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León se va de picnic

León vuelve al mantel: el picnic regresa al corazón de la ciudad | Eras de Renueva se convierte en epicentro de una tradición familiar recuperada durante las fiestas de San Juan y San Pedro

Este lunes por la tarde, decenas de familias leonesas se lanzaron al césped con manteles, tortillas y neveras a cuestas, recuperando una costumbre que parecía olvidada: el picnic urbano. 

En el marco de las fiestas de San Juan y San Pedro, el parque de Eras de Renueva se transformó en un gran comedor al aire libre, donde el bochorno, las vacaciones y el deseo de compartir se mezclaron en una estampa que muchos no veían desde hace años.

"Es como volver a cuando éramos niños", comentaba una madre mientras servía empanada a sus hijos sentados en un mantel a cuadros. La ciudad, habitualmente más dada al tapeo en terrazas, vivió una jornada inusual, donde el parque fue protagonista absoluto.

El picnic como antesala a los fuegos

La cita no fue casual: la antesala de los fuegos artificiales y de la tradicional hoguera atrajo a centenares de personas al pulmón verde leonés. Para muchos, la espera merecía ser celebrada a pie de césped y con cuchillo y tenedor. Hubo tortillas, filetes empanados, empanadas caseras, refrescos, vino y mucha conversación. “Es una forma de vivir la fiesta con calma, en familia”, decía un padre con una guitarra en la mano.

Eras de Renueva, el parque más deseado

Aunque no fue el único, Eras de Renueva se consolidó como el espacio favorito de los leoneses para esta improvisada pero masiva jornada de picnic. Su amplitud, su sombra y su cercanía al centro lo convirtieron en el lugar ideal para extender la manta y brindar por el verano.

En plena ciudad, y con el murmullo de niños jugando y adultos compartiendo recuerdos, la escena fue una mezcla de nostalgia y alegría. La imagen recordó a tiempos donde la vida urbana no había sustituido por completo a las pequeñas costumbres rurales o barriales.

Una tradición que se resiste a morir

La recuperación del picnic en pleno centro de León no solo fue una muestra de disfrute popular, sino también un gesto simbólico: el deseo de reconectar con lo sencillo, lo compartido, lo cercano. En palabras de una joven pareja: “Esto debería repetirse más a menudo. No cuesta nada y te lo llevas todo”.

Así, León volvió —aunque fuera por una tarde— al mantel y al aire libre. Una tradición que parecía dormida pero que, al calor de las fiestas, ha vuelto a florecer con fuerza.