, medrar y pisar cabezas, mejor de propios que de contrarios.

Pero vuelvo a lo de la representación territorial. Teníamos que haber podido depositar nuestro voto en personas que se signifiquen por León y no en títeres de partido que sólo se acuerdan de nosotros cuando huele a urna. Ser irrelevantes la mayor parte del tiempo debería hacernos reflexionar sobre la calidad democrática de nuestro sistema de representación. Aunque quizá a estos politiquillos, si de alguna conciencia estuvieran revestidos, también debería hacerles pensar que si se mueven no salen en la foto, como un Cendón hablando de Torneros con ese primor de trato amable y caballeresco que es Óscar Puente, o esa Ester no hablando de los “belcebúes” de ojos inyectados en sangre y “escrachistas” profesionales que son los que estamos de este lado de la valla luchando por el justo derecho a la autonomía para León. 

En su afán de protagonismo, en su mundo cerrado y aparte del real, ellos tampoco se han dado cuenta de que son irrelevantes. Va a dar igual lo que en conciencia, ya digo que si la hubiera, quisieran defender. Se deben absolutamente a la disciplina de partido. Podrían votar, y de hecho lo hacen, en contra de medidas que favorecerían a su territorio o a favor de lobbies que satisfagan ambiciones pero ahoguen a la población. Este es el nivel.

A los votantes, a los ciudadanos cada día, nos falta recuperar conciencia de clase. Libertad en el campo de las ideas, pero tengamos claro quién defiende nuestros intereses. No voy a particularizar, pero las paradojas de la inmigración votando a quien los expulsaría, de la clase obrera votando a quien favorece su explotación son casos que se dan. Sorprenden muchas veces los desgloses de voto por distrito electoral. Se entiende la confusión porque es la misma clase política la que siembra la duda. Tampoco ayuda para nada la corrupción, estos días tan en boca de todos, y que los iguala ante los ojos de los ciudadanos.

Y vuelvo a Torneros, ese eterno anhelo, que podría ser fuente de miles de puestos de trabajo, que serviría para poner a León en el mapa…

Llegará el verano por fin y se desinflará el “suflé” hasta septiembre, cuando lleguen las periciales de los actuales casos y las sentencias pendientes de las “macrocausas”. Para entonces una vez más nos daremos cuenta que a izquierda y derecha todo es latrocinio, que lo que hoy sale de Ábalos, Koldo, Cerdán, que parece que sólo era para ellos, cocaína, entrepierna y algún viajecillo, será puesto en dimensión cuando a Feijóo le estalle delante de las narices, que mucho más allá no ve, las sentencias de Gürtel, Púnica, Kitchen, Lezo, Erial, Novo Carthago, Campus de Justicia de Madrid, Desaladora de Escombreras y más retahíla, hasta 28 casos. Veo a Feijóo gritando “Viva Honduras”, no sabiendo por dónde le pega el aire ni dónde meterse mientras Ayuso se sirve otra copa, que lo de su novio no va con ella.

Pues a estos aparatos están sirviendo nuestros diputados electos con sumisa entrega y sin discusión. Cabe preguntarse para qué desde León votamos semejante caterva.

Y vuelvo a Torneros, ese eterno anhelo, que podría ser fuente de miles de puestos de trabajo, que serviría para poner a León en el mapa…

Aquí un aparte, que el otro día se desarrolló en Ponferrada un simposio sobre el Nodo Ferroviario para la ciudad berciana. En el mismo se destacó la realización de ese nudo ferroviario como gran avance y ventaja para la ciudad. Pues sepan que nada que ver con un centro logístico, sino más bien un intercambiador de vagones, un “cambio de agujas” a lo grande, probablemente robotizado y con muy poco retorno económico. Una vez más la provincia pone terrenos para llevarse el baldío por recompensa. Precisamente en el simposio de Ponferrada se descubrió el pastel de Torneros: que no había ni plan de estudio y viabilidad reciente y al día, y que no se pensaba hacer a pesar de las inversiones y expropiaciones realizadas. Tela marinera reforzada.

Que volvía a Torneros, digo. Y ya como colofón: bien me parece que con este parque logístico hemos equivocado en León estrategia, que en vez de confiar en los cantos de la sirena política, nos teníamos que haber buscado un “Koldo”, un marrullero personaje con más capas que una cebolla, capaz de conquistarse ministerios, renfes, empresas subvencionables… Y haber hecho el camino inverso. De la corrupción al bien común, y del bien a la redención. Un caso excepcional, como todo lo que pasa en León, como la propia anomalía autonómica.
¡Ah! Y ahora sí que acabo. A ver si a fuerza de haber perdido el sentimiento de clase, al menos recuperamos el sentimiento de pueblo.