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Que por fin el paso lo marquemos los ciudadanos

Llevo unos días reflexionando al hilo de una ponencia que impartiré esta semana en el marco del ciclo de conferencias 'Conquistar el voto' que acompaña a la interesante exposición que actualmente ofrece Fundos...

Llevo unos días reflexionando al hilo de una ponencia que impartiré esta semana en el marco del ciclo de conferencias 'Conquistar el voto' que acompaña a la interesante exposición que actualmente ofrece Fundos, en el incomparable marco del museo Casa Botines Gaudí, y que realza uno de los grandes hitos que parece acompañarnos desde siempre, aunque no es ni mucho menos así: el derecho a voto femenino.

No quiero dejar de aprovechar la oportunidad para felicitar a Fundos en su décimo aniversario por haberse convertido en uno de los grandes operadores culturales de Castilla y León y en un espacio para la reflexión y el debate acerca de cuestiones que nos deben importar a todos.

Aunque mi ponencia se va a centrar en esa conquista del voto femenino a lo largo de nuestro constitucionalismo, su preparación me da pie para sumergirme con ustedes en lo que debe significar ese derecho al voto, ese sufragio activo que, afortunadamente, ya sin ambages, reconoce a todos los españoles mayores de 18 años la Constitución de 1978. 

El derecho al sufragio, como parámetro esencial de nuestro sistema democrático, no es irreversible y debemos luchar por ejercerlo y protegerlo.

De hecho, el derecho a participar en lo público, a expresar nuestra opinión a través de nuestro voto, se ha convertido en un verdadero icono de nuestra Democracia que, por desgracia, es más frágil de lo que parece y puede verse dañado por algunas de las realidades que actualmente estamos viviendo. El derecho al sufragio, como parámetro esencial de nuestro sistema democrático, no es irreversible y debemos luchar por ejercerlo y protegerlo.
 
Y lo digo porque creo honestamente que el contenido de nuestro derecho al voto, de el de todos, mujeres y hombres, se pone claramente en entredicho si se nos hurta la posibilidad de manifestar nuestro parecer como ciudadanos, de opinar acerca de lo que nos está pasando en este país; y mucho más cuando poder expresarnos en las urnas debería ser la consecuencia lógica de la debilidad de un legislativo que ya no se sabe ni a qué, ni a quien representa.  

Desde que se inició la legislatura, las componendas para llegar a investir a Sánchez- que han implicado desde cesiones impresentables como la condonación de la deuda a Cataluña, hasta la aprobación de la ignominiosa Ley de amnistía a propuesta del independentismo catalán- han hecho recurrente la llamada a la convocatoria de elecciones desde innumerables foros o, lo que es igual, el recordatorio de que debemos ser los ciudadanos, con nuestros votos, los que rubriquemos el devenir de nuestra Democracia. 

Quienes apuntalan al actual Ejecutivo saben de su tremenda debilidad y no dan su apoyo gratis, ni mucho menos. Lo estamos pagando muy caro. 

No puede valer todo, y si vale todo, como ahora está ocurriendo, solo lo es a costa de desnaturalizar el significado de nuestra necesaria participación en lo público, cuestionando con ello el verdadero sentido de nuestro sistema democrático.   
    
No cabe normalizar que el Poder legislativo no pueda apenas legislar, y que las únicas normas que consigue aprobar lo sean a golpe de renuncias que nos perjudican a todos y que atacan principios tan definidores de nuestro ser como son la igualdad, la equidad o la solidaridad entre los españoles que debemos tener idénticos derechos y oportunidades. Quienes apuntalan al actual Ejecutivo saben de su tremenda debilidad y no dan su apoyo gratis, ni mucho menos. Lo estamos pagando muy caro. 

Por el mismo motivo, tampoco puede admitirse que no pase nada porque el actual Gobierno ni siquiera se digne a presentar los Presupuestos Generales del Estado, abusando de la prórroga de unas cuentas absolutamente obsoletas y que, por pertenecer a otra legislatura, no pueden reflejar en ninguna medida una voluntad de los ciudadanos que tiene su reflejo más absoluto en su derecho al voto, pero el derecho al voto real, con su necesario contenido representativo.   

Por el mismo motivo, tampoco puede admitirse que no pase nada porque el actual Gobierno ni siquiera se digne a presentar los Presupuestos Generales del Estado

Se nos traslada machaconamente que vale todo para seguir “gobernando” contra viento y marea y, sobre todo, contra toda posibilidad de ejercer la función legislativa y, por ende, de gobernar únicamente conforme al mandato de la ciudadanía. Y no podemos consentir que sea así.    

Por una vez, y que no sirva de precedente, voy a estar de acuerdo con la Sra. Nogueras: es el momento del cambio; el problema último que veo es que es difícil que quien así apela a lo que impone el sentido común, lo vaya a propiciar en cualquier medida.

Ojalá me equivoque esta vez y, por fin, seamos los ciudadanos los que marquemos  el paso.