En qué no se parecen Juan y Medio y la subida de las pensiones
Estas últimas semanas han concurrido en el tiempo dos actitudes bien diferentes- antagónicas, diría yo- de entender el respeto debido a nuestros mayores, categoría a la que cada uno de nosotros, más pronto que tarde, llegaremos.
Por un lado, la de mi querido Juan, más conocido como “Juan y Medio”- por eso de que, como es tan alto, con Juan solo no le llega y siempre fue Juan y medio Juan más- que en su entrevista con Jordi Évole, una auténtica delicia, verbalizó lo que le llevo oyendo desde hace muchos años.
Desde la sencillez del discurso que gastan los que tienen mucha vida a la espalda, convirtió hablar de lo cotidiano en algo extraordinario que es en lo que se convierte el discurso cuando quien transmite lo tamiza a través de una inmensa humanidad, de un grandísimo corazón- del que no es la primera vez que les hablo- de una gran sinceridad y de una desmedida bonhomía que hacen de Juan y Medio un ser inmenso; una persona que cuando se cruza en tu camino intentas retener a toda costa entre los amigos para toda la vida.
'La tarde aquí y ahora'
Lo que Juan dice, no lo dice igual nadie más, y el aldabonazo que hace un par de domingos nos dio a todos en el corazón y en las entrañas es una muestra más de lo mucho que ha trabajado los últimos años para visibilizar a nuestros mayores. Unos mayores que no solo se merecen nuestro respeto, sino que demandan nuestra atención y nuestro tiempo. Un tiempo que, compartido con ellos, pasa a ser de calidad ya que son, sin duda, nuestro referente más inmediato y directo para aprender lo mucho que nos tienen que enseñar, porque, como dijo Juan, lo que nosotros vivimos ellos ya lo han vivido antes seguro.
Con el programa “La tarde aquí y ahora” de Canal Sur, a lo largo de década y media larga, Juan y Medio ha conseguido que los abuelos de Andalucía – y del resto del territorio dónde se ve y se sigue- se sientan en casa, se comprendan escuchados y arropados por alguien que les tiene en cuenta y que, consciente de lo durísima que resulta la soledad no deseada a la que se ven abocados muchos de ellos, les proporciona una fórmula sencilla pero magistral, plagada a partes iguales de ternura, de amor y de humor, una receta que les ayuda a encontrar esa deseada “compañía” cuando les falta.
Antes, esa compañía la encontraban fácilmente en las familias- como el paradigma de Herminia, la abuela de Cuéntame-; ahora, con las vidas aceleradas que llevamos los de nuestra generación y las siguientes, se la hurtamos a cambio de otros modelos con los que no todos se sienten satisfechos.
Por eso es importante un programa como el de Juan y Medio que sirve para visibilizarles, que les deja contar lo que cada uno quiere como quiere y que les ofrece vías alternativas para ser un poco más felices, que tras toda una larga vida se lo han ganado.
En fin, me declaro profunda admiradora del trabajo de mi amigo y compañero cuya actitud vital espero que nos sirva a todos para reflexionar acerca del trato que merecen nuestros mayores y también, por qué no, del que no merecen.
Juan y Medio
Y llegamos ahora al lado antagónico al que representa Juan y Medio, que también hemos padecido estas últimas semanas con actitudes que, al menos a mí, me producen sonrojo y que me hacen demandar más Juanes y menos de los otros.
¿Que qué otros? Aquellos capaces de anteponer sus intereses particulares y una mala actuación política a la debida tranquilidad de nuestros mayores, poniendo en tela de juicio la esperada subida de las pensiones o utilizándola como moneda de cambio para conseguir otras cosas que distan mucho de la necesaria seguridad que debemos ofrecerles entre todos.
Mezclar la subida de las pensiones, las ayudas de la Dana, o el bono transporte con otras setenta y siete medidas de diferente tenor y calado en el tan traído y llevado Decreto ómnibus-que se ha quedado en un cuarto de bus- estaba abocado al estrellato, como así ha sido.
A mi juicio, no es sino una muestra más del mal quehacer de aquellos políticos que cambian apoyos por prebendas a costa incluso, como aquí ha pasado, de perder el respeto a los más vulnerables, nuestros mayores.
Y si hablamos de respeto a nuestros abuelos, de ese respeto que predica con el ejemplo Juan y Medio, no se trata tan solo de subir las pensiones un 2,8% - que no digo yo que eso esté mal tras años de incertidumbre económica- sino de que esa subida sea efectiva y real y no se quede, como así está pasando, en agua de borrajas. Me explico, y bien siento el baño de realidad.
Como nuestros mayores saben, porque lo padecen en sus propias carnes, las pensiones contributivas de jubilación se consideran como rendimientos de trabajo y están sometidas a retención en el IRPF. Por ello mes a mes se les detrae una determinada cuantía en función del montante de la pensión de jubilación que reciben. Después se tendrán en cuenta estas retenciones a la hora de la declarar el IRPF anual regularizando en la correspondiente autoliquidación la situación de cada uno. De esta forma, si a uno de nuestros mayores se le ha retenido de más, Hacienda le devolverá la cuantía que corresponda, y si no ha sido así y con las retenciones no llega para pagar la cuota, deberá tributar la cantidad que falte.
El IVA
Pues bien, para 2025 (es decir, a partir del pasado enero), las retenciones aplicables a las pensiones en este impuesto serán del 19% hasta 12.450 euros; del 24% de 12.450 a 20.200 euros; del 30% de 20.200 a 35.200 euros; del 37% de 35.200 a 60.000 euros; del 45% de 60.000 a 300.000 euros y del 47% cuando son de más de 30000 euros.
Así las cosas, el tan esperado aumento de las pensiones se ha visto claramente eclipsado por el impacto que van a tener las retenciones del IRPF en la pensión (nómina) de muchos de nuestros mayores, con el agravante de que la subida de estos descuentos en el IRPF afecta mucho más a las pensiones que se sitúan en los tramos más bajos. Todo un ejemplo de justicia y equidad fiscal, sin duda.
En definitiva, y por lo que venimos contando, a falta de algún tipo de medida correctora por parte del legislador fiscal- que podría venir de la mano de una subida equitativa y aquilatada del mínimo vital exento- a día de hoy la subida de las pensiones (que tiene tantos paladines) se ha visto opacada en la práctica por el incremento de las retenciones del IRPF para 2025, en un ejercicio de juegos malabares que poco se ha advertido y que, estoy segura, no va a gustar nada a nuestros mayores y sobre todo a aquellos que reciben las menores pensiones.
Si a ello añadimos las subidas del IVA en suministros básicos como la luz o la de alimentos esenciales de la cesta de la compra no es para tirar cohetes.
He visto protestar a los sindicatos por lo que esta misma situación afecta a los trabajadores de rentas más bajas, pero aún no he oído a nadie hacerlo por nuestros mayores que, por esta regla de tres, ¿deben resignarse a que la subida real de su pensión se convierta en una quimera?
Reivindico la actitud de Juan y sostengo como él que nuestros abuelos se merecen mucho más respeto que empieza por pensar en las consecuencias de la aplicación de las normas que les afectan.