Terapia de grupo con Carlos Martínez: Del "castillaleon" al "Castilla y León" mal expresado
Desde mucho antes de que el reloj marcara la hora del inicio, el aire en el Palacio de Exposiciones de León vibraba con una energía casi eléctrica. Los asistentes más entusiastas se disputaban los mejores asientos, aquellos que les situaran lo más cerca posible del gran escenario donde una pantalla anunciaba sin disimulo el motivo de la cita: 'Carlos Martínez 2026. Un alcalde para Castilla y León'.
El espacio, convertido por unas horas en un híbrido entre un pabellón deportivo y un plató de televisión, acogía la quinta visita de Pedro Sánchez a León, esta vez arropado por un público entregado que coreaba canciones y agitaba siglas con fervor.
La música hacía su parte: de Chayanne a Rozalén, pasando por el inevitable himno festivo de La Morocha. Las sonrisas eran obligatorias, los abrazos abundaban, y la sensación general era la de una gran reunión familiar socialista.
Viejos nombres y nuevas fotos
Demetrio Madrid, el histórico ex presidente de la Junta y único socialista que ha ocupado ese cargo, era una de las figuras más solicitadas por los fotógrafos, aunque el protagonismo se lo llevó el propio Carlos Martínez. El alcalde soriano —convertido en el nuevo rostro del PSOE en Castilla y León— posó junto a Madrid, Ángel Villalba y Luis Tudanca, en una imagen que resumía décadas de socialismo autonómico.
Mientras tanto, las sillas vacías esperaban con banderas del PSOE, de España y del orgullo LGTBI. Ni rastro, sin embargo, de los emblemas de Castilla y León o de la ciudad de León, un detalle que no pasó inadvertido para los más observadores.
En un discreto segundo plano, el alcalde en funciones de León, Vicente Canuria, hacía acto de presencia, supliendo la ausencia de José Antonio Diez, de viaje oficial en Ayamonte tras una semana de enfrentamiento con la dirección provincial y autonómica de su propio partido.
Sánchez, entre aplausos y riffs de Rosendo
El acto arrancó con una cuenta atrás y una entrada triunfal al ritmo de “Todos los besos que damos”, del grupo vallisoletano Siloé. Los secretarios generales provinciales fueron presentados uno a uno, seguidos por las ministras Ana Redondo, Elma Saiz y Pilar Alegría.
Y cuando le tocó el turno al presidente del Gobierno, el Palacio explotó. Pedro Sánchez entró al son de “Agradecido” de Rosendo, y su avance entre el público fue digno de una estrella del rock: abrazos, vítores y banderas ondeando lo obligaron a detenerse mientras su equipo de seguridad abría paso entre los aplausos.
“Castillaleón” o el truco de pronunciar bien
Carlos Martínez tomó el micrófono con entusiasmo, aunque también con cierta autocrítica. “Me dicen que digo castillaleón. Pues me han enseñado un truco: decir Castilla y León, y Segovia, y Burgos, y Soria…”, bromeó ante la multitud, en un intento de reírse de sí mismo y de ganarse al público.
“Necesita terapia de grupo…”, bromearon militantes socialistas advirtiendo que la referencia a Castilla y León es a las dos regiones de la Comunidad, no a una región y una provincia. “O se espabila o en León lo tenemos complicado”, añadían.
Poco después, Pedro Sánchez retomó la palabra, combinando mensajes de respaldo al candidato con gestos de cercanía hacia los asistentes. El acto cerró pasadas las doce del mediodía, cuando ambos líderes se fundieron en un baño de multitudes. Selfies, abrazos y un sinfín de “¡Presidente!” resonaban en el recinto mientras Sánchez se dejaba rodear por militantes y simpatizantes.
Voces fuera del Palacio
Mientras dentro sonaban los aplausos, en el exterior del Palacio de Exposiciones se concentraba un centenar de manifestantes. Custodiados por tres furgones de la Policía Nacional, intentaron acercarse al recinto para hacer oír sus protestas al presidente del Gobierno. No lo lograron: la distancia y el control policial evitaron cualquier encuentro directo.
Aun así, el contraste fue evidente. Dentro, la euforia socialista convertía a Pedro Sánchez en una figura de escenario; fuera, la disidencia recordaba que no todo era entusiasmo.
El mitin terminó como había empezado: con música, vítores y un aire de espectáculo político. Una mañana de domingo que mezcló fiesta, discurso y corrección gramatical.

