"Le diría al consejero que yo también tengo la mala costumbre de comer todos los días; y tengo la mala costumbre de jugarme la vida"
“El operativo de extinción de incendios de la Junta es pobre, está mal organizado, no tiene la suficiente formación y no funciona ni en la cadena de mando ni en su estructura operativa”. Lo asegura a Heraldo de León un brigadista que prefiere identificarse como Eduardo, “para evitar que mañana me dejen en la calle”.
En las últimas horas ha trabajado en los incendios del norte de la provincia leonesa y, desde allí, denuncia: “Lo que está ocurriendo es el reflejo de lo mal que se hacen las cosas. La Junta no se entera de nada, llevamos años diciendo que esto iba a pasar y lo único que nos dicen es que nos callemos”.
Jornadas que no tienen fin
Eduardo describe jornadas sin fin: “Trabajamos doce horas desde que nos ponemos las botas hasta que nos las quitamos. Y eso como mínimo, hay compañeros que trabajan más”. Su crítica se mezcla con ironía amarga: “Yo le diría al consejero (Suárez-Quiñones) que también tengo la mala costumbre de comer todos los días, pero una loncha de jamón cocido y galletas. Y además tengo la mala costumbre de salvar vidas y de jugarme mi vida ¿Y él?”.
La peor ola de incendios en Castilla y León
La comunidad vive la mayor crisis de fuegos que se recuerda. En 2022 se calcinaron 95.000 hectáreas y hubo que lamentar cuatro fallecidos. Tres años después, en 2025, la situación vuelve a repetirse con una quincena de grandes incendios simultáneos en más de la mitad de las provincias. León y Zamora concentran lo peor de la tragedia con dos voluntarios fallecidos y miles de evacuados.
Mientras tanto, los brigadistas empalman turnos, duermen poco y combaten temperaturas extremas. “No se da abasto, no hay suficientes cuadrillas para tantísimos fuegos”, reconoce un bombero leonés con años de experiencia. “Un compañero de una cuadrilla nocturna ayer y hoy tenía descanso, pero volvió con el uniforme a ayudar de forma voluntaria. Los compañeros están amargados porque dicen ‘me estoy matando’”.
Jornadas de 16 horas y apenas descanso
La falta de medios obliga a muchos brigadistas a trabajar entre 15 y 16 horas diarias, con apenas cinco horas de sueño. “Todo el mundo está teniendo unas cargas de trabajo increíbles, ojalá ser superhombres y poder estar 24 horas en un incendio, pero no es así”, admite otro brigadista.
El presidente del Sindicato de Agentes Medioambientales de Castilla y León, Esaú Escolar, denuncia que “hay gente descansando 6 o 7 horas y trabajando las otras 16. Un compañero el otro día me dijo que estuvo trabajando 22 horas en un incendio”.
La delegada de Medio Ambiente de CSIF, Sara Mateos, apuntaba hace días en eldiario.es a la falta de recursos como ejemplo del caos: “Esta mañana a primera hora en Llamas de Cabrera —un fuego en máximo nivel de riesgo— solo había un bulldózer y un camión”.
Brigadistas atrapados y vecinos al rescate
La saturación del operativo ha generado situaciones extremas. En La Valdería, el retraso de los refuerzos obligó a los propios vecinos a socorrer a brigadistas atrapados en el monte. En otro fuego, en Yeres, un brigadista resultó herido tras verse envuelto en una bola de fuego.
La situación más crítica se vivió en Carucedo, donde dos brigadas quedaron atrapados durante dos horas y media rodeadas por las llamas. Mientras, los habitantes del pueblo se quejaban de la ausencia de brigadistas para proteger sus casas. Y hay muchas más
“Un curso de 16 horas y al monte”
A la falta de medios se suma la escasa formación. “Tenemos un curso de 16 horas y con eso vamos adelante”, denuncia un miembro del operativo. “Estamos acostumbrados a que pueden pasar muchísimas cosas, pero no nos deberían de pasar”.
Los propios brigadistas reclaman cambios urgentes: “Gracias a dios cogemos experiencia con los incendios y aprendemos, pero la situación tiene que cambiar ya. Hay que aumentar los medios para que se puedan hacer labores de prevención en invierno”, insiste otro.
Subcontratas y precariedad estructural
El modelo de extinción en Castilla y León apenas ha cambiado en décadas. Una pequeña parte de la plantilla es pública, mientras que la mayoría depende de empresas subcontratadas. Son estas las responsables de las brigadas terrestres y helitransportadas.
Las condiciones laborales, denuncian, son peores que las de los funcionarios. “Tenemos lo que el consejero de Medio Ambiente llama ‘operativo flexible’: es decir, lo mínimo de lo mínimo y esperar a que llueva. El operativo ha colapsado y están improvisando”, critican.
“Salvar vidas con galletas”
Con miles de hectáreas arrasadas y pueblos enteros desalojados, los brigadistas repiten un mensaje común: la precariedad con la que trabajan es insostenible. “Tenemos la mala costumbre de salvar vidas y jugarnos la nuestra”, recuerda Eduardo. Mientras las llamas siguen avanzando en León y Zamora, los bomberos forestales denuncian que se enfrentan a la mayor crisis ambiental con las peores condiciones laborales.