Interés público, interés privado y falta de interés

La implantación por parte del Banco de Santander del sistema de 'cajas avanzadas', y la obligación de pedir cita para efectuar en la oficina operaciones en las mismas, ha provocado un notable revuelo entre empleados, que ven cómo su carga de trabajo aumenta a la par que el sistema tiende a prescindir de ellos, y clientes, que ven cada vez más absurda su relación con las entidades bancarias. Les piden su dinero, les obligan a operar con él a capricho de la entidad, les marcan horarios y, de paso, les quieren vender un seguro o una “air fryer” para arruinar su paladar. Todo muy normal, y muy en la línea de las grandes compañías de reírse de su “mercado cautivo”, esto es, de sus clientes obligados por un sistema administrativo y de gobierno hecho a la medida de los bancos.
Para que entiendan el concepto de “cajas avanzadas”, es como si a su charcutero de confianza le tuviesen que llamar ustedes una semana antes para quedar con él, pero no para que les despache personalmente, sino para que ustedes mismos tiren de chaira y cuchillo jamonero y dispongan de pernil y loncheen a su modo y manera. Luego se pesan ustedes el papel a precio de jamón y el desgraciado corte también. Sí, las primeras semanas tendrán ustedes por allí al regente del negocio atento a sus problemas, cortes, hemorragias y tiritas, pero en una quincena usted se corta el jamón y lo paga en el acto, o antes de marchar.
Yo cambiaría de charcutero, a pesar de que soy diestro loncheador y terror de paletillas y perniles, pero donde esté un profesional cedo yo armas y bagajes. Va a ser que con el banco lo voy a tener más difícil, porque lo que quiere la entidad es sólo mi dinero, y mira que es poco, pero lo de darme servicio y mantener personal se les va “haciendo bola” por culpa de una gran voracidad en sus beneficios y, qué caramba, porque les damos un marco reglamentario que permite todas estas tropelías.
No hay ninguna ley que prohíba poner a escurrir a un cliente o mentarle a la madre, que a veces no faltan ganas, pero en general uno no lo hace porque teme que, en justa reciprocidad...
Después de casi cuarenta años en la calle como agente comercial, algo del negocio de la venta voy sabiendo. No hay ninguna ley que prohíba poner a escurrir a un cliente o mentarle a la madre, que a veces no faltan ganas, pero en general uno no lo hace porque teme que, en justa reciprocidad, el cliente, bien educadamente, responda cuando menos con el desprecio, le enseñe a uno la puerta y le haga ver que no volverá a ser bien recibido. Lo normal es que nos “mande a escardar”.
Pues parece que eso es algo que a los bancos, en cuanto comerciales y prestadores de servicio parece darles igual. Y eso, a pesar muchas veces de la buena voluntad de las plantillas y sus deseos de agradar. Pero no, la ley inexorable de la banca es eliminar puentes con sus clientes, de los que sólo precisa el caudal. La atención personalizada, el retorno social y el apego al territorio de radicación son valores a la baja.
Sólo se me ocurre una manera de revertir la situación, complicada ya que la concentración de entidades va más rápido cada vez, camino de un “gran hermano financiero” del que poco podemos esperar. Pero mientras llega el momento del gigante, que llegará, propongo unas cuantas reglas para escoger entidad bancaria por encima de condiciones económicas y siempre que servidumbres contraídas no nos obliguen a tragar con nuestras miserias. Esa entidad debería mantener como mínimo o, mejor, aumentar su número de oficinas físicas. También debería tener retorno social, de manera que contrate en vez de despedir, y se implique en programas de desarrollo. Rizando el rizo, debería tener y mantener inversiones en sectores productivos.
La actual banca se ha tirado al monte de la economía especulativa de un modo bastante insano. Procuraría también no cobrar gastos de mantenimiento ni intereses de usura en los descubiertos, práctica que no cesa. Lo mejor sería que no intentase vendernos nada o, como mucho, un producto financiero de origen blanco. Por último y para no hacer más larga la lista, que no me vengan con horarios de caja “a lo chorra”, como que el dinero caducara a las once todas las mañanas. ¿Ficción o realidad? Tómense el trabajo de preguntar en otra entidad cuando la suya les vuelva a “castigar”.
Y hasta aquí el interés público.
Ahora, hablando del privado y también de castigo, voy a meterme con un señor que pasaba por aquí, y que ya me está oliendo a efímero. Y no me alegro, porque las alternativas que se presentan tampoco me gustan un pelo, qué quieren que les diga. Y hablo de Alberto Núñez Feijóo, que se ganó fama de eficaz por su paso por el “Ente Correos” donde no dejó títere con caña, pero consiguió que “el ente” empezase a arrojar algo parecido a beneficios. Como Presidente de la Xunta de Galicia no puedo valorarlo objetivamente. Era heredero de una situación con difícil parangón en el resto de España. Manuel Fraga consiguió reunir en el Partido Popular de Galicia esa mezcla de derecha tradicional, nacionalismo “enxebre” conservador, clientelismo caciquil e imagen de modernidad tecnológica. Resumen de una buena parte de su electorado y de una mayoría social que sigue respondiendo en las urnas y que está razonablemente satisfecha con el resultado.
Y hablando de hierba, se ha metido en un jardín este fin de semana del que ha salido con el trasero lleno de espinas, abrojos y cardos. Decidir montar una manifestación contra el Gobierno de Sánchez era una apuesta arriesgada...
Pero el modelo no es exportable, no funciona este hombre, que cada vez que habla sube el pan, cuya mirada estrábica ahora, no sabemos bien porqué, no parece querer notar que hay personajes, de los “suyos” no crean, queriéndole cortar la hierba bajo sus pies. Y hablando de hierba, se ha metido en un jardín este fin de semana del que ha salido con el trasero lleno de espinas, abrojos y cardos. Decidir montar una manifestación contra el Gobierno de Sánchez era una apuesta arriesgada. Y no porque Sánchez no merezca censura, que nos está dejando el patio hecho unos zorros y no hay rincón que no esté salpicado, sino porque el público ha captado el mensaje, que no es otro que un “quítate tú para ponerme yo”. Sacar a la calle sesenta o setenta mil personas en una capital de tres millones y medio en una comunidad de siete es una auténtica miseria, y eso con autobuses y apoyo desde toda España. Se ha notado un poquito que era interés privado y algo cortoplacista.
Porque este domingo sí ha habido una manifestación de real interés público. Oncobierzo nos ha sacado a la calle a veinte mil bercianos. Y también de otros lugares de la provincia. Yo mismo estuve con otros amigos en la manifestación porque sé que mañana puede ser por mí, y no quiero que nadie se quede en la estacada. Esos que piensan que nunca será por ellos son los que estaban en Madrid haciéndole la pelota a su jefe. Y lo que pasa en El Bierzo, lo que nos pasa en León les trae completamente al fresco, que años han tenido para demostrarlo.
Sé que la mayoría de ustedes tiene a estas alturas muy poco interés por la política. No se lo censuro, que a mí cada vez me da más... me callo. Pero ya ven que no es tan difícil cambiar de charcutero, quizá un poco más cambiar de banco, pero algo que se nos antoja un imposible es probable que no lo sea tanto. La próxima vez que vayan a votar acuérdense. O, si les da mucho asco, tampoco fuercen, que el banco sólo les quiere por su dinero y el político por su voto.