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Conejo, juventud y autonomía

Empiezo hoy hablando de música, terreno en el que me encuentro más cómodo que en los habituales barros políticos y de actualidad...
Más de un millar de personas asisten a la convocatoria de Conceyu País Llionés y Xuntanza Llionesista en León. Foto: Peio García.
Más de un millar de personas asisten a la convocatoria de Conceyu País Llionés y Xuntanza Llionesista en León. Foto: Peio García.

Empiezo hoy hablando de música, terreno en el que me encuentro más cómodo que en los habituales barros políticos y de actualidad. Y a este respecto les confieso que soy, más que ecléctico, “bizcochable”: me mojo con sumo gusto en toda clase de estilos, pero desde “Música Antigua” hasta “Trash Metal”, desde el“Jazz” y el “Blues” más seminales hasta el “Dodecafonismo”. Sigo a grupos nacionales e internacionales en giras y soy asiduo a locales donde suena música en directo. Vamos, que lo vivo.

La Música, ahora en mayúsculas, como todas las Bellas Artes, está compuesta en buena arte de sentimientos. Una cierta ortodoxia recomienda que la técnica también esté presente para que el producto aúne calidad  y emoción. Por eso es tan difícil la crítica en el arte: puede hacerse sobre la ejecución, pero, ¡ay, el sentimiento! Qué arduo, qué imposible.

Por eso no voy a ser yo quien critique a esos miles de jóvenes que están pagando cifras astronómicas y mucho desconsuelo por asistir a la gira de “Bad Bunny” (“Conejito Malo”), un afamado cantante, o eso se dice, con millones de seguidores en todo el Mundo. Doce conciertos en España y precio mareante a partir de tres cifras la más barata, imagino que localidad en el mástil de la bandera del estadio correspondiente. Hasta cerca de dos mil euros en la “prohibida” reventa por una entrada VIP, que supongo ya dará derecho a sudor del cantante.

Ya digo que no los critico, aunque esa mezcla de “reguetón”, “trap”, “bachata” y “electrolatino” esté cerca de provocarme sarpullido. Es más, algunas de sus letras son inequívocamente vejatorias para la mujer. No conecto con el mensaje, que sé que es una pose, pero que no contribuye en nada a la tan pregonada como lejana igualdad entre sexos. Salvando las distancias pasa algo parecido con los “narcocorridos” mexicanos, que blanquean la figura de los traficantes de droga, o el fenómeno del “Gangsta Rap” estadounidense, donde el alarde de delincuencia se confunde con el argumento de las canciones.

El cambio de paradigma es claro, sus inquietudes son otras, y las gafas con las que miran al Mundo tienen otra graduación.

Todo muy constructivo, pero reflejo de los tiempos que nos toca vivir. Por lo demás estos chicos, “reguetoneros” y “traperos” (curiosa la palabra, que parece aludir al empleo de restos sobrantes para componer su música) son buena gente, de origen normalmente humilde y que espero sepan celebrar su fortuna y éxito, no les pase como a mexicanos y estadounidenses, con un censo de fallecidos en tiroteo que asusta.

Y esta falta mía de conexión musical con la juventud creo que se extiende a otos campos. Pero miren por dónde, creo que la culpa es mía... nuestra, perdonen que les incluya si son ustedes “boomers” o integrantes de ese “pandemonium” llamado “Generación X”. Hemos alumbrado ya entre todos un buen par de nuevas generaciones, “millenials” y “Z”, cuyas expectativas vitales distan bastante de las nuestras. Y he dicho vitales y, por desgracia, son también materiales. 

El acceso a una vivienda parecida a la que disfrutaron de niños, un trabajo remunerado como el de sus progenitores, un futuro que podía trazarse con cierta seguridad son para ellos ciencia ficción. El cambio de paradigma es claro, sus inquietudes son otras, y las gafas con las que miran al Mundo tienen otra graduación. Volviendo a la música, no sé si este ejemplo de las actuales estrellas del “Reguetón”, humildes en su origen, mediocres en términos profesionales, pero exitosos para el gran público, no marcan en el fondo una trayectoria admirable para muchos, un ejemplo a imitar.

