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Leonesismo: ¿Identidad genuina o estrategia de simulación política?

leonesismo bandera
El 2 de octubre, la Mesa de las Cortes de Castilla y León inadmitió una moción de la Unión del Pueblo Leonés sobre consultas sobre la creación de una comunidad autónoma...

El 2 de octubre, la Mesa de las Cortes de Castilla y León inadmitió una moción de la Unión del Pueblo Leonés sobre consultas sobre la creación de una comunidad autónoma. Los letrados determinaron que la iniciativa carecía de base jurídica. Esta inadmisión plantea una pregunta más interesante que la moción misma: ¿Por qué un partido político con más de dos décadas en las instituciones sigue presentando iniciativas que sabe que son jurídicamente inviables?

La respuesta no está en la Constitución. Está en los incentivos.

La lógica de la simulación política

Cuando evaluamos cualquier comportamiento político repetido, debemos preguntarnos: ¿Qué incentivos lo producen? En el caso del leonesismo, la respuesta es clara. Presentar mociones imposibles tiene beneficios políticos inmediatos y costes diferidos que otros pagarán.

Los beneficios son evidentes: titulares en medios, movilización de la base electoral, posicionamiento como defensores de la identidad leonesa, y una narrativa victimista cuando la moción se inadmite. El coste —el deterioro continuo de León mientras se pierden oportunidades reales— lo pagan los ciudadanos, especialmente los jóvenes que emigran.

Este patrón no es único del leonesismo. Lo vemos en movimientos políticos de todo el mundo que descubren que es más rentable electoralmente prometer lo imposible que lograr lo posible. El problema no es que estos políticos sean necesariamente deshonestos. El problema es que los incentivos políticos los empujan hacia la simulación, no hacia la gestión.

Las realidades constitucionales que todos ignoran

El artículo 143 de la Constitución establece requisitos específicos para crear una comunidad autónoma. No son sugerencias. Son requisitos legales que han sido interpretados consistentemente por juristas durante más de cuarenta años.

Requiere que las Diputaciones Provinciales inicien el proceso. Requiere el acuerdo de dos tercios de los municipios de cada provincia, representando la mayoría del censo. Requiere que estos acuerdos se produzcan en seis meses desde el primero. Requiere después la aprobación de las Cortes Generales.

¿Cuántos de estos requisitos se han cumplido? Prácticamente ninguno de manera completa. Aquí surge una pregunta: Si después de dos décadas no son capaces de cumplir estos

requisitos básicos, ¿cuál es la probabilidad de que se cumplan en el futuro? Y si esa probabilidad es cercana a cero, ¿por qué seguir presentando estas iniciativas?

La respuesta, nuevamente, está en los incentivos. Cumplir estos requisitos requeriría un esfuerzo masivo de persuasión política en tres provincias, con resultados inciertos. Presentar una moción que será inadmitida requiere rellenar un formulario. Los costes son radicalmente diferentes. Los beneficios electorales inmediatos, similares.

El test empírico: Dos décadas de gestión

Cuando alguien afirma que puede gestionar una comunidad autónoma, la pregunta obvia es:

¿Puede gestionar lo que ya controla?

A esto lo llamamos evidencia empírica. La UPL ha tenido representación, incluso han compartido gobierno, en el Ayuntamiento de León, en la Diputación Provincial, y gobierna en solitario en San Andrés del Rabanedo, entre otros. Estos son laboratorios perfectos para evaluar su capacidad de gestión.

En León capital: recibos de basura anulados por errores administrativos. Centros escolares con deficiencias graves de mantenimiento. Servicios municipales básicos sin resolver. No estamos hablando de política macroeconómica compleja. Estamos hablando de gestionar la basura y mantener los colegios en condiciones.

En la Diputación: dos legislaturas en el gobierno provincial, sin una sola iniciativa relevante para revertir el declive demográfico o económico, acuerdos incumplidos sin consecuencias. Ni infraestructuras, ni planes industriales, ni atracción de inversión.

En San Andrés del Rabanedo: un récord de gestión que cualquier observador objetivo calificaría como muy deficiente.

La pregunta lógica es: Si no pueden gestionar eficientemente un ayuntamiento o una diputación, ¿qué evidencia tenemos de que podrían gestionar una comunidad autónoma entera?

