El privilegio de unos pocos
En León, ejercer como docente se ha convertido en un privilegio al alcance de muy pocos. La Junta sigue empujando a cientos de jóvenes muy preparados al exilio laboral. ¿Hasta cuándo?
Siempre me gustó el mes de septiembre porque significaba volver a ver a los amigos y compañeros de clase, pero, en cuanto te haces adulto, estos reencuentros se trasforman en despedidas. Despedidas en estaciones de tren, en videollamadas de último momento y en maletas hechas con prisa. Mientras los alumnos vuelven al aula, yo veo cómo amigos míos —profesores con vocación y experiencia— marchan rumbo a lugares que no eligieron. Porque en León, tener una plaza como docente es casi una rareza: la Junta les empuja a recorrer cientos de kilómetros para poder trabajar de lo suyo.
La Junta de Castilla y León habla mucho de luchar contra la despoblación, pero sigue actuando como si no quisiera que los jóvenes nos quedáramos.
El problema es el de siempre: pocas plazas y muchas ganas de quedarse. La Junta de Castilla y León habla mucho de luchar contra la despoblación, pero sigue actuando como si no quisiera que los jóvenes nos quedáramos. En lugar de fijar población y empleo joven, ofrece un número de plazas bajísimo para una comunidad tan extensa. Además, pese a la normativa europea que pide menos interinos, la Junta continúa apoyándose en un sistema que exprime a los interinos, quienes encadenan años y años sin plaza fija.
Por no hablar de las plazas que quedan desiertas, alcanzando en Secundaria una tasa del 54%, de las más altas del país (este dato lo he sacado de: https://www.rtve.es/noticias/20250825/secundaria-fp-curso-plazas-oposiciones-docentes-sin-cubrir/16705955.shtml). Todo esto es indicativo no solo de una oferta insuficiente, sino también de un formato de pruebas muy subjetivo y unas condiciones laborales que repelen incluso a los profesionales más cualificados.
La Junta debería ampliar plazas, superar la tasa de reposición y facilitar la estabilidad laboral real, no solo la prometida.
Algunos me dicen resignados: “Al menos tengo trabajo”, o incluso: “A veces siento que mi vida no empieza nunca, me siento exiliado laboralmente”. Otros intentan tomárselo con humor: “Este año me ha tocado en Soria, el próximo igual me mandan a África”. Pero detrás de estos testimonios y bromas, hay cansancio y frustración, porque son jóvenes con años de experiencia que siguen sin poder echar raíces —dejando medio sueldo en alquileres precarios— o sin saber cuándo volverán a ver a su familia.
Mientras tanto, en León seguimos con plantillas inestables y pueblos que podrían beneficiarse enormemente de tener a estos profesionales cerca. Se ha apostado por un sistema cómodo para la administración, no justo para los jóvenes. La Junta debería ampliar plazas, superar la tasa de reposición y facilitar la estabilidad laboral real, no solo la prometida. Y ojo, esto no es exclusivo en la educación, el sector sanitario sufre exactamente lo mismo. Y es ahí donde está la raíz del problema.
¿Cómo vamos a fijar población si cada año empujamos a nuestros profesionales más preparados a hacer la maleta? ¿Qué futuro construimos si trabajar en tu tierra es una excepción? Necesitamos oportunidades reales y respuestas tangibles para que los jóvenes podamos desarrollar aquí nuestras vidas.
No es pedir un privilegio, es sentido común. Si nuestros representantes políticos locales no presionan para que la Junta revise y amplíe sus convocatorias, este éxodo no solo vacía las aulas y consultas: va vaciando el alma de nuestra provincia.
Eso sí, para algunos, Castilla y León seguirá siendo un modelo de éxito.