Sociedad de relación móvil

En estas fechas en las que los más pequeños de la casa disfrutan de sus vacaciones son muchas las actividades y espectáculos que se organizan en diferentes escenarios. Junto a ellos están sus padres o familiares que hacen todo lo posible para que los niños disfruten de su tiempo libre. Hasta aquí todo perfecto. Lo que ya no lo es tanto es la manera que tienen algunos adultos de comportarse en el interior del teatro, cine o sala de espectáculo.
El pago de una entrada no da derecho a retomar en cualquier momento la conversación interrumpida en la calle. Tampoco a deslumbrar a los espectadores cercanos con la luz del móvil mientras se wasapea o se consultan las últimas entradas de su red social. Mucho menos a molestar continuamente con el sonido de todo tipo de golosinas y chucherías. Hay quien no se corta un pelo y al sonar su ruidoso y prolongado tono del móvil no duda en atender la llamada como si tal cosa.
La cultura y la buena educación son bienes que se transmiten a través del ejemplo, de enseñar a los niños el respeto por las personas que están encima del escenario, o atendiendo. Es cierto que los niños son espontáneos y se comportan con naturalidad, pero puede transmitírseles, sólo con pequeños gestos, una respetuosa forma de comportarse. Más de un adulto debería darse cuenta del mal ejemplo que puede estar produciendo, dando a entender que, si se hacen ciertas cosas, todas ellas están permitidas.
La cultura y la buena educación son bienes que se transmiten a través del ejemplo, de enseñar a los niños el respeto por las personas que están encima del escenario, o atendiendo
Con las nuevas tecnologías estamos ganando muchas posibilidades, pero, atención, que si no espabilamos podemos estar perdiendo otras igualmente valiosas como, por ejemplo, la riqueza de una conversación cara a cara, del trato personal. Cada día es más difícil entablar una conversación de manera pausada, larga, y sin interrupciones de sonidos impertinentes; conversar con amigos de una manera distendida y como toda la vida, cara-a-cara. Parece que el móvil siempre está al acecho para romper cualquier conversación o cualquier silencio. Es tal la voracidad, la sumisión y la dependencia de los móviles (y el negocio que han creado), que la generación actual y la gran mayoría de todos nosotros somos dependientes de este aparato que suena y no deja de sonar, y de condicionar nuestras vidas.
Vivimos en una sociedad de relación móvil, de compartir y hablar por este aparatito que, no lo olvidemos, esconde muchos de nuestros secretos, que dice de nosotros qué es lo que nos gusta o no, a qué hora nos conectamos, por dónde vamos y qué vemos, oímos o leemos, y a quiénes llamamos. En fin, tomar conciencia y sensatez.