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UPL, el cayado del PSOE: la comodidad del no hacer

Un vagón de Feve.
Cada mañana, vecinos de la montaña leonesa deciden que no hay futuro en su pueblo. Entre otras cosas podrían venir en tren a León o mejorar el soporte de la infraestructura económica de sus industrias. Podrían venir o usar el tren de FEVE. Pero no pueden. 

Cada mañana, vecinos de la montaña leonesa deciden que no hay futuro en su pueblo. Entre otras cosas podrían venir en tren a León o mejorar el soporte de la infraestructura económica de sus industrias. Podrían venir o usar el tren de FEVE. Pero no pueden. Porque la política ha decidido que ese recurso desaparezca, pero así todo para algunos el problema seguirá siendo rentable.

Hay un fenómeno político que merece atención: la capacidad de ciertos partidos para simultanear el gobierno y la oposición según convenga, extrayendo los beneficios de ambas posiciones sin asumir las responsabilidades de ninguna. Unión del Pueblo Leonés ha elevado esto a la categoría de arte de Estado, al menos en el arte de la supervivencia política.

He tenido ocasión de señalar en otros análisis que existe una verdad sobre la acción política de UPL, una verdad que explica toda su arquitectura: la única motivación real del partido leonesista es perpetuarse a sí mismo. Y ¿cómo se perpetúa un partido que representa una región, sin capacidad de crear empleo ni riqueza desde posiciones autonómicas, sin poder real en lo nacional? Precisamente manteniéndose indispensable a nivel local. Eso exige mantener los problemas sin resolverlos. Los problemas resueltos son problemas que desaparecen de la agenda política, y los problemas desaparecidos son exactamente lo que UPL no puede permitirse.

FEVE no es un asunto por resolver. Es un activo político por gestionar. Mientras FEVE no llegue al centro de León, UPL tendrá sobre qué hablar, sobre qué quejarse, sobre qué movilizar. El día que FEVE funcione, UPL pierde un argumento. Y los argumentos son lo único que mantiene viva a una formación que necesita existir para sus propios cuadros, para sus propios cargos.

Y es precisamente esta maestría la que explica su peripecia actual, cuando Luis Mariano Santos y la cúpula leonesista aseguran que marzo será "un buen momento para responder" electoralmente a los males de FEVE, como si la Junta de Castilla y León tuviera algo que ver con la decisión de Óscar Puente de enterrar las vías. UPL sabe perfectamente que la Junta no pinta nada aquí. Lo sabe desde el primer día. Y aun así ha decidido engañar al votante

Reparto de roles

Hay que establecer es una realidad administrativa que UPL preferiría que los ciudadanos olvidaran: ADIF, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, no depende de la Junta de Castilla y León. Pertenece al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Sostenible. Es una entidad pública empresarial adscrita a la administración central, con autonomía de gestión, pero bajo supervisión ministerial. La decisión de sustituir FEVE por autobuses eléctricos fue adoptada por José Antonio Santano, secretario de Estado, hace apenas días. No hay margen autonómico. No hay competencia regional. No hay más que teatro.

Convertir esto en una cuestión de voto autonómico el 15 de marzo representa algo más que equivocación política. Es un engaño publicitario hacia quienes, legítimamente preocupados por el ferrocarril de vía estrecha, piensan que sus votos en las Cortes de Castilla y León influirán en algo que ya está decidido en Madrid y será ejecutado por la administración estatal. Es, dicho con claridad, insulto a la inteligencia.

Pero hay algo aún más revelador en la postura de UPL. Veamos dónde están realmente sus fuerzas. En la Diputación Provincial de León, UPL forma gobierno con el PSOE desde 2019. Y desde 2023 tienen la vicepresidencia primera y segunda, controlan Fomento y Cooperación, gestión del Instituto Leonés de Cultura. Son copartícipes del poder ejecutivo provincial. En el Ayuntamiento de León, aunque en oposición, han demostrado ser tan funcionales al PSOE que el alcalde José Antonio Diez les agradecía públicamente en el último presupuesto su "buena predisposición" y su capacidad de "anteponer los intereses de los ciudadanos al interés político". Voten presupuestos, voten importantes decisiones municipales, actúen como soporte electoral para gobiernos socialistas. Son el cayado que necesita el PSOE para caminar, la garantía de que los gobiernos locales socialistas en León no caerán sin la cálida colaboración de los leonesistas.

Ahí reside la verdadera arquitectura del poder. Y es ahí donde aparece la contradicción irreconciliable.

Capacidad de decisión

Si UPL tiene capacidad de decisión en la Diputación —donde gobierna—, si participa en decisiones municipales —donde apoya—, si sienta a sus miembros en consejos y juntas directivas donde se forjan estrategias territoriales, ¿por qué sobre FEVE no ejerce presión real alguna? Tenemos respuesta: porque ejercerla requeriría romper el gobierno con el PSOE. Requeriría confrontación. Requeriría, en definitiva, hacer algo que pudiera costar sillones.

La respuesta es: UPL critica incluso lo que puede controlar, como si criticarlo fuese suficiente. Apoya lo que podría cambiar como si cambiarlo fuese imposible. Es el movimiento inverso de la política: proclamar donde no se tiene poder, ceder donde se tiene.

Durante años hemos visto la estructura que UPL ocupada únicamente en la crítica e incapaz de usar ni remotamente el poder donde lo tiene. Empeñada en seguir diciendo a los leoneses que necesita más cota de representación para tener un diputado, pero incapaz de negociar donde si tiene representantes que pueden ser decisivos.

Funciona como mecanismo de reproducción política: es suficiente para que ambos socios se muestren activos en foto de reuniones, que haya declaraciones grandilocuentes sobre "lucha contra la despoblación", pero insuficiente para resolver problemas reales. FEVE es ejemplo perfecto: se habla mucho, se firma poco, se ejecuta menos. Y lo más importante: se acusa públicamente sin actuar privadamente.

