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365 leoneses | Ignacio Gutiérrez, cocinero

"Sueño con abrir 'Cocinacho', un lugar donde la gente disfrute de la comida tanto como yo"

A sus 27 años, Ignacio Gutiérrez ha pasado de mover sartenes a escondidas a soñar con un local propio bajo su marca 'Cocinacho', un camino que empezó en la cocina de su madre, continuó en París y hoy reúne miles de miradas en redes
 
Nacho Gutiérrez
El leonés Nacho Gutiérrez.

La vida de Ignacio Gutiérrez no se entiende sin una sartén cerca, igual que su infancia no puede separarse del olor del guiso de su madre o del arroz que removía a escondidas cuando nadie miraba. A sus 27 años, este joven leonés representa a esa generación que ha encontrado en la cocina no solo un trabajo, sino un sitio donde estar. Lo primero que tuvo delante no fue una mesa de restaurante ni un vídeo viral, sino una cocina familiar: el lugar donde empezó todo.

“La pasión me viene desde pequeño”, recuerda. “Me encantaba estar con mi madre y con mi abuela en la cocina. Me parecía fascinante como con productos tan simples como el arroz blanco podían crear algo tan maravilloso”, afirma. 

El niño que quería tocar las sartenes

Su introducción en la cocina fue silenciosa, casi clandestina. “Nunca me dejaron meter mano porque les daba miedo que me quemase”, admite. Pero aquel niño inquieto esperaba a que el último adulto saliera por la puerta para mover la sartén como si estuviera cocinando de verdad. El primer plato serio llegó más tarde, enseñado por su madre: un pollo al limón sencillo, pero especial.

Durante años cocinó solo cuando podía, aprovechando las ausencias familiares para experimentar. Lo hacía como quien juega, sin imaginarse dentro de una cocina profesional. “Me daba miedo que, al convertirlo en trabajo, terminase detestándolo”, explica. Veía a los adultos de su vida volver quemados de sus empleos, cansados, y no quería que le pasara lo mismo con aquello que más le llenaba.

París, la oportunidad y el miedo

A sus 15 años el destino le llevó a París, una ciudad única en la que formarse en cocina. Allí estuvo viviendo durante 6 años hasta los 21 y llegó incluso a tener la opción de entrar en una prestigiosa escuela de cocina en el norte de Francia. Pero dijo que no. Lo reconoce sin excusas: “Fue por mamitis. Me daba pánico irme a un internado y ver a mi madre solo los fines de semana”, admite. 

Volvió a España con ese temor aún presente y sin un rumbo claro. Hasta que una oportunidad en forma de baja que cubrir cambió su vida. Le ofrecieron trabajar de ayudante de cocina en Fuensanta en el polígono de Onzonilla. “Fue la mejor decisión que he tomado nunca”, asegura. 

Ese fue el empujón necesario para que Ignacio decidiera estudiar cocina en la Escuela de Hostelería de León, hizo prácticas en el restaurante DO del Barrio Húmedo y empezó a encadenar trabajos. “Yo no lo considero un trabajo”, confiesa. “Es como cocinar en casa… solo que para 50 personas”.

'Cocinacho': de un móvil en un vaso a miles de espectadores en TikTok

La otra mitad de su historia llegó sin planificación. Un día se grabó preparando un arroz con costilla y subió la historia a Instagram casi por instinto. “Me salió la vena postureo”, dice. A él le daba miedo mostrar su cara y recibir críticas. Pero había gente que lo veía más claro que él.

“Un amigo me dijo: Nacho, empieza a subir vídeos. Y no le hice caso”, reconoce. Hasta que una compañera de trabajo insistió. Ya no era una sugerencia aislada. Así nació 'Cocinacho', un juego de palabras entre “cocina” y “Nacho” que se convirtió en su marca.

 

Sus primeros vídeos los grabó con un móvil metido en un vaso de cristal. Luego llegaron focos, mejores ángulos y comentarios constructivos de desconocidos que le ayudaron a crecer. Durante una época subió dos vídeos por semana: uno de una receta dulce y otro de una salado. Más tarde llegaron los parones, la frustración y, ahora, la calma. “Mi objetivo es subir un vídeo semanal”, afirma.

Un sueño: un local propio

Pero sus planes no se quedan ahí. Alejandra, su pareja de aquel entonces, le dio la idea que hoy planea en su cabeza: crear una marca personal real. “Me gustaría abrir un local y llamarlo 'Cocinacho'”, confiesa. Sabe que la hostelería es sacrificada. “O te gusta o te gusta. Trabajas cuando los demás se lo están pasando guay”. Pero él lo tiene asumido: lo suyo es vocacional.

Lo que de verdad le impulsa no es la técnica ni la estética: es la gente. “Lo que más me gusta es ver cómo disfrutan de mis platos”, dice. “Ver un plato volviendo vacío a la cocina para mí no está pagado”.

La cocina como lenguaje

Hay una frase que resume lo que Ignacio nunca supo explicar del todo: “La cocina me tiene enamorado y yo en el calor de un plato encuentro la forma más sincera de decir que el mundo duele menos”, afrma.

A veces, la cocina no es un trabajo. Es un idioma. Uno que este joven leonés habla desde niño. Su sueño es sencillo y ambicioso al mismo tiempo: que algún día alguien diga “vamos al 'Cocinacho', que se come muy bien”. Y, viendo cómo habla de lo suyo, es difícil no imaginarlo.