"León me ha enseñado a valorar las pequeñas cosas que cuando vivía allí pasaba por alto"

Isabel Barazón es leonesa y vive en Madrid desde los 18 años. Llegó a la capital con una maleta cargada de sueños, el firme propósito de estudiar Derecho y la determinación de quien sabe que crecer también implica echar de menos. "León me ha enseñado a valorar las cosas pequeñas que antes pasaba por alto y a saber que siempre voy a tener un sitio al que volver", confiesa.
Su infancia transcurrió entre patios de colegio, partidos de baloncesto y veranos en Sariegos, el pueblo de su familia. "Recuerdo mi infancia como una etapa muy tranquila y feliz. Disfrutaba mucho de mis abuelos, de las vacaciones con mis padres y de los veranos en el pueblo. No cambiaría nada", asegura.
El baloncesto: su gran pasión
El deporte ha marcado su vida desde muy pequeña. Probó varias disciplinas antes de decantarse por el baloncesto, un deporte que le enseñó más que a lanzar a canasta. "Mis días eran ir al colegio por la mañana y entrenar por las tardes. Llegaba a entrenar dos o tres horas varios días a la semana. Creo que parte de la disciplina que tengo hoy se la debo al baloncesto", cuenta. Esa entrega le llevó a participar en intersectores y campeonatos de España, experiencias que recuerda con cariño.
Cuando llegó a Madrid, lo primero que hizo fue buscar un nuevo equipo: "Encontré Corazonistas y la verdad es que me ayudó mucho en los primeros años, tanto por las amistades como por adaptarme a la ciudad. Además, tuve la suerte de poder entrenar a niñas pequeñas en el mismo club, algo que siempre me ha gustado".
El vértigo del cambio
Esa decisión de mudarse a Madrid fue un punto de inflexión. "Tenía 18 años y necesitaba un cambio. Sentía que me iba a venir bien. Agradezco muchísimo a mis padres el esfuerzo que hicieron para darme esa oportunidad", relata. De esos primeros meses recuerda el vértigo de una ciudad acelerada y la importancia de contar con una red de apoyo: "El ritmo de vida en Madrid es una locura, sobre todo si vienes de una ciudad como León, pero creo que me adapté bastante bien, aunque también tuve mucha ayuda".
Hoy compagina su trabajo con el estudio de una oposición: "Espero estar ya en la recta final", comenta. A pesar del estrés y las prisas de la capital, ha aprendido a encontrar huecos para seguir conectada con lo que le gusta: "El deporte sigue siendo fundamental para mí. Me ayuda a sentirme bien, a mantenerme en forma y a seguir siendo constante, algo que me inculcó el baloncesto".
León, ese lugar al que regresar
Cuando piensa en León, lo que más echa de menos es su gente. "Sobre todo a mi familia y poder ver a mis abuelas todas las semanas. Estar en casa te da una tranquilidad y una comodidad que, cuando vives sola, cuesta más encontrar", reconoce. Aunque la ciudad ha cambiado desde que se fue, hay lugares que siempre le esperan: "El sitio al que siempre vuelvo es mi pueblo, Sariegos. Allí sigue mi abuela y eso lo hace aún más especial".
Madrid le ofrece una variedad de planes inagotables —conciertos, restaurantes, eventos— pero, entre risas, admite que "como las tapas de León, en ningún sitio. ¡Y encima gratis!". Aun así, no se ve quedándose ni en la capital ni volviendo del todo a León: "Es complicado decidir dónde pasar el resto de tu vida. Lo único que tengo claro es que me gustaría que fuese un sitio con playa, y si es en el norte, mejor".
Un consejo para los que se lanzan
A quienes estén pensando en mudarse fuera, les lanza un consejo directo: "Si tienen los medios, que lo hagan. Salir de tu zona de confort te obliga a madurar, a buscarte la vida, a resolver problemas solo. Madrid parece caótica al principio, pero acoge muy bien a quien decide quedarse".
Entre León y Madrid, entre el ayer y el ahora, Isabel Barazón construye su presente. Con los pies en la tierra, los recuerdos a flor de piel y el horizonte abierto a nuevas posibilidades. Porque, aunque el destino aún no esté claro, su origen sigue marcando el paso.