Llona paga lo que otros consumen
Se ha hecho mal; con premeditación y cobardía. Como nunca se debe, pero se ha hecho. Y deja claro el asunto que podría enmarcarse el cese en una actitud de soberbia donde la intransigencia marca los tiempos y difiere en las formas. Buscar culpables sin presunción de inocencia deja al club con una irritación permanente que le hace vulnerable y déspota a la vez.
Podrían buscarse razones, rebobinar en el tiempo y asomarse al balcón de las dudas. Todo en un tiempo condicional donde los proyectos que nacen en su génesis entre malabares tienen más de circense que de intenciones. Y la dirección deportiva blanca, cada vez más mirando a los jefes de Aspire en Madrid -como se vio en los últimos días de mercado-, ha quedado muy tocada, en el centro de una diana donde las flechas ya comienzan a despeinarles.
Amanecer en una nueva categoría con el lastre de los interrogantes hace poco por el club y deja herida una gestión deportiva que lleva titubeando con el banquillo desde el curso pasado. Ya entonces dicen que hubo movimientos sospechosos en las sombras para buscar acomodo a Llona en las listas del paro sin tener en cuenta un liderato permanente poco acostumbrado en la casa cazurra. El propio técnico riojano, ejerciendo funambulismo entre las piedras que soltaban desde los despachos, fue capaz de silenciar los murmullos de los que parece que exigían su cese desde dentro. En Ourense, para algunos de los de refresco y canapé en los descansos, se tocó fondo. Pero emergió Raúl Llona, don Raúl para mí desde hace meses, para festejar en el balcón del viejo ayuntamiento un ascenso en cuyo trayecto descubrió que vivir con ojos en la espalda es tan peligroso como insoportable.
Así fue parido el club en la Liga Hypermotion; con incertidumbre, desconfianza y reproches. Un parto con anoxia deportiva desde la pretemporada, cogido con papel de fumar y con los dardos volando. De ahí que Aspire temiera que el circunloquio de ingeniería barata en la confección de la plantilla les llevara al desastre y decidiera intervenir sobre la hora dando respuesta a las necesidades que demandaba Llona desde la pretemporada. Hasta ese momento, el séptimo de caballería atacaba con censuras un trabajo imperfecto de la dirección deportiva que, amparándose en los límites salariales, justificaba la inanición a la que estaba sometida una plantilla que no daba para sobrevivir en la nueva categoría.
Ahora quedan las súplicas y los deberes como carga en un acto de contrición que debería asumir la dirección deportiva. Esta ha carecido del talante y sabiduría que solo el tiempo permite manejar cuando se desconoce cómo hacerlo. Se amilanaron cuando no debían, seguro que por el qué dirán y ahora purgan sus miserias tras una decisión que no fueron capaces de tomar cuando debieron hacerlo, al final de la temporada. Para eso ellos deciden, para eso se les paga, aunque en este cese y su finiquito debería tocarles sus bolsillos, no los del club.