El tiempo

León es de segunda. No es de ahora

No es el del encabezamiento un titular para estar de enhorabuena...
La afición de la Cultural celebrando el ascenso a Segunda División.
La afición de la Cultural celebrando el ascenso a Segunda División.

No es el del encabezamiento un titular para estar de enhorabuena. Me llegaba como enlace a la feliz noticia del ascenso de la Cultural a segunda división. Obviando el contexto deportivo, la noticia no es nueva y bastante lo venimos notando los leoneses en estos más de cuarenta años de fallida autonomía durante los cuales todos nuestros índices socieconómicos no han hecho sino entrar en barrena.

No voy desde luego a criticar el entusiasmo de la afición culturalista por el ascenso, pero no puedo evitar echar de menos también un énfasis parecido cuando se trata de reivindicar y defender los derechos perdidos por nuestra tierra. Cada cual analice sus intereses y vea cuánto de provecho saca en el ascenso del equipo y cuánto pierde por el expolio permanente al que nos vemos sometidos.

Y al hilo de lo del entusiasmo, hoy me toca hablar de un tipo que es buena muestra del mismo: Abel Caballero. Indiscutible su bagaje político, tal parece que Vigo no haya tenido más alcalde, a punto de cumplir dieciocho años en el cargo. Caballero se las ha apañado para coger el tren de la modernidad, hacer de Vigo referente industrial y económico, captar el voto a izquierda y derecha y en buena medida hacerse muy “popular”, y el entrecomillado va intencionado, que el alcalde lo es por una lista del PSOE. A mayores ha conseguido para la ciudad olívica el apócrifo título de “Ciudad de la Navidad” por su iluminación espectacular y en buena medida por su histriónico comportamiento. Todo vale en estos tiempos para ponerte en el mapa.

Vigo es ejemplo de la apuesta de nuestros vecinos gallegos por el desarrollo y la industrialización del litoral

El resultado, no obstante, brillante. Caballero es el único alcalde de ciudad gallega que aguanta en las encuestas y en los resultados electorales, que revalida con holgura elección tras elección. Aparte de su popularidad, envidiable su estado físico a sus setenta y ocho años.

Vigo es ejemplo de la apuesta de nuestros vecinos gallegos por el desarrollo y la industrialización del litoral en claro demérito del interior de la comunidad. Galicia está haciendo de la construcción de viviendas buena parte de su motor económico, pero está descuidando su flanco este. Lugo y Orense están en “caída libre” en términos sociales y económicos. En esta última provincia hay más pensionistas que cotizantes, proporción difícil de revertir cuando se sufre un envejecimiento galopante. Que nos lo cuenten en León.

Y es en este escenario, justo también cuando se conoce que otra ciudad gallega, Ferrol, pierde su único tren directo a Madrid, cuando Caballero se descuelga con la petición de una mayor velocidad en los trenes que unen Vigo y Madrid. El alcalde vigués, recordemos, fue  Ministro de Transportes, Comunicaciones y Turismo entre 1985 y 1988, por lo que no se le escapa el detalle de que, siendo el trazado el que es, sólo se puede acortar tiempo de viaje obviando paradas. A Renfe le ha faltado tiempo para “cargarse” las frecuencias matinales con parada en Sanabria. En el injusto reparto también se lleva el sopapo Segovia.

Y, como siempre, ya está liada. El evidente agravio a la comarca zamorana no ha quedado sin respuesta, de modo que ya estamos haciendo frentismo entre comunidades y pueblos porque al político de turno se le ocurre una “feliz idea”, probablemente poco necesaria, pero populista y “gana votos”. El ahorro en el tiempo de viaje será de un cuarto de hora de un total de unas cuatro horas. Chocolate del loro, pero hurguemos en la herida del abandono, que algo de rédito obtendremos. A cambio la capital zamorana gana un tren. Ya no sabe uno si medida compensación o casualidad maquiavélica.

Irrelevantes demográficamente, los sanabreses lo son también electoralmente

Y voy al meollo. No se entiende muy bien que alguien con capital político asegurado como Caballero necesite molestar, que sabe de sobra que lo iba a hacer, a terceros para obtener ventaja y votos en su municipio, fin último de pedir la reducción en el tiempo de viaje. Sanabria es una comarca despoblada y víctima del interesado proceso de desertificación al que todo el oeste de la comunidad se somete desde los gobiernos de Valladolid y Madrid. Irrelevantes demográficamente, los sanabreses lo son también electoralmente, y no les cuento de qué manera para un alcalde de Vigo, que maneja una población y zona de influencia de aproximadamente medio millón de habitantes. Los seis mil zamoranos sin tren matinal le suenan a Caballero como calderilla, por más que muchos de ellos visiten Vigo en Navidad, aunque tengo un amigo, gallego por cierto, que insiste en que “Navidad es todo el Año”.

Pero claro, la culpa no es de Abel Caballero, que juega su papel de político agitador y populista en sus planteamientos. La culpa es de Renfe y de sus correspondientes en el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible. Esa sostenibilidad se nos vende como adjetivo “buenista”, de cosa ecológica y a favor del medio ambiente, pero esconde un trasfondo de mera rentabilidad, de negocio. Hay por ahí un Presidente de Renfe que justifica la supresión de los servicios por su uso residual. Quédense con su nombre: Álvaro Fernández Heredia. Desde su despacho y su cómoda vida de directivo de ente público, con su sueldecillo bruto de casi 190.000 euros anuales, se permite desdeñar el derecho al uso de lo público, que no gratuito, de servicios que no han de buscar rentabilidad, sino verdadera sostenibilidad y desarrollo. Poco hace por asentar población y mantener o crear iniciativas industriales la empresa pública que recorta servicios. No voy a entrar en la demagogia de lo poco que seguramente el señor Fernández Heredia usa los servicios de la compañía que preside.

Conductas como ésta, desprecio del que no importa electoralmente, frentismo interesado entre los que hoy somos víctimas y los teóricos beneficiados, son las que hacen que una buena mayoría de nosotros estemos en el desistimiento, en la apatía política. Es hora de despertar la conciencia, de ver que no somos sino objeto de deseo electoral y manipulación interesada. Ese es el juego y hay quien tiene la baraja marcada. Rompámosla.