Un alcalde... ya, si eso

Veo a Carlos Martínez sonreír desde una valla publicitaria. Para el que no lo sepa, este hombre será candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León por el PSOE. Se supone que desde su apostura inequívoca en esa cartelería debería transmitirnos la confianza del vencedor, del que ha venido a darle la vuelta a las cosas en esta comunidad desquiciada, huérfana de presupuestos por chapuceros, y donde el Partido Popular sienta sus reales desde hace tanto tiempo, que ya van dos generaciones que no han conocido otra cosa que aznares, posadas, lucas, herreras y vigentes mañuecos.
Y lo veo con camisa azul, que la carga el Diablo. Que no habrá otro color para el terno. Que mira por dónde el mahón obrero y proletario lo convirtió primero Falange Española y luego el “Movimiento” en el color de referencia, signo de seriedad, integridad, firmeza y unidad. E ilustro con detalle a la sazón que este “azul mahón” es así llamado por fabricarse esa fresca y a la vez fuerte tela de algodón en la ciudad menorquina, aunque su origen está lejos de nuestras fronteras, en la ciudad china de Nankin.
En honor a la verdad hay que decir que el azul de Martínez es como más tenue y suave, un poco como el propio candidato, pero, según el soporte, papel o pantalla, el Pantone se desvía y no puede uno sino pensar en que de rojo, y bien rojo, y sin disimulos, habría quedado más propio.
La excusa del partido, antes llamado socialista con más mérito, es que Martínez Mínguez procede del municipalismo, donde se ha desempeñado con brillantez como alcalde de Soria
Lo mejor, no obstante, viene en el lema que acompaña la imagen del pimpante candidato: “Un alcalde para Castilla y León”. Es probable que hasta hayan pagado por él.
La excusa del partido, antes llamado socialista con más mérito, es que Martínez Mínguez procede del municipalismo, donde se ha desempeñado con brillantez como alcalde de Soria y que se quiere destacar su capacidad de gestión y cercanía a los problemas reales de la gente, con la que se identifica.
Esto no lo digo yo, que me daría vergüenza, sino, al alimón, Daniel de la Rosa y Javier Muñoz, Secretario de Organización del PSOECyL y su adjunto respectivamente. Siempre me ha llamado la atención en el organigrama del PSOE que haya tanto secretario y ni un solo director.
Cosas de la nomenclatura interna, pero que no deja de ser una paradoja semántica. Y más en un partido cuyo presidente es, permítaseme la licencia, un poco “Reina Madre”. Y no lo digo por Cristina Narbona, cuya figura me merece el mayor de los respetos, sino por esa funcionalidad presidencial tirando a poco ejecutiva.
El caso es que estamos a, pongamos, cuatro meses del inicio de la campaña electoral para las autonómicas y ya tenemos candidato paseando palmito pinturero para ver si se hace hueco.
En la provincia de León lo de postularse para alcalde de Castilla igual no es la mejor idea del mundo, pero de la Rosa ya dejó claro que estas veleidades nuestras de autonomía eran cosa que no se contemplaban, ni siquiera como consulta interna entre la militancia. De este modo, y con la prueba del resultado “plebiscitario” de las primarias, mutis. Y es que el PSOE tiene su mayor aporte electoral en la comunidad en la provincia de León… como para dejársela escapar.
Miopía “apparatchick” que no ve que con una resucitada Federación Socialista Leonesa y decir de vez en cuando en Ferraz que en León también “somos de Dios”, tenían el cielo ganado en la provincia. Pero en Madrid las provincias despobladas son irrelevantes por insignificantes electoralmente.
Francamente, Carlos, para alcalde vas y quizá en alcalde quedes.
Todos teníamos claro que acabaría siendo presidente y candidato, pero no contaba el consejero con su propia torpeza y soberbia, y así se ha estrellado.
Y, hablando de grandes ideas, de grandilocuencia democrática y de nubes de algodón dulce. Lo de la encuesta del Partido Popular de León, a ver si se cargan a Quiñones y ponen a Gavilanes. Lo del consejero a la fuga parece de aurora boreal, pero hay que darle forma amable y colectivizar la culpa del portazo. Por cierto, que aquí canta la gallina de las aviesas intenciones abrigadas. Quiñones no era el presidente del partido, sino el de la gestora constituida para una supuesta transición tras la marcha de Ester Muñoz a Madrid, hora aciaga para el parlamentarismo.
Todos teníamos claro que acabaría siendo presidente y candidato, pero no contaba el consejero con su propia torpeza y soberbia, y así se ha estrellado. Se juegan algo también los populares en su candidatura para la provincia de León, ya que la respuesta ciudadana ante su actitud en la gestión de los incendios es una incógnita. La lluvia fina de ayudas por parte de la Junta, y el que las comarcas directamente afectadas estén no muy densamente pobladas y no sean relevantes electoralmente, puede ayudar a mitigar un posible fiasco. El quitarse de en medio al incómodo consejero también va a favor de obra.
Sin ser Gavilanes ningún “caballo de carreras”, acostumbrados a pencos, quizá funcione.
Y de los eternos convidados de piedra, pues nada. Más de lo mismo. Patada a seguir, apuntarse a todas las reivindicaciones, pero no hacer valer su peso en las acciones de gobierno. Las encuestas mejoran sus resultados en número de votos, pero parece que no les hace progresar en nómina de procuradores. El eterno complejo del partido finalista y bisagra que no se retrata sino tras una pancarta, por cierto, siempre promovida por otros. Hecho en falta en sus filas algo de mordiente… o todo. Un poquito de autoestima y un mucho de creérselo.
Que los resultados, mejores posiblemente, sean por demérito ajeno es algo habitual en esta España que siempre vota a la contra, pero no promover una sola acción visible más allá de la órbita de las Cortes, o plantear el famoso referéndum, son tácticas pacatas y de poca ambición. Que otros estén calentando la calle para que alguien se siente bajo techo y caliente cansa un poco.
Y a éstos, como ya son alcaldes, pues nada.
Pero nada. Que ya ni los nombro.