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Crimen de Nochebuena: más cuerdo que loco y las dudas sobre antipsicóticos como 'Ciprexa'

Juicio contra Rubén Torío, el joven leonés acusado de asesinar a su madre, Salomé, la noche del 24 de diciembre de 2022.
Los forenses del crimen aseguran que el acusado no presenta esquizofrenia ni alteraciones cognitivas y que actuó “plenamente consciente” pese a su historial de trastornos y consumo de drogas

El juicio contra Rubén Torío, el joven leonés acusado de asesinar a su madre, Salomé, la noche del 24 de diciembre de 2022, continúa revelando detalles sobre el estado mental del procesado. Según el informe de las psicólogas forenses que lo evaluaron, el acusado no presenta alteraciones graves que afectaran a su capacidad para distinguir el bien del mal en el momento de los hechos.

"Ningún elemento indica que pueda haber inimputabilidad", afirmaron las peritos ante el jurado popular, concluyendo que Torío "no está incapacitado para discernir entre el bien y el mal" cuando, presuntamente, asestó 31 puñaladas a su madre en el domicilio familiar.

Una mente “edonista” pero con control

Las especialistas que lo examinaron el 28 de diciembre de 2022, apenas cuatro días después del crimen, y nuevamente el 2 de marzo de 2023, señalaron que solo observaron “rasgos compatibles con comportamiento disocial y consumo de tóxicos”, ambos “sin trascendencia cognitiva”.

"Le da igual lo de alrededor más allá de su persona", explicaron las forenses, aludiendo a un carácter “edonista” y una tendencia a buscar placer inmediato sin considerar las normas. Sin embargo, insistieron en que esa actitud no le impide mantener límites ni controlar sus actos.

También descartaron un diagnóstico de esquizofrenia: "Los signos de esta patología no pasan desapercibidos, y no hay indicios clínicos en este caso", apuntaron. Incluso si hubiera sufrido un brote, añadieron, “las capacidades cognitivas y volitivas no se habrían visto alteradas”.

Un historial clínico complejo sin impacto en el crimen

La defensa, encabezada por la abogada de Rubén, intentó acreditar un largo historial de problemas psiquiátricos y familiares. El acusado fue diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) a los seis años, Trastorno del Aprendizaje a los ocho, y padeció hiperactividad, cefaleas y trastornos alimentarios durante su adolescencia.

Según la letrada, Rubén había sido tratado con antipsicóticos como “Ciprexa”, un medicamento habitualmente prescrito para esquizofrenia o trastorno bipolar. Sin embargo, las forenses aclararon que este fármaco también se utiliza para estabilizar el ánimo o inducir el sueño, y que en su caso no implica una patología psicótica.

Cuando la abogada sugirió que el entorno familiar había influido en la tragedia, las psicólogas respondieron: "¿Quiere echar la culpa a la madre?". Afirmaron que el joven tenía “capacidad de elección y facultades perfectamente conservadas” en los días del crimen.

Más cuerdo que loco

El informe médico concluye que los supuestos episodios psicóticos de Rubén Torío fueron “breves y vinculados al consumo de drogas”, sin constituir un trastorno duradero. “Aquí no hay dialéctica que justifique el delito”, insistieron las expertas, para quienes el acusado actuó de manera consciente.

Según su testimonio, en los días previos al asesinato, Rubén expresó preocupación por “quedarse solo” tras la ruptura de su familia, lo que refuerza, a juicio de las forenses, la plena consciencia de sus actos.

Las huellas dactilares y pisadas halladas en la escena del crimen completan el cerco sobre un acusado que, más allá de sus antecedentes clínicos, los expertos consideran más cuerdo que loco.