Morante y El Fandi triunfan a lo grande
La plaza de toros de León vivió una jornada de emociones intensas, arte profundo y una conexión fervorosa entre los matadores y el público, que llenó tres cuartos del coso a pesar del calor sofocante. El festejo estuvo cargado de expectación, especialmente por la presencia de Morante de la Puebla, que llegó al ruedo con toda la solemnidad que caracteriza al toreo clásico, a bordo de un coche de caballos.
El ambiente, caldeado también por la meteorología y una plaza cerrada por problemas estructurales en su cubierta —aún sin resolver por la empresa y el Ayuntamiento—, no impidió que se vivieran momentos de auténtico sentimiento taurino. El callejón, excesivamente concurrido, fue reflejo del entusiasmo general, aunque necesitó de mayor regulación oficial.
La tarde se abrió con un emotivo minuto de silencio en homenaje a Manuel Cachafeiro y Felipe Zapico, y desde entonces el público, que contó con numerosos rostros conocidos en barrera, se mantuvo expectante y entregado.
Morante de la Puebla: arte en estado puro y emoción con acento flamenco
Morante volvió a dejar en León ese aroma único que lo convierte en leyenda viva. Con Principal, un toro justo de fuerza, desplegó su personalísima torería en un saludo de capa por chicuelinas. A pesar de las limitaciones del animal, extrajo muletazos con temple que cobraron sentido con la voz flamenca de Duquende, que elevó la faena a un plano casi místico. Una estocada precisa y un público conmovido le premiaron con una oreja.
El clímax llegó con Despertadoro, el toro más completo de la tarde. Morante lo recibió de rodillas, lo toreó a la verónica con majestad y comenzó la faena sentado en el estribo, mientras Duquende volvía a acompañar con su cante. La faena, por naturales, tuvo profundidad y verdad. Lástima que la espada no acompañara: pinchazo y media en suerte contraria. Aun así, el público pidió con fuerza el trofeo, y el presidente —sensible al ambiente— concedió una segunda oreja que abrió la Puerta Grande.
El Fandi: entrega sin fisuras y una conexión total con el tendido
David Fandila El Fandi, en su temporada número 25 como matador, ofreció una actuación completa, espectacular y comprometida. Su primero, también de nombre Principal, lo recibió de rodillas y lo lució por chicuelinas al caballo. Aunque el tercio de varas fue simbólico, se desquitó con un tercio de banderillas eléctrico y una faena de muleta de rodillas que encendió a la plaza. Pinchazo previo a una estocada efectiva y dos orejas, con una vuelta al ruedo al toro que puede discutirse en lo técnico, pero fue reflejo del entusiasmo general.
En su segundo, Escondido, el granadino volvió a poner la plaza boca abajo: larga cambiada, ‘gaoneras’ al caballo, espectacularidad en banderillas con petición y concesión de un cuarto par, y un brindis emotivo a Morante. Aprovechó la buena condición por el pitón derecho del toro para construir una faena de altura, a pesar de no poder lucirse por el izquierdo. La estocada, tras pinchazo, le valió dos orejas.
Cayetano: despedida entre contrastes en su última tarde en León
Cayetano Rivera Ordóñez, que se despedía de la afición leonesa, no tuvo fortuna con su lote, ni terminó de conectar del todo con los tendidos. Ante Clandestino, probablemente el toro con más clase de los primeros, su trasteo careció de profundidad. Falló con la espada y fue silenciado.
El sexto, Industrial, fue devuelto por una lesión evidente. En su lugar salió el sobrero Estero, al que Cayetano dejó el protagonismo de capa a su subalterno, pero logró despertar al público con un inicio de rodillas y muletazos mirando al tendido que emocionaron a los aficionados. Sin embargo, los errores con los aceros empañaron la faena. División de opiniones en su adiós a esta plaza.
El Fandi: Dos orejas y dos orejas. Puerta grande con cuatro orejas.
Cayetano Rivera Ordóñez: Silencio y división de opiniones.