15M: La tercera reválida para Mañueco

La convocatoria de elecciones autonómicas en Castilla y León para el 15 de marzo de 2026 supone un nuevo examen para Alfonso Fernández Mañueco y para el Partido Popular en un territorio que ha sido históricamente su bastión.
El presidente de la Junta llega a esta cita con un bagaje complejo: una gestión cuestionada por los incendios forestales, la sombra del caso eólico en los tribunales y el recuerdo de la arriesgada jugada electoral de 2022, que terminó con Vox en el Ejecutivo autonómico.
Desgaste
El desgaste es evidente. Mañueco afronta sus terceras elecciones autonómicas como un líder que ha perdido margen dentro de su propio partido, con un perfil más gris y con menos peso en el debate nacional.
La experiencia de gobierno con la ultraderecha no solo debilitó su imagen, sino que lo situó como pionero de un modelo que más tarde se replicó en otros territorios, generando tensiones internas y restando autonomía al PP en su discurso político.
Castilla y León se ha consolidado como un campo de pruebas electoral para la derecha. En 2019, el PP recurrió a Ciudadanos para retener el poder frente al avance socialista; en 2022, optó por un adelanto electoral que apenas le permitió mejorar resultados y que abrió las puertas a Vox.
2026
Ahora, en 2026, la estrategia parece descansar en el empuje nacional y en la expectativa de un ciclo de desgaste para el Gobierno central. El riesgo, sin embargo, es que la campaña autonómica quede desdibujada por la ausencia de un proyecto propio sólido y por el cansancio ciudadano ante la gestión regional.
El contexto tampoco favorece a Mañueco. Castilla y León ha sufrido una legislatura marcada por la falta de Presupuestos y por la contestación social a la política forestal. La gestión de los incendios ha dejado heridas profundas en la opinión pública, con acusaciones de falta de medios y de coordinación, mientras el presidente asumía en solitario el protagonismo frente a la desaparición de su consejero de Medio Ambiente.
A nivel interno, Mañueco cuenta con el respaldo formal de Génova, pero su relación con la dirección nacional es distante. La prudencia de Alberto Núñez Feijóo refleja un equilibrio: mantener el apoyo a un barón territorial clave sin comprometerse en exceso con un liderazgo erosionado.
Las claves
El futuro político de Mañueco se juega en marzo de 2026. Si logra mantener el poder, reforzará al PP y confirmará la resistencia del electorado conservador en Castilla y León, incluso en circunstancias adversas. Si fracasa, su caída tendría un efecto simbólico mayor: la pérdida de un feudo popular desde 1987 y la confirmación de que el ciclo político en la comunidad puede estar agotado.
Más allá de los resultados, estas elecciones servirán de termómetro para medir la capacidad del PP de integrar su discurso nacional con la gestión autonómica. Y, en particular, pondrán a prueba la figura de Mañueco, atrapado entre su papel de pionero en los pactos con la ultraderecha y su aspiración de presentarse como un gestor fiable.