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Reportaje

La ruta milenaria de las merinas: una trashumancia que cruza León en busca de pastos de verano

Un rebaño de 2.500 ovejas atraviesa la provincia leonesa camino del Puerto de Fontanales, en Robledo de Caldas, reviviendo una tradición ganadera con siglos de historia

Un rebaño de 2.500 ovejas merinas ha iniciado esta semana un recorrido trashumante desde Sahelices del Payuelo, en el sur de la provincia de León, hasta el Puerto de Fontanales, en el término de Robledo de Caldas, donde las reses pasarán los meses de verano alimentándose en pastos de alta montaña. Es un viaje de seis días por antiguas cañadas, caminos ganaderos y tramos de carretera que, esta vez, ha incluido un paso poco habitual: el cruce urbano por la ciudad de León, concretamente por La Lastra y el polígono de Michaisa, en dirección a San Andrés del Rabanedo.

A la cabeza del rebaño camina Marta Díaz Bango, hija y hermana de pastores, que lidera la expedición familiar y mantiene viva una práctica ancestral. “Este año, al arrendar un puerto en nuestro pueblo de origen, Robledo de Caldas, hemos tenido que recuperar esta cañada que llevaba tiempo sin utilizarse”, cuenta Marta mientras avanza rodeada por un mar de lana que avanza con paciencia por los márgenes de la carretera.

Seis jornadas para reencontrarse con la montaña

La trashumancia comenzó el pasado martes en el entorno de El Burgo Ranero, con ovejas procedentes también de Villamuñío y La Aldea del Puente, donde la familia Díaz mantiene los pastos de invierno. El trayecto se ha organizado en etapas: la tercera jornada culmina en Camposagrado, donde pasarán la noche antes de continuar hacia Mirantes de Luna. El destino final, el Puerto de Fontanales, acoge a estos animales durante julio y agosto. “En verano buscan hierba fresca, y la montaña les proporciona un descanso y mejor alimentación”, explica Marta.

La familia lleva generaciones dedicada al pastoreo. “Nuestros bisabuelos, abuelos y padres ya lo hacían. Esto no es solo trabajo, es nuestra vida”, afirma Marta con orgullo. Pese a la dureza de la ruta, su objetivo es mantener viva la cultura ganadera leonesa y defender una forma de vida cada vez menos frecuente en el siglo XXI.

El regreso: más lento, con nuevas vidas en camino

A la vuelta del verano, cuando el calor disminuya y las praderas comiencen a secarse, el rebaño iniciará el camino inverso. Pero será un regreso más pausado. “Muchas de ellas volverán preñadas, y eso hace que el viaje sea más lento y que tengamos que cuidarlas más”, comenta Marta Díaz.

El trayecto no solo representa una necesidad productiva, sino también un acto de resistencia rural y memoria colectiva. A través de este viaje ganadero, los pastores no solo siguen los pasos de sus antepasados, sino que también devuelven vida a veredas y caminos olvidados que formaron parte de la red viva de comunicaciones ganaderas de la Meseta.

Una postal insólita: ovejas en la capital leonesa

La imagen de miles de ovejas caminando por el asfalto de la capital leonesa ha despertado la sorpresa y la admiración de los vecinos. Coches detenidos, cámaras improvisadas y aplausos espontáneos han acompañado el paso del rebaño. No en vano, hacía años que no se producía una trasterminancia visible en este tramo del Camino Real de León a Asturias.

La familia Díaz Bango demuestra que, a pesar del tiempo y la tecnología, hay oficios y costumbres que se niegan a desaparecer. Y que el ritmo de la tierra, el pasto y las estaciones sigue marcando la vida de quienes, como ellos, aún escuchan el sonido de los cencerros como guía.