El tiempo

Raúl Llona, don Raúl

Tenía que hablar de Llona, Raúl Llona, un tipo de esos que pasea por León y se confunde con cualquier paisano que lo hace...

Tenía que hablar de Llona, Raúl Llona, un tipo de esos que pasea por León y se confunde con cualquier paisano que lo hace, que podría sentirse parte de cualquier foto de esas donde los turistas caminan en busca de un paisaje en el que acodarse, como en las barras de las tabernas, a observar, un individuo que pasaría desapercibido siempre pero al que se echaría de menos cuando no estuviera, por la rutina y por sus principios. 

Porque Raúl, en adelante Don Raúl, es un tipo sencillo, de los que no busca titulares aunque guarde en su regazo miles de ellos que podrían esclarecer crucigramas de un vistazo, momentos de un año que han sido más oscuros por las dudas que rosas por el futuro. A tipos como él, escrutar la realidad le lleva a la búsqueda de un abrigo donde gana comodidad con los suyos, donde seguro que sus explosiones de ira o de alegría, como en todos los mortales, no van asociadas a ondas expansivas que hagan destruir cimientos o que busquen procesionar en la búsqueda de un milagro.

Sin estridencias ni protagonismos, el riojano sabe esquivar cuando debe un papel de starlette donde otros se gustan y se manejan mejor, pese al misticismo como pose

Don Raúl no llora, es más, se le ve atragantarse muchas veces en el banquillo con esa saliva que le evita exponerse a flashes incómodos. Y suele sentirse, por lo que me cuentan en su círculo cercano, más común de lo que es. Sin estridencias ni protagonismos, el riojano sabe esquivar cuando debe un papel de starlette donde otros se gustan y se manejan mejor, pese al misticismo como pose. Con más prensa, con mejores ángulos para la foto, a don Raúl le hubieran discutido pocos; ni en sus abrigos ni en una búsqueda ficticia donde otros iluminados amanecen mejor a los brillos. Llona no es así, insisto, no llora en el escenario, no lo necesita. 

Esas lágrimas que no conocemos es posible que sean iguales que las de todos; de los que siguen al equipo con actitudes viscerales, a los que se asoman a la pausa y llevan la penitencia de forma autogestionada. Vamos, casi como la Gloria Merayo –pongo a conciencia el artículo delante-, mártir de un credo de generalizaciones perdidas en ese laberinto inventado de ideas donde busca el aplauso fácil de quienes hay que dirigir para que lleven una palma a la otra. 

Creo, cuando ojeo medios sobre los festejos, que se ha escondido más de lo que debería en unas citas donde fieles a la causa, y también oportunistas, juntaron hombros para hacer masa, unieron vida para ser Cultural

En fin, que don Raúl es casi como todos. Digo casi porque no todos tenemos un ascenso en un histórico, porque no todos representamos la esencia de una ciudad en un banco, porque no todos nos mimetizamos en una skyline donde, este año, debería aparecer su figura junto a la catedral o cualquier otro monumento. En León estuvo Bedriñana, José Enrique Diaz o Docampo, no lo olviden.

Y escribo yo esto imaginándome solo a Don Raúl, solo entre cientos, dando velocidad a unos pensamientos donde el éxito solo se ajusta al trabajo, intuyéndole contenidos a desarrollar en su cabeza entre el jolgorio y el alivio. Creo, cuando ojeo medios sobre los festejos, que se ha escondido más de lo que debería en unas citas donde fieles a la causa, y también oportunistas, juntaron hombros para hacer masa, unieron vida para ser Cultural. De Don Raúl se sabe que debería ser juez, fiscal y testigo del ascenso. Algunos añadirían jurado, pero la asistencia a 38 sesiones en el césped también podría ser sostenida por una plantilla que sabe que no seguirá junta en una élite tan deseada como discutida por algunos.

Por cierto, no soy culturalista, lo fui hace años. Socio de niño, en el Amilivia de aquel marcador Dardo, en los años de Juanjo, Aguinaga, Carrete, López, Cacharrón, Fierro… ahora pienso en mi hermano, mi sobrino, los de La Virgen del Camino bajando al campo, en el padre de Enriquín metiendo en su coche a más de media docena de chavalines para llevarnos al estadio. Por ellos, por Don Raúl, enhorabuena.