De Madrid a El Bierzo: "Vuelvo a mi hogar"

Alejandro de la Rosa tiene 33 años y una certeza: quiere estar donde se siente en paz. Su nombre se ha convertido en las últimas horas en símbolo de una decisión que muchos comparten pero pocos se atreven a expresar con tanta claridad. Su carta, publicada en el diario El País bajo el título “Vuelvo a mi hogar”, ha conmovido a miles de lectores por su sinceridad, profundidad y por representar el anhelo creciente de regresar a las raíces.

“He regresado a casa de mis padres a punto de cumplir los 34 años. No me avergüenzo”, comienza diciendo Alejandro en una misiva que ha generado un aluvión de reacciones en redes sociales, muchas de ellas de personas que se sienten identificadas con sus palabras.

Una decisión consciente y sin dramatismos

Lo que hace especial esta carta es que no hay dramatismo ni resignación. De la Rosa no regresa a El Bierzo por necesidad, sino por convicción. “Dejo Madrid por decisión propia, no me voy ni por la precariedad laboral ni por el precio de la vivienda”, afirma tajante, desafiando los tópicos que suelen acompañar a los retornos al mundo rural.

Más que una renuncia, Alejandro plantea su regreso como una afirmación de identidad: “Vuelvo al único refugio que nos queda, a la única casa del planeta en la que alguien, siempre, nos espera”.

Un mensaje contra la falsa idea del éxito

Uno de los párrafos más citados de la carta es el que desmonta una de las grandes falacias contemporáneas: que el éxito solo se encuentra en las grandes ciudades. Alejandro lo resume así: “Nos han taladrado la cabeza con esa idea hueca de que el triunfo solo se esconde en las grandes ciudades”.

Pero su vivencia apunta en otra dirección, más íntima y real: “Mi vuelta solo ha hecho que reafirmarme en el único mantra vital que me acuna y me sostiene. Triunfar es estar en el lugar que uno quiere estar, nada más”.

La carta completa que ha tocado el corazón de muchos

A continuación, reproducimos íntegramente la carta de Alejandro de la Rosa, publicada en El País, que ha servido de revulsivo emocional para tantos lectores que sienten que su hogar está lejos del ruido urbano:

"He regresado a casa de mis padres a punto de cumplir los 34 años. No me avergüenzo. Dejo Madrid por decisión propia, no me voy ni por la precariedad laboral ni por el precio de la vivienda. Vuelvo al único refugio que nos queda, a la única casa del planeta en la que alguien, siempre, nos espera. Nos han taladrado la cabeza con esa idea hueca de que el triunfo solo se esconde en las grandes ciudades, pero mi vuelta solo ha hecho que reafirmarme en el único mantra vital que me acuna y me sostiene. Triunfar es estar en el lugar que uno quiere estar, nada más."