Cómo me gustaría equivocarme
Cómo me gustaría equivocarme esta vez, pero estoy convencida de que el bochornoso espectáculo que se vivió el domingo pasado en Madrid con el final (o, mejor, el no final) de la Vuelta Ciclista a España va a ser el pan nuestro de cada día en lo que resta de legislatura (esperemos que reste poco). En todo caso, lo que ocurrió ayer es una muestra clara de que nuestro refranero siempre acierta: “para lo que me queda en el convento…” .
Les confieso que cuando ayer domingo, en las noticias del mediodía, vi que Sánchez decía en un mitin en Málaga: “vaya por delante nuestro reconocimiento y respeto absoluto a los deportistas, pero también nuestra admiración a un pueblo español que se moviliza por causas justas como la de Palestina", no me asombró que este señor afirmara lo mismo y lo contrario en una misma frase, cosa, además, a la que estamos más que acostumbrados; lo que me sorprendió es que con estas palabras del domingo por la mañana estuviera avisando con absoluto cuajo de lo que iba a pasar por la tarde en el final de la Vuelta Ciclista en Madrid.
Tengo claro que esta frase de Sánchez, proferida en un contexto absolutamente político preelectoral, ha alentado los incidentes de la última jornada de la carrera, animando a que los manifestantes pro-palestinos, tan “admirados” por este Gobierno, se envalentonasen y se sintieran en la obligación de no defraudar al presidente y a sus ministros poniendo toda la carne en el asador en su empeño por boicotear la Vuelta antes de llegar a la meta final que encima estaba fijada en Madrid (y así de paso se matan varios pájaros con un solo tiro).
Eso sí, estos admiradísimos manifestantes han conseguido abortar la última etapa de la Vuelta Ciclista a España a costa de los derechos de los ciclistas, de los derechos de los aficionados que deseaban ver y disfrutar de su final sin altercados y hasta de la imagen internacional de nuestro país; y todo ello con la connivencia de un Ejecutivo que se ha saltado a la torera su obligación de velar por garantizar su seguridad en este tipo de eventos.
No soy capaz de entender la irresponsabilidad de este Ejecutivo que nos ha caído en gracia, que sale a presumir de un operativo policial sin precedentes -señalando el delegado del gobierno de Madrid que ha superado al de la cumbre de la OTAN- que, sin embargo, estaba diseñado para no funcionar y para conseguir el rotundo fracaso del final de la Vuelta.
Porque, y sé de lo que hablo, no se trata del número de efectivos que participa sino de las órdenes que el Ministerio del Interior y la Delegación del Gobierno dan a los miembros del operativo, que, por lo que se ha visto y como siempre, esta vez con la absoluta connivencia de este Gobierno, se han llevado la peor parte en los disturbios a la vista de que han sido veintidós los heridos a los que, desde mi absoluta admiración a ellos y al resto de compañeros, les deseo una pronta recuperación.
Dijo también ayer Sánchez, imbuido de un ardiente espíritu podemita, que “España hoy brilla como ejemplo y como orgullo ante una comunidad internacional que ve cómo España da un paso al frente en la defensa de los derechos humanos". Acabáramos. Está muy claro que cargándose un evento deportivo de visibilidad mundial y denostando a unos deportistas que se esfuerzan tanto -y de paso, nuestra imagen como país- se va a arreglar seguro el problema palestino.
Por una vez coincido con la líder podemita Belarra que señala en su red social X que Sánchez tiene "la cara de cemento armado" porque este “superviviente” confeso ha encontrado un verdadero filón en tensionar a la sociedad española utilizando lo que haga falta, y dividiéndonos con el deporte, con Eurovisión o con lo que toque.
Átense los machos porque cualquier excusa va a ser buena para romper nuestra convivencia democrática, una convivencia en la que los derechos de todos deberían ser igual de respetables y admirables; si, los de todos, sin que el Gobierno pueda jalear a unos cuantos para llenar la calle de incidentes con los que solo se quieren ocultar los numerosos casos judiciales que le salpican, y con los que nos desayunamos día sí, día también.
Estoy convencida que el terrible conflicto entre Israel y Palestina se ha querido convertir esta vez por el PSOE en “el árbol que no nos deje ver el bosque”; y esto solo acaba de empezar.