La falacia del agravio territorial

El leonesismo sostiene que León está en declive porque forma parte de Castilla y León. Esta es una hipótesis empírica que podemos evaluar.

Si la hipótesis fuera correcta, esperaríamos ver que:

  1. Provincias similares fuera de Castilla y León tengan mejor desempeño
  2. El declive de León sea significativamente peor que el de otras provincias dentro de Castilla y León
  3. Exista algún mecanismo causal claro por el cual la estructura autonómica cause el declive

¿Qué vemos en realidad?

Zamora y Salamanca —dentro de la misma comunidad autónoma— sufren problemas similares. Orense —en Galicia, comunidad autónoma propia— tiene problemas comparables. Asturias —comunidad autónoma propia— enfrenta desafíos demográficos y económicos similares. Soria, Palencia, Ávila —todas en diferentes situaciones autonómicas— comparten el mismo patrón de declive.

El denominador común no es la estructura autonómica. Es la geografía, la demografía, la estructura económica, y décadas de políticas —tanto autonómicas como estatales— que no han generado las condiciones para la competitividad económica.

Crear una nueva comunidad autónoma no cambiaría ninguno de estos factores fundamentales. Pero sí crearía nuevos costes: nueva burocracia, menor economía de escala, menor peso político en Madrid, menor capacidad de inversión per cápita.

El silencio revelador sobre Madrid

Un patrón interesante emerge cuando examinamos qué critica el leonesismo y qué no.

Cuando el Gobierno central elimina paradas de tren y autobús en Castilla y León, reduciendo conectividad en zonas rurales: silencio. Cuando hay desinversión estatal en infraestructuras: silencio. Cuando las políticas del Gobierno central afectan negativamente a León: silencio.

¿Por qué? Porque el PSOE es su socio habitual en múltiples instituciones locales. Criticar al Gobierno central no sale rentable y exigiría actuar y debilitaría su foco en Valladolid.

Pero cuando Valladolid —que no controla trenes ni infraestructuras estatales— existe: indignación constante.

Esto no es coherencia política. Es cálculo electoral. Es más seguro atacar a quien no puede afectarte que a quien sí puede.

A eso lo llamamos "incentivos perversos": la estructura de recompensas empuja hacia comportamientos que van contra el objetivo declarado. Si el objetivo fuera realmente mejorar León, criticarían a quien tiene el poder real. Pero si el objetivo es mantener coaliciones de gobierno locales y mantener el mensaje emocional, critican al enemigo seguro.

La economía del declive regional

León no es único. Regiones de toda Europa y Estados Unidos enfrentan desafíos similares: despoblación, envejecimiento, pérdida de competitividad. Algunas los han superado. Otras no.

Las que han tenido éxito comparten características:

  • Inversión en infraestructuras que conecten con mercados grandes
  • Políticas fiscales competitivas para atraer inversión
  • Simplificación administrativa
  • Formación adaptada a las necesidades empresariales
  • Sectores económicos diversificados Las que fracasan típicamente:
  • Se enfrascan en debates identitarios
  • Crean más burocracia, no menos
  • Fragmentan recursos en lugar de concentrarlos
  • Buscan culpables externos en lugar de soluciones internas

Aragón ha atraído logística internacional. Navarra ha diversificado hacia renovables. No mediante nuevas autonomías, sino mediante políticas económicas concretas.

¿Qué hace León? Debate sobre si debería ser una comunidad autónoma separada. Mientras tanto, los jóvenes emigran, no porque Castilla y León los oprima, sino porque no hay oportunidades económicas competitivas.

El coste de oportunidad: Lo que no se hace

Debemos prestar especial atención a lo que los políticos no hacen, no solo a lo que hacen. Cada hora dedicada a una moción inconstitucional es una hora no dedicada a:

 
  • Negociar inversiones del Estado en el corredor atlántico
  • Simplificar trámites para atraer empresas
  • Desarrollar planes de formación dual
  • Atraer inversión en renovables
  • Crear incentivos fiscales competitivos

Cada titular sobre autonomía es un titular que no habla de:

  • La A-60 sin terminar
  • La conectividad ferroviaria deficiente
  • La falta de polígonos industriales competitivos
  • La ausencia de ecosistema de innovación

Los recursos —tiempo, atención política, capital político— son limitados. Gastarlos en simulaciones significa no gastarlos en soluciones.

