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Habemus papam

¿Qué sucede tras la fumata blanca?

El protocolo milenario que sigue a la fumata blanca culmina con la primera aparición pública del nuevo Pontífice desde la Logia de las Bendiciones
Euforia entre los fieles presentes en la Plaza del Vaticano.
Euforia entre los fieles presentes en la Plaza del Vaticano.

El ascenso de un nuevo Papa al trono de San Pedro no comienza ni termina con la fumata blanca que surge de la chimenea de la Capilla Sixtina. Detrás del humo que anuncia al mundo la elección del Pontífice se esconde un meticuloso y solemne proceso que se desarrolla bajo los frescos de Miguel Ángel y conforme a las normas establecidas en la Universi Dominici Gregis.

Una vez que un cardenal ha alcanzado la mayoría de dos tercios en el cónclave, se activa el llamado Rito de Aceptación. El cardenal de mayor edad, en nombre del resto, se dirige al elegido con una fórmula en latín para preguntarle si acepta su designación como Obispo de Roma. Solo con su consentimiento comienza formalmente su pontificado.

El nombre del Papa y la quema de las papeletas

Tras aceptar la elección, el nuevo Papa revela el nombre con el que desea ser llamado, un momento cargado de simbolismo. Este dato queda registrado oficialmente por el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, que actúa como notario, junto a dos ceremonieros como testigos.

Seguidamente, se queman todas las papeletas de votación y cualquier documento que haya servido en el proceso electoral. El humo blanco que asciende entonces desde el tejado del Vaticano señala a los fieles que “habemus Papam”.

La intimidad de la ‘Sala de las Lágrimas’

Tras dejar la Capilla Sixtina, el recién elegido se retira a la conocida como Sala de las Lágrimas, un pequeño recinto en el que, en soledad, se viste por primera vez con las ropas papales preparadas en tres tallas diferentes. El espacio recibe su nombre por la carga emocional del momento, donde muchos han dejado fluir lágrimas de emoción, oración o recogimiento.

Vestido de blanco, el nuevo Pontífice regresa a la Capilla Sixtina para una breve ceremonia. Allí recibe el saludo de los cardenales, escucha la lectura de un fragmento evangélico y preside el canto del Te Deum, himno de acción de gracias.

Del rezo privado al saludo universal

Antes de presentarse al mundo, el Papa se dirige a la Capilla Paulina para rezar en silencio ante el Santísimo Sacramento. Solo después de esta oración, camina hasta la Logia de las Bendiciones, donde el cardenal protodiácono Dominique Mamberti lo presenta con la fórmula clásica:
“Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!”

Instantes después, el nuevo Papa aparece ante los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para impartir su primera bendición apostólica, la “Urbi et Orbi”, iniciando así su ministerio al frente de la Iglesia católica.