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Zamora y El Cid. Poesía, romance e historia

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Casa del Cid en Zamora.

Para Azorín, Zamora entraña el problema más complejo de nuestra historia, en referencia a la Zamora del Cid, de Urraca, de Sancho y de un misterioso caballero llamado Bellido Dolfos. En la muralla hay un portillo ilusorio como lo llama Azorín. Gran puerilidad según él, la de ese portillo.

El padre de Urraca, de Sancho y de Alfonso, fue Fernando I el Magno, de la dinastía Jimena, un rey que tenía poco de leonés. Era navarro por su padre y castellano por su madre. Se convirtió en rey de León por su matrimonio con Sancha de León. También heredó el condado de Castilla y lo elevó a reino siendo considerado el primer rey de Castilla.

Reconquistó ciudades como Viseo y Coimbra y por tanto Zamora, ciudad que repobló, fue importante en su avance hacia el sur. Con él comienza el crecimiento de Zamora, y en la Casa de Arias Gonzalo o Casa del Cid, se crían los infantes Sancho, Alfonso, Urraca y con ellos el Cid, que en la Iglesia de Santiago de los Caballeros es armado como tal siendo su madrina Urraca. Cuenta la leyenda que se enamoró de él y quedó despechada al no ser correspondida.

El rey Fernando, dice Azorín, ha logrado reunir Castilla y León. Media España es suya y la otra media es mora, pero en trance de muerte se acuerda de que es padre y no rey y reparte el reino, a pesar de que como recuerda Menéndez Pidal, los reyes godos habían hecho constitución de que nunca fuese partido el imperio de las Españas.  

Sancho no se conforma y lo quiere todo para él. ¿Lo quiere por codicia o por patriotismo?

Sancho pone sitio a Zamora y de allí sale un caballero que finge ser leal a Sancho. Y Sancho sorprendentemente confía en él. Cuando lo mata a traición, ¿dónde estaba el Cid?

¿Sabían algo de esto Urraca y su compañero de infancia el Cid? 

Este problema histórico zamorano probablemente no se resolverá nunca, pero nos queda la poesía.                                  

El Cantar de mio Cid es un cantar de gesta y una obra poética pionera en la literatura española. De una nación, España, que como dice el hispanista J. H. Elliot, a pesar de estar formada por una tierra seca, estéril y pobre, aislada y separada del continente europeo por los Pirineos, sin ninguna ruta fácil y diversa en paisaje y paisanaje, fue capaz de crear y administrar el mayor y mas disperso imperio conocido hasta entonces en el mundo. 

Sin olvidar los muchos méritos y realizaciones de los restantes reinos hispanos de entonces, fueron Castilla y la lengua castellana quienes lideraron aquella sorprendente expansión, pues tal y como resumió el escritor y diplomático hispanoamericano Miguel Albornoz, en castellano se hizo la ley, la arenga, la plegaria, el relato y la poesía. 

En el poema de Fernán González, afirma el mester de clerecía:

Pero de toda España, Castilla es lo mejor,
Porque fue de los otros el comienzo mayor,
Guardando e teniendo siempre a su señor
Quiso acrecentarla así el nuestro Criador.
Aun Castilla la Vieja, al mi entendimiento
Mejor es que lo al, porque fue el cimiento;
Ca conquirieron mucho, magüer poco conviento,
Bien lo podedes ver en el acabamiento.

Y Ortega y Gasset llegó a la conclusión de que España es una cosa hecha por Castilla, que acertó a superar su propio particularismo e invitó a los demás pueblos peninsulares para que colaborasen en un gigantesco proyecto de vida común.

Y volviendo al famoso y prolongado cerco- no se ganó Zamora en una hora- cuenta también la leyenda que se produce la traición, la felonía de Bellido Dolfos que mata por la espalda al rey Sancho y escapa por una puerta de la muralla bautizada como portillo de la traición. Así dice el romance castellano:

Rey don Sancho, rey don Sancho,
no digas que no te aviso
que de dentro de Zamora
un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos,
hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho,
y con esta serán cinco;
si gran traidor fue el padre, 
mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el real:
Que a don Sancho han mal herido:
Muerto le ha Vellido Dolfos,
gran traición ha cometido.
Desque le tuviera muerto,
metióse por un postigo;
por las calles de Zamora
va dando voces y gritos:
-Tiempo era, doña Urraca,
de cumplir lo prometido.

La Academia de la Historia incluye una biografía de Vellite Adaúlfiz, de la estirpe zamorana de los Beni Gómez y Alfonso, y lo describe como un caballero muy cercano al conde Pedro Ansúrez. Nos recuerda que su participación en la muerte del rey Sancho no figura en crónica o documento alguno y que no murió en 1072 como quieren los romances castellanos, sino que continuó en la corte de Alfonso VI. 