Pero es que les hemos dado un Mundo donde el mérito no es un valor, donde el esfuerzo tiene un premio mínimo, donde las posibilidades de prosperar están más bien condicionadas por tu lugar de nacimiento y rango social que por tu capacidad para traspasar ese techo de cristal que te separa de quienes te gobiernan o mandan. Vuelvo a nuestros anhelos de juventud: casa, coche, trabajo y un duro para divertirnos. Hoy muchos treintañeros disfrutan de casa y coche por parte de padres, trabajo precario y el euro del abuelo pensionista.

Y ahora vas y a esos chavales, a esas chavalas,  les hablas de la autonomía para León. Difícil el tema y duro el oído. Bastante tienen con lo suyo como para saber de más problemas, que así es percibido el conflicto, como un problema, como una ecuación con demasiadas incógnitas. Esos jóvenes leoneses, que encima saben que van a tener que emigrar, que su sitio no va a estar cerca de sus padres, que con mucha suerte encontrarán acomodo en Valladolid o Madrid y podrán verlos de vez en cuando. Esos jóvenes que no han conocido otro marco que el de Castilla y León, que ya llevan desdibujada por desgracia la propia identidad, tan machaconamente atacada. Excepciones habrá a esta regla, pero pocas.

Y es que no se usan argumentos disruptivos. Estamos encallados en el victimismo. “Espanya ens roba” decían en el “Procés”.

He estado este domingo en la manifestación de Conceyu. Escasa afluencia si la comparamos con otras anteriores convocatorias. Pero lo que más duele es la ausencia de los jóvenes. Muchos de los que allí estábamos ya tenemos la vida casi hecha. Muchos, muchísimos, ya están “a sueldo del Estado”. Y, sin embargo, la justa reivindicación de la autonomía, del respeto al territorio, del equitativo reparto de recursos , se hace por los jóvenes, por los que vienen detrás, a ver si es posible que vean cada mañana el mismo paisaje que sus padres y abuelos. No se conecta. No se sabe “vender” la autonomía, el leonesismo, como solución a los males de nuestra Tierra.

Y es que no se usan argumentos disruptivos. Estamos encallados en el victimismo. “Espanya ens roba” decían en el “Procés”. Valladolid nos roba. Pues miren, no. Para empezar nos “roba” el gobierno de Mañueco, que estoy seguro que también “roba” a la provincia de Soria entera, al norte de Segovia, a Zamora, a Salamanca y a todo lo que no sea eje Burgos – Palencia - Valladolid y Ribera de Duero. Nuestro problema con Castilla no es con Castilla. Nuestro problema es gerencial con la Junta de Castilla y León. Y es un problema de Estado con su Gobierno Central, remiso a reconocer nuestro derecho a la autonomía. De hecho, la única vía posible y factible ha de abrirse en el Congreso de los Diputados, y sólo para la provincia de León por el artículo 144 de la Constitución.

Y van a ser estos los “deberes” del leonesismo si quiere prosperar en su proyecto de autonomía, y no hay vuelta que darle: acercarse a la juventud mostrando el proceso como solución a los desequilibrios y posibilidad de futuro, e intentar poner una pica en el Flandes del Congreso de los Diputados.

De olvidarse de los egos, de explicar el proyecto en Castilla no como algo egoísta sino como un derecho viable y que en nada les perjudica, de la unidad de acción de todas las fuerzas implicadas transversalmente, de captar la atención del movimiento entre los leoneses de la diáspora , de explicar el modelo territorial desde las juntas vecinales hasta el Parlamento Autonómico, de dejar de insistir en la triprovincialidad, que sería imponer en Salamanca y media Zamora lo que a León se le impuso en 1983, casi que ni hablo, que ya son muchas tareas. Y el resto, música.