Las preguntas que la lógica exige

Si aplicamos simple lógica al leonesismo, emergen preguntas incómodas:

Primera pregunta: Si después de dos décadas no se han cumplido los requisitos constitucionales básicos, ¿qué ha cambiado que permita cumplirlos en el futuro?

Segunda pregunta: Si la gestión en ayuntamientos y diputaciones ha sido deficiente, ¿qué evidencia existe de que la gestión autonómica sería diferente?

Tercera pregunta: Si provincias con autonomía propia (Orense, Asturias) tienen problemas similares a León, ¿cómo resolverá la autonomía estos problemas?

Cuarta pregunta: Si el coste de crear una nueva autonomía incluye más burocracia, menos economías de escala, y menor peso político, ¿cómo mejorará esto la situación económica?

Quinta pregunta: Si no critican al Gobierno central cuando afecta directamente a León, pero sí critican a Valladolid que no controla esas competencias, ¿el objetivo es realmente mejorar León o mantener coaliciones políticas y que no se desvirtúe el argumentario?

Estas no son preguntas retóricas. Son preguntas lógicas que merecen respuestas empíricas.

La falacia de la identidad como solución económica

Existe una confusión fundamental entre identidad cultural y solución económica.

Nadie discute que León tiene una identidad histórica y cultural distintiva. Pero de ahí no se sigue lógicamente que una autonomía separada resolvería sus problemas económicos. Son dos proposiciones diferentes que requieren diferentes evidencias.

Considere esta analogía: Barcelona tiene identidad cultural distintiva. También tiene una economía dinámica. Pero su economía dinámica no se debe a su identidad cultural, se debe a su puerto, su conexión con Europa, su densidad de población, su ecosistema empresarial, y décadas de inversión en infraestructuras.

León podría tener toda la autonomía política del mundo y seguiría necesitando exactamente las mismas cosas que necesita ahora: conectividad, inversión productiva, diversificación económica, retención de talento.

La exclusión como consecuencia lógica

Si la identidad leonesa se define por apoyar la autonomía separada, se sigue lógicamente que quienes no la apoyan no son "verdaderos leoneses".

Esta es la consecuencia de condicionar la identidad cultural a una postura política específica. Salamanca y Zamora, integradas históricamente en el Reino de León, dejarían de ser "leonesas" si rechazan el proyecto político del leonesismo.

Esto no es preservar identidad. Es instrumentalizarla para fines políticos.

Lo que León realmente necesita

Desde una perspectiva puramente económica, León necesita:

Infraestructuras: No más autonomías, sino conectividad real con mercados. Autovías completadas. Ferrocarril funcional. Comunicación horizontal, no solo radial.

Competitividad fiscal: No más burocracia, sino simplificación administrativa y ventajas competitivas reales para atraer inversión.

Capital humano: Formación adaptada a necesidades empresariales. Retención de talento. Conexión universidad-empresa.

Diversificación económica: Desarrollo de sectores con ventajas comparativas: agroalimentación avanzada, logística, renovables.

Accountability: Políticos que demuestren capacidad de gestión en lo que controlan antes de pedir controlar más.

Nada de esto requiere una nueva comunidad autónoma. Todo requiere liderazgo competente y políticas basadas en evidencia, no en simulación.

Conclusión: Incentivos versus resultados

El leonesismo persiste no porque sea viable, sino porque los incentivos políticos lo hacen rentable electoralmente. Mientras los beneficios de la simulación sean inmediatos y los costes del fracaso se difuminen en el tiempo, el patrón continuará.

La pregunta para los ciudadanos de León es simple: ¿Prefieren políticos que prometen lo imposible o políticos que logran lo posible?

Dos décadas de evidencia empírica muestran que el leonesismo ha sido efectivo en una cosa: mantenerse en instituciones. En mejorar la vida de los leoneses, atraer inversión, frenar la emigración juvenil, o crear oportunidades económicas, el récord es significativamente menos impresionante.

Los números no mienten. Las promesas sí.

León no necesita más simulaciones. Necesita políticos que entiendan que la identidad cultural no sustituye a la competitividad económica, que los gestos simbólicos no crean empleos, y que la responsabilidad política significa ser evaluado por resultados, no por intenciones.

La realidad económica eventualmente impone sus términos, sin importar cuántas mociones se presenten. La única pregunta es cuánto tiempo más León puede permitirse ignorar esta realidad mientras otros avanzan.