Por motivos políticos - recontextualizar lo llaman- el portillo de la traición ha sido rebautizado como portillo de la lealtad, a pesar de aludir a un acontecimiento legendario. Y Bellido Dolfos ha pasado de traidor a héroe en un curioso intento de reescribir no ya la historia, sino el romancero.

Gran osadía el pretender cambiar el sentido de un antiguo romance castellano.

Pero además, ¿lealtad a quien? 

El ahora héroe Bellido Dolfos podría haber sido leal a una sediciosa Urraca que se oponía a la política unificadora de su rey Sancho. Y también podría haber sido leal a la vieja nobleza leonesa, que con la unificación temía perder privilegios frente a la pujanza castellana. 

Sin embargo, ¿no resulta más acorde con la historia de España considerar como considera el romance, que el legendario y no documentado regicidio supuso una traición al proyecto reunificador al que aspiraron desde el principio los reyes de Asturias y también los de León?

Inútil traición en todo caso, ya que la historia siguió su curso y Alfonso VI se tituló Imperator totius Hispaniae, mantuvo preso a su hermano García desposeído de Galicia, unificó Castilla y León igual que su hermano Sancho, y Castilla vio consolidada su hegemonía. 

Ante el cadáver de Sancho, le llora la hueste toda y el Cid se niega a seguir combatiendo en el reto de caballeros contra  Zamora, a la vez que se lamenta:

¡Rey don Sancho, rey don Sancho,
muy aciago fue aquel día
en que cercaste a Zamora
contra la voluntad mía!

El ayo de Doña Urraca, Arias Gonzalo, envía a sus hijos al duelo que exigen los castellanos y así salva el honor de los zamoranos, quedando castellanos y leoneses muy honrados y hermanados de nuevo. 

Leoneses, asturianos, gallegos y portugueses, reciben después como señor a Alfonso, pero los castellanos exigen antes la confirmación de que Alfonso no ha tenido parte en la muerte de su hermano..

Finalmente, el romance de La jura de Santa Gadea, es un bello relato que tampoco se corresponde con la historia real, pues como se afirma en la Historia Roderici, muerto Sancho, Alfonso VI recibió como vasallo al Cid y lo casó con una noble dama leonesa pariente suya y también del Cid, lo que hace inverosímil la famosa jura.

En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.

Pero dejemos el mito para centrarnos en hechos aceptados como ciertos sobre el Cid y su descendencia, recordando que en vida no fue conocido como el Cid, sino con el sobrenombre en lengua romance de campeador, del latín campidoctor.

Sus hijas no se llamaron Elvira y Sol y no se casaron con los infantes de Carrión. Rodrigo Díaz tuvo un hijo llamado Diego y dos hijas llamadas Cristina y María.

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Las hijas del Cid. Dióscoro Teólfilo, Museo del Prado.

María se casó con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III y fueron padres de Ximena de Osona.

Cristina se casó con Ramiro Sánchez de Pamplona y fue madre de García Ramírez el Restaurador, rey de Pamplona y tatarabuela del rey Alfonso VIII el de las Navas de Tolosa. 

Alfonso VIII y su mujer Isabel Plantagenet, están enterrados en Burgos, en el Monasterio de las Huelgas que ellos fundaron.

Nietos de Alfonso VIII el de las Navas y por tanto descendientes del Cid, son  dos santos: Luis IX de Francia (San Luis) y Fernando III el Santo.

Portada de San Pedro de Cardeña 1
Portada de San Pedro de Cardeña.

La reconquista está presente en la fachada principal del Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos, que tiene en su portada la sorprendente imagen del Cid a caballo y en actitud guerrera.

San Pedro de Cardeña
Sepulcros del Cid y Jimena en San Pedro de Cardeña.

En San Pedro de Cardeña, están los sepulcros del Cid y de Jimena, pero no sus restos que fueron profanados por los franceses que también hicieron prácticas de tiro sobre la escultura ecuestre de la fachada del monasterio.

La infanta Urraca, conocida como Urraca de Zamora, nació en León y está  enterrada en el Panteón de los reyes de San Isidoro de León aunque no fue reina. Al final de su vida se retiró a un monasterio donde permaneció hasta su muerte.

En el mismo Panteón está su hermano, el olvidado García de Galicia, que murió en el castillo de Luna preso de su hermano el rey Alfonso.

Como nos recuerda de nuevo Azorín, al final es Alfonso, el otro hermano inicialmente despojado, quien asumió el mando supremo de todos los reinos. Para el escritor de la generación del 98, todo se resumió en la lucha entre dos grandes sentimientos: el familiar y el nacional.

FUENTES
Azorín. La Cabeza de Castilla. Buenos Aires 1950.
Díaz-Mas, Paloma. Romancero. Editorial Crítica 1994.
Menéndez Pidal, Ramón. Flor nueva de romances viejos. Madrid 1985.