La distribución de culpas ha sido el argumento elegido. Santos asegura: "Tanto PP como PSOE tienen responsabilidad compartida". Cierto en cuanto a haber permitido que pasen años sin resolver, haber posibilitado cambios de criterios ministeriales. Pero fundamentalmente falso si lo que queremos entender es quién manda ahora. Ahora manda Óscar Puente. Ahora manda José Antonio Santano. Ahora manda el Ministerio. No manda la Junta. No manda UPL.

Lo que UPL ha elegido es la comodidad de la inacción presentada como responsabilidad compartida. Es moralmente más cómodo decir "todos han fallado" que asumir que uno puede hacer algo y prefiere no hacerlo. ¿Qué podría hacer UPL desde su poder real?

Presupuestos y cargos

La respuesta sobra: podría condicionar el apoyo a presupuestos y gobernabilidad municipal y provincial a que existiese una campaña institucional efectiva sobre FEVE. Podría exigir que la Diputación presentase recursos legales, que el Ayuntamiento movilizase fondos municipales para estudios técnicos alternativos. Podría usar su capacidad de voto en gobiernos locales para presionar hacia arriba. Podría decir: "O se hace presión real sobre Transportes o rompemos los pactos". Eso es política de verdad. Eso cuesta. Eso requiere estar dispuesto a perder poder en lo local por ganar influencia en lo que importa.

En cambio, UPL ha elegido el camino opuesto: votar presupuestos, participar en gobiernos, acumular cargos, y luego hacer crítica gratuita. Es gratis hacer electoralismo. Es gratis acudir a Madrid a conversar y reír con el ministro Puente. Es gratis criticar en redes. Es gratis prometer que el 15 de marzo los ciudadanos "castigarán" a quienes han fallado. Porque nadie —ni el votante ni el candidato de UPL— sabe exactamente qué autoridad autonómica se supone que debe ejercer sobre una decisión estatal ya tomada y cerrada administrativamente.

El cinismo alcanza su plenitud cuando se observa cómo UPL ha votado presupuestos municipales y provinciales sin exigir cláusulas de confrontación efectiva con el Ministerio sobre FEVE. Sin condicionar inversiones a que se pusiera presión real. Sin usar ninguna de sus palancas de poder. Ha preferido la convivencia cómoda con el PSOE al conflicto productivo.

Porque aquí yace el quid: UPL necesita al PSOE más de lo que el PSOE la necesita. Los socialistas pueden gobernar en minoría con acuerdos puntuales de otros partidos. UPL, sin embargo, ha hecho de su alianza con el PSOE su razón de existencia política. Es la estructura que le mantiene relevante, que le proporciona sillones, que le confiere poder de negociación suficiente en mesas provinciales y municipales. Romper eso sería política seria. Mantenerlo con críticas públicas es política cómoda. Útil para ambos: el PSOE tiene un socio leal que le vota todo; UPL tiene la ilusión de estar en el poder sin el riesgo de tomar decisiones difíciles.

Los leonesistas pueden gritar que marzo es tiempo de respuestas. Pueden recorrer pueblos diciendo que castigarán la inacción. Pueden convocar concentraciones y exigir soluciones a nivel autonómico. Todo ello tiene el mismo efecto sobre ADIF que la lluvia tiene sobre una piedra. Porque la piedra la pone el Ministerio, y el Ministerio responde ante el Gobierno, no ante las Cortes de Castilla y León. El 15 de marzo es irrelevante para FEVE. Las decisiones sobre FEVE ya están tomadas. Fueron tomadas en el Ministerio. Serán ejecutadas por ADIF. Y UPL lo sabe.

La política de los sillones

Lo que este partido ha demostrado es que puede simultanear dos discursos sin que uno anule el otro: el del gobierno colaborador en lo local, el del opositor crítico en lo electoral. Ambos discursos son verdaderos en apariencia, pero ambos sirven a la misma función: mantener a UPL dentro del sistema político sin obligarla a hacer nada que cueste de verdad. Es la política de los sillones. Es la política de la distribución de culpas usada como coartada para no actuar. Es la política de la inacción presentada como responsabilidad compartida, como si compartir culpa fuese equivalente a compartir compromiso.

Mientras tanto, FEVE sigue sin ir al centro de León. Las vías seguirán enterradas bajo firme nuevo. Los trenes no llegarán. Los leonesistas podrán culpar al PSOE, al PP, a Óscar Puente, a la historia política. A todos menos a sí mismos. Porque en su lógica, distribuyendo culpas se evita tener que actuar. Y así es como el cayado se mantiene útil pero inútil. Necesario para que el PSOE camine, pero insignificante para cambiar nada que importe. Presente en el poder, pero ausente donde cuenta. Presente cuando hay sillones que repartir, ausente cuando hay decisiones que tomar.

La UPL elige frente al poder real el poder de cartón.

No han presentado recursos.
No han condicionado presupuestos.
No han roto pactos.
No han forzado votaciones.
No han perdido un solo sillón por FEVE.

Los ciudadanos de León merecerían un partido que dijese: podemos hacer algo desde nuestro poder real, desde la Diputación y los Ayuntamientos, y lo vamos a hacer, aunque cueste. No necesitan electoralismo. Necesitan acción. Lo que UPL ofrece es precisamente lo opuesto: la ilusión de la acción sin su realidad, la promesa de respuesta sin la disposición a pagar su precio. Y eso, en política, es lo más cómodo y lo más cobarde que existe y lo que es ello peor seguir manteniendo ilusiones a los leoneses para seguir pudiendo pedir su voto.