Julián, cáncer de garganta y pulmón, paciente terminal
Julián habla con dificultad, tiene cáncer de garganta. Se trata de un proceso de metástasis que le proviene de otro cáncer que anida en su cuerpo, en este caso de pulmón.
"La vida", asegura con resignación. La misma resignación que le acompaña cuando reconoce la dura realidad que le envuelve. Este jueves, si nadie lo remedia, dormirá en la calle.
Al mediodía, más o menos, llamará a su puerta un secretario judicial, acompañado de un cerrajero y una patrulla de la Guardia Civil. Le desahucian.
"Nunca he pretendido hacer mal a nadie"
Julián tiene 63 años, vive en la casa que le ha acompañado desde niño, y la pierde "porque quise ser un trabajador, un empresario". "Nunca hice mal a nadie, ni lo he pretendido, solo he querido vivir de mi trabajo", añade.
Se resigna ante todo, incluso ante la incertidumbre y la injusticia que le rodea, porque los últimos meses (años) han sido un castigo diario. De salud y de pelea por mantener lo poco que le queda en pie.
"Esta casa es mi vida, ha sido mi vida mejor dicho. Aquí he estado toda mi vida, y ahora me quedo sin nada, en la calle", sentencia.
Los pagarés que terminaron con su vivienda
En 2008 Julián tenía una empresa de movimiento de tierras para obra de construcción. Todo iba bien hasta que las empresas a las que prestaba servicio no abonaron "los pagarés" y los descuentos bancarios se quedaron al descubierto. "Y ahí el responsable eres tu, no la empresa que no te paga", recuerda.
Hipotecó la vivienda familiar y la de su tía ("A la que he arruinado la vida"), y ambas terminaron en manos del banco. "Llegué a un acuerdo para pagar un alquiler pero al caer enfermo y con lo que cobro era imposible pagar ese alquiler, así que dejé de hacer los ingresos", sentencia.
A la calle
"Hoy la propiedad de mi casa es un fondo inmobiliario al que el banco vendió este tipo de bienes y a él le entrego las llaves, no me queda otra", mantiene.
Poco importa que sea un enfermo terminal, que la vida le haya puesto ante sí un final tan duro como descorazonador, nadie se ha apiadado de su situación: "Es lo que tenemos".
En su casa, que narra su propia vida, se quedan muebles y electrodomésticos. "Me iré a la calle sin nada. Así de duro es esto", añade.
"No me voy a pelear con nadie"
Y espera, paciente, a que el timbre suene: "Cuando lo haga entregaré las llaves. No voy a pelearme con nadie ni a montar un número, no haré nada de eso. Creo que no es justo, pero nada más. Lo asumo, como he asumido otras cosas en mi vida".
Está es la historia de Julián, en Santovenia de la Valdoncina, la historia de quien hoy no tendrá techo.