El tiempo

Esos petardos (y petardas)…

Con este Ejecutivo, si ya entre semana a muchos se nos hace cuesta arriba desayunarnos con todo lo que está pasando, los fines de semana...

Con este Ejecutivo, si ya entre semana a muchos se nos hace cuesta arriba desayunarnos con todo lo que está pasando, los fines de semana, si cabe, son más indigestos porque al disponer de más tiempo somos capaces de indagar más en los medios, más o menos afines, acerca de las aventuras y desventuras por las que transita este Ejecutivo presidido por Sánchez. 

Es cierto que hace tiempo que no les hablo del Gobierno y de quien lo encabeza porque, se lo confieso, me da una tremenda pereza seleccionar el tema- o el charco- en el que se meten este señor y sus adláteres a diario y, sobre todo, y de ahí mi pereza, porque levitan sobre cualquiera de ellos sin ninguna de las consecuencias que a mi me parecerían lógicas en un Estado de Derecho que cada vez reconozco menos.

...como ministro cancerbero y voz de su amo, conminándoles a que “dejaran de tocar los c…”,  que eran unos “impresentables” y unos  “petardos”...


 Pues bien, este fin de semana se ha destapado el más que enésimo escándalo protagonizado en este caso no por sus allegados o familiares, como últimamente nos tiene acostumbrados, sino por él mismo en persona,  y que atañe a los mensajitos que nuestro insigne presidente enviaba a Ábalos-cuando eran uña y carne-  ordenándole meter en vereda a los barones díscolos que, como muchos imaginábamos y ahora constatamos- debían aguantar los exabruptos del entonces segundo del PSOE- el primero era, es y será  Sánchez- y del Gobierno,  como ministro cancerbero y voz de su amo, conminándoles a que “dejaran de tocar los c…”,  que eran unos “impresentables” y unos  “petardos” por no plegarse a los deseos de quien nos lleva gobernando en precario- pero gobernando o mejor mal gobernando- desde hace casi ya siete años.  

Como diría mi abuela Antonia, hay que ser mamarracho para dejar esas imprecaciones por escrito y, mucho más, para fiarse de un tipo como Ábalos cuya caída fulminante, junto con la del tal Koldo, algunos vaticinamos cuando se atrevió a amenazar a nuestro alcalde, por barriobajeros y por energúmenos. 

Pero lo verdaderamente escandaloso aquí es que, constatada de forma fehaciente la existencia de los mensajes que dibujan lo peor del conmigo o contra mí que machaca sin ningún tipo de pudor a los que no se pliegan-  como no pueden desmentir la existencia de estas conversaciones, los otrora  “ ministros cancerberos sustitutos” vienen a vendernos el relato de las filtraciones, del bulo y de no sé qué mandangas más,  convencidos, seguro, de que los ciudadanos somos idiotas- pero idiotas del todo-  y que conseguirán desviar la atención de lo realmente ignominioso: la constatación del poder que tuvo Ábalos, de la persona en nombre de quien lo ejerció, y de a qué mandato obedeció ciegamente.  

 A estos acólitos acérrimos debo recordarles lo que siempre he pensado y he dicho: “quien calla otorga” y en este país, que mira que nos gusta hablar, se peca mucho por omisión

Un mandato que no respetó ni respeta ni a los suyos propios, sometidos a un marcaje constante en la búsqueda de ese “todos en línea”, de esa falta de disidencia que ansían los malos gobernantes que, a falta de cualidades, se sirven de esa concordia ficticia y de ese pensamiento único impuesto por las malas (o por las peores), acallando cualquier tipo de crítica y apisonando a los que no comulgan con sus prácticas indeseables como lo hacen sus palmeros que se limitan a reírles las gracias y a ejecutar lo que creen necesitar para que el “amado líder” les tenga en sus oraciones sin plantearse ningún tipo de crítica o autocrítica ante acciones abominables.  A estos acólitos acérrimos debo recordarles lo que siempre he pensado y he dicho: “quien calla otorga” y en este país, que mira que nos gusta hablar, se peca mucho por omisión. 

 Afortunadamente- y no solo en política- siguen existiendo pequeños reductos incontrolables, almas insumisas a las que este tipo de poder enfermo tilda de “petardos” (y petardas), “tocacoj…”, “impresentables”, etc., carne de potencial laminación tan solo por no querer agachar la testuz y seguir ciegamente los designios de esta mediocridad contagiosa que nos gobierna y que, por desgracia, contamina todos los ámbitos.