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La otra cara del ascenso

Luis Ballesteros, el alma silenciosa del ascenso de la Cultural a Segunda

Luis Ballesteros, a la conclusión del encuentro, se abraza a Natichu, directora ejecutiva de la Cultural.
Fue recogepelotas, jugador y ahora hombre clave en el esqueleto de la entidad | Discreto pero imprescindible, es el pegamento que une a la Cultural desde dentro

Luis Ballesteros (1966) no apareció en muchas fotos del ascenso ni acaparó titulares, pero su nombre es repetido en voz baja cuando se habla de quiénes han sido fundamentales para el regreso de la Cultural a Segunda División. Su historia con el club es, sencillamente, inseparable. Comenzó como recogepelotas, vistió la camiseta del primer equipo y llegó incluso a militar en el Sporting de Gijón, entre otros equipos. Pero su mayor contribución ha llegado desde las sombras: desde dentro, desde la trastienda.

Ballesteros ha sido, durante años, el hombre para todo. En los buenos momentos, y sobre todo en los malos, ha estado ahí, sosteniendo, apaciguando, resolviendo. Es una figura respetada por jugadores, técnicos y dirigentes, por su cercanía, su trabajo silencioso y su lealtad inquebrantable a los colores blancos.

El hombre que resuelve lo imposible

En el club lo describen con una frase que lo resume todo: “Lo mismo barre el vestuario que aconseja a la dirección”. A lo largo de la temporada del ascenso, su papel fue más crucial de lo que muchos imaginan. Cuando el equipo atravesaba momentos de tensión o bajón anímico, Ballesteros asumía un rol de psicólogo deportivo improvisado, calmando exaltaciones, escuchando, tendiendo una mano.

“Mullidor de asuntos imposibles”, le llaman algunos en tono cariñoso. Siempre desde un segundo plano, ha sido clave para que el día a día funcione, para que las pequeñas grietas no se conviertan en problemas. Un puente humano entre el vestuario, la directiva y el entorno.

Confianza absoluta dentro y fuera del campo

Ballesteros es, además, una de las personas de mayor confianza dentro de la estructura culturalista. Ha sabido ganarse ese lugar a base de trabajo constante y ausencia total de vanidad. Su filosofía es sencilla: “Yo lo único que quiero es lo mejor para la Cultural y para León. Y disfrutar del fútbol, que también es importante”, asegura con la humildad que le caracteriza.

Además, representa al club como embajador deportivo, una labor que extiende su influencia al plano social e institucional, siempre con la misma templanza y sentido de pertenencia.

El pegamento invisible de un vestuario campeón

El éxito de un equipo no se mide solo en goles, puntos o celebraciones. También se construye en los silencios, en los gestos discretos y en las manos que sostienen cuando otros no miran. Luis Ballesteros ha sido eso para la Cultural: el pegamento invisible que ha mantenido unido el proyecto, el hombre que ha calmado cuando otros se exaltaban, el que siempre ha estado sin necesidad de ser visto.

Hoy, con el equipo ya en Segunda División, su figura se revaloriza como una de las muchas piedras angulares de un ascenso que tiene muchos nombres, pero uno muy especial: el suyo.