La verdad, esa mentira
Con la herida abierta de la incomprensible, aunque esperada, sentencia del juicio sobre el caso del Pozo Emilio del Valle, y otra llaga supurante en el caso de la dolosa explotación de Cerredo, nos viene la vida a dar otro mazazo con el trágico accidente de la mina de Vega de Rengos. Y otra vez Laciana, hogar de uno de los dos fallecidos, vuelve a llorar la pérdida de uno de sus hijos. Anilson Soares, descanse en paz, y en el recuerdo su hermano Adolfo, fallecido en La Escondida años atrás. Poco entiende la mina de vida, antes bien de sufrimiento y congoja. Y en la vecina y hermana en esto del sufrir, Asturias, luto por Óscar Díaz, compañero en la mina de Cangas de Narcea.
Y otra vez, y otra, y otra más… lo inesperado e imprevisible como excusa. En unos tiempos en que la tecnología parece prever hasta el más mínimo detalle, nos damos cuenta de que muchas cosas escapan a nuestro control, incompetencias o negligencias aparte. Tarde es para prever, pero nunca lo es para aprender de los errores. Que se sepa la verdad de lo ocurrido debería ayudar para mejorar las condiciones laborales y los términos en materia de seguridad. Pero eso pasa porque de verdad se esclarezcan las circunstancias y que trascienda lo que de cierto haya ocurrido, sin tratar de ocultar hechos o proteger intereses personales y económicos como en el caso del Pozo Emilio del Valle. Una cosa es lo que ocurre, verdad, y otra cosa lo que se cuenta, mentira o sentencia torticera.
Vaya por delante que creo que a Álvaro García Ortiz se le ha privado, de facto, de la presunción de inocencia, que condenado ya estaba y no hemos venido a este juicio a valorar...
Sentencia. Palabra estos días en el candelero a cuenta del caso del Fiscal General del Estado, esa bofetada por delegación que togados del Supremo han dado en el rostro de Sánchez, al que sigue esperando igual camino de collejas judiciales en la figura de su santa esposa y de su hermano. Que no se monta un tinglado contra gente tan notable para que se vayan de rositas. Si me hubieran preguntado, ya les habría dicho que la condena era segura… tal se ve porque hasta se ha filtrado previa a la redacción y publicación de la sentencia. Que se declare a uno culpable exento de argumentario me parece cosa notable, da lugar a mucha maledicencia contra la sacrosanta institución de la Justicia y revuelve el gallinero, que se indigna, no sin razón, ante el resultado. Por cierto, éste no unánime y con voto en contra de dos profesionales, mujeres, de reconocido prestigio y análisis ponderado.
Y vuelvo a manifestarles mi absoluta ignorancia en este campo minado que es la Justicia, pero se dan tres circunstancias que me llaman la atención. Vaya por delante que creo que a Álvaro García Ortiz se le ha privado, de facto, de la presunción de inocencia, que condenado ya estaba y no hemos venido a este juicio a valorar testimonios a favor del reo. Porque, desde luego, si yo soy uno de esos periodistas que han asegurado conocer la filtración por otros medios y antes que el propio Fiscal General, me sentiría insultado. Obligado por mi condición de testigo a decir la verdad, este ninguneo a la veracidad de mi declaración es, cuando menos, humillante. Esa, una.
Otra, que, habiendo Miguel Ángel Rodríguez, muñidor del ayusismo rampante, reconocido que prácticamente vino a inventárselo todo sobre el pacto con Hacienda del novio de su pupila, parezca que pesa más un cuento para defender a un defraudador confeso, que el honor de un servidor público.
Y más, tercera y última: que en el juicio de este caso hemos ido “a toda leche”, no se nos fuera a escapar “vivo” el acusado y se viniera antes la sentencia contra el defraudador Alberto González Amador. Contrasta esta urgencia en la sentencia con el habitual ritmo judicial, que eso sí que es una condena: que se lo digan a los doce años de los familiares del caso del Pozo Emilio del Valle. Doce años para nada.
Y son estos pareceres y opiniones, simples consideraciones ajenas al Derecho, pero que me causan desazón y que dicen muy poco de la equidad cuando la Justicia se emplea como arma arrojadiza por rivalidades políticas y partidistas. Que no es más que eso lo que trasciende en la calle, la lucha por el poder, que lo del Fiscal le trae al fresco al público general.
En el análisis político, que quizá sí se me pida, poco nuevo tengo que aportar. Si acaso que ha quedado claro a qué Alberto prefiere el poder fáctico, y , desde luego, no es a Núñez Feijóo, sino a González Amador en la figura de su novia, Isabel III, la que se nos viene. Porque si Sánchez parece dotado de una especial contextura física capaz de hacerle flotar y superar pandemia, dana, apagón, Puigdemont y hasta las siete plagas de Egipto, aquí se nos aparece Isabel Díaz Ayuso, capaz de soslayar el enriquecimiento indebido de su hermano con la indignidad de la venta de mascarillas, los 7291 muertos en residencias de la tercera edad durante la pandemia, las cositas feas con Quirón, y ahora lo del Fiscal General, del que no era muy partidaria.
A mí tanta facilidad para el escapismo, qué quieren que les diga, me asusta un poco. Pero el que debería estar acongojado (qué fino que soy) es el propio Núñez Feijóo. Yo creo que sufre de ptosis palpebral, párpados caídos, que le impiden la limpia visión de las circunstancias. Por más que se ha empleado en operarse la caidita de ojos y quitarse dioptrías, parece que no ve cómo le están segando la hierba bajo los pies, que hasta los levanta educadamente para no molestar. Es más que probable que el novio de su oponente interna se vaya para casa declarado inocente y así Isabel no tenga que hablar de su pareja como de “ese señor del que usted me habla”. Suerte, Alberto, que diría el Bello Pedro, aunque no está muy claro ahora de cuál estemos hablando.
Europa los ha dejado solos, porque sí existe algún mecanismo de protección que, por lo que sea, no ha sido activado...
Y para que vean cómo en todas partes cuecen habas y cuánto de peligro hay en enfrentarse al poder real, voy a glosarles la vivencia de, miren por dónde, un juez que ha querido meterse a redentor. Se trata de Nicolas Guillou, Juez de la Corte de La Haya, sancionado por Trump junto a otros tres compañeros, por haber solicitado la detención de Benjamin Netanyahu, entre otros, como criminal de guerra. Esta sanción unilateral por parte de Trump se traduce en que Guillou no puede tener cuenta en ninguna empresa de EEUU: Google, Amazon, Apple. Tampoco puede, por ejemplo, reservar hotel con Expedia o pagar con tarjetas Visa, Mastercard, pero tampoco hacer transacciones bancarias ni financieras porque la banca mundial cierra y bloquea cuentas sancionadas. Asimilen lo que supondría para ustedes una circunstancia semejante. La vida se complica, y mucho.
Y esto lo hace EEUU en connivencia con los estados europeos, que se prestan al juego y persiguen a uno de sus ciudadanos, y juez nada menos, por querer aplicar las normas del Derecho Internacional. En la misma tesitura están otros tres compañeros y la relatora de la ONU, Francesca Albanese. Europa los ha dejado solos, porque sí existe algún mecanismo de protección que, por lo que sea, no ha sido activado. Obviamente preferimos la postura cómoda de no molestar al más macarra, o incluso reírle las gracias, o hasta ayudarle a sacudir al más débil, colocándonos en el bando del seguro vencedor… Lo del chiste: estaban tres dándole una paliza a un pobre hombre y no se me ocurrió mejor cosa que ayudarles, y entre los cuatro lo dejamos fino.
Parece que no les dejo mucho espacio a la esperanza, que cada rincón está contagiado de pesimismo por lo que se avecina. Todo puede cambiar si cada uno de nosotros toma conciencia del auténtico peligro y del asalto a las libertades individuales y colectivas que, invocando interesados bienes superiores y generales, está preparándose delante de nuestras narices. Desde los seis de Emilio del Valle a un Fiscal General. Desde un macrovertedero infecto como el de San Justo de la Vega a un “quítame allá esas pajas” con un representante del poder político.
No hemos aprendido gran cosa como sociedad. Es probable que se deba a que nos vendieron una transición “llave en mano” como algo salvífico, ausente de violencia y ejemplar. Soy de los que cree que son más duraderos e interiorizados los valores por los que se lucha. Quizá tengamos pendiente una revolución, pero pacífica, no la que ofrecen estos nuevos salvapatrias que, sin bagaje y desde la ignorancia, pretenden hacernos retroceder a una España que no se ha explicado, la de la represión y cerca de 300000 muertos y desaparecidos, y que se idealiza. Desde aquí digo no a esas nuevas franquicias de